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Entiendo que la lluvia siga cayendo indiferente sobre mi cabeza. [Alonso de Molina]

Entiendo que la lluvia siga cayendo indiferente sobre mi cabeza.


Poema para unos días después de mi cumpleaños.

Nací en un mes de enero parecido a este donde el frio bajaba hasta el color de la esperanza, naci puro, supongo, como una almendra fresca que florece en la hierba. Después fui parte del paisaje azul donde el cielo y el mar reafirman sus colores mezclándolos con blancos y suaves calamochas. En aquel tiempo mi espalda soportaba los lunares y mis manos se asían a las tapias para trepar por ellas en busca de cualquier altura.

Pronto mi corazón empezó a sentir hambre, fui hurgando por los filos de la nada mientras el tiempo era un torrente que buscaba mis cejas, y mis ojos brillaban mirando al infinito. Pero no supe ver entonces los cimientos del vértigo.  Me  crecieron cabellos  y apetitos en aquella ciudad de huesos retorcidos donde yo hurgaba el corazón del hombre buscando espejos donde afianzar mi destino, pero yacían los pájaros que inclinaban su aliento confiados en el devenir de los días. Me advirtieron, de buena fe, que no me dejara crecer las alas, que los pies deben caminar en línea recta y que el ADN de mi sangre debería apoyarse en acatamiento  y mansedumbre.

Transitados los años, muchos años, creí entender que podría aliviarme añorando el pasado, pero hoy se que el hombre es carne y olvido. Que con alas de cera no se puede cruzar el fuego y que son los espejos los que  deben mirar hacia adentro; por eso me consuelo al pensar que en los últimos años por todo oficio busco sentarme frente al fuego, encender unas velas  y beberme la savia y la memoria y otra vez renacerme al mundo. El fuego es un oficio honesto, una forma directa de hacerme preguntas sencillas de difícil respuesta: –estoy orgulloso de mi? –qué he aprendido en estos años? –a quien tendría que pedir perdón? –a quién tendría que perdonar yo?

Pero sigo teniendo sed. Y tengo miedo de que el cielo siga enfermo bajando sobre mí y se asfixien las fuentes de luz que pueblan mi cabeza. Ya no se oyen los ecos silbando en  la montaña. Ya no se ven los claros de luna allende el horizonte. Ya no descifro más enigmas. Pues algo así como un vendedor de hojas es lo que soy. Tan solo un vendedor con la mirada puesta en las hogueras esperando un incendio antes de urdir la senda que me hará  caminar desnudo entre las aguas.

Hoy que la música podría ser cantada en todos los idiomas, caigo en la cuenta de que no soy nada, de que nunca fui nada y de que mucho menos podré llegar a ser nada. En el fondo yo soy la NADA.

Entiendo que la lluvia siga cayendo indiferente sobre mi cabeza.

Un humano cualquiera. Fragmento.
Imagen y texto del autor

Alonso de Molina (1960). Almería. España-Desde hace 12 años. Participo en foros, lista, talleres y páginas literarias de Internet y tengo el honor de haber participado en el libro colectivo “Odaldecir Poemas en Lengua Castellana” editado en Buenos Aires (Argentina) durante el mes de julio del año 2003. En el mismo año aporté mis textos a un nuevo poemario colectivo "21 Poetas por la Paz" (Australia); así como también tres de mis textos se recogen en el "Libro de Poetas 2004" (Córdoba. España). Algunas otras creaciones se recogen también en distintos blogs de Internet y en edición impresa en varios números de la revista "Transparencias" editada en Almería (España).

2 comentários

María disse...

Muy bueno el escrito de ALONSO ( feliz cumple enero en octuble ;) , como todo lo que he tenido la suerte de leerle, aunque como este texto traslade siempre una visión oscura y descorazonada de su realidad , me encantaría leerle en su registro soleado... llenos de esa luz Almeriense que sin duda tb contienen sus letras.


Enhorabuena a Alonso, y a los editores de este blog por publicar su texto y biografía!

Alonso de Molina disse...

Gracias María -qué nombre más hermoso-

es un honor sentirte cerca querida poeta, y compartir lectura y sol -o algo de lluvia si es lo que el tiempo ofrece- será un placer, solo pongamos fecha y estaré encantado de saludarte personalmente y hablar del tiempo o de poesía, o de cómo crecen los geranios en los balcones o cómo la luna cambia sus formas para mantener nuestras vigilias en alerta, será un placer, ya digo.


te mando un fuerte abrazo

Alonso de Molina