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Sobre la muerte de los poetas [Juan Mireles]

Sobre la muerte de los poetas

Cuando un poeta muere la palabra cobra otro significado, deja de ser parte de alguien y recobra su independencia —pese al dolor del gremio literario, pese al dolor de nosotros los lectores que vemos partir a poetas de gran talla que pensamos podrían dar más poesía—; las palabras hechas poema, el poema diciéndose y diciendo en el mismo instante de pronto se encuentra libre, va y viene sin autor: está hecho, toda la poesía contenida en el poeta que se ha marchado de la vida corpórea, se extiende y tiende lazos –incluso mucho más fuertes y sustanciales que al estar “vivo”—, construye por sí misma los vínculos necesarios que originan la conversación, el diálogo, poético: toda la poesía del poeta lo reconstruye, hace de él una multiplicidad de imágenes, de recuerdos propios y ajenos que no lo dejarán morir nunca. 

El poeta que nos deja recurre consciente o inconscientemente a la poesía para encontrar en ella la inmortalidad de la palabra junto con él mismo; no busca en todo caso el recuerdo de su nombre sino de un poema, verso, estrofa en la que haya tocado la eternidad, y en ésta al lector que, gracias a ese encuentro, con suerte, creará más poesía oral o escrita, individual o colectiva con diversos fines, la más elevada, aquella desinteresada que servirá para llenar vacíos.

Al poeta no se le llora ni se le extraña, porque su poesía sigue latente y no para nunca de expresarse, aun si se llegara a pensar que los años son tantos que se dude si los versos pueden soportar el peso de éstos. Por la muerte de los poetas puede sentirse un sentimiento de abandono, de orfandad, pero será pasajero pues el mismo impulso de la muerte terrenal del poeta, será suficiente para ir de nuevo a su poesía y conversar con él de forma más pura. Allí, el poeta vive gracias a su poesía que, en total libertad, hará de hijo agradecido, haciendo recordar a su padre creador en cada verso, agradeciéndole al poeta su existencia al dejarse leer, descifrarse, por el lector que sentirá cada vez menos la pérdida del autor.

José Emilio Pacheco y Juan Gelman, y los poetas que han dejado este plano biológico este mes de enero, siguen dando voz desde el silencio.


Juan Mireles - Escritor (Estado de México, 1984) y director editor de la revista literaria independiente Monolito (México). Ha sido publicado en la revista española Palabras Diversas (España), Letralia (Venezuela). Cronopio (Colombia), Cuadrivio (México), Punto en línea (UNAM. México), Radiador Magazine (México). Revista Biografía (Brasil), Cinosargo (Chile), La ira de Morfeo (Chile-Argentina); Agrupación Puerta Abierta Chile-México. Letras de parnaso (España), Nagari (EUA), Los sábados, las prostitutas madrugan mucho para estar dispuestas (España). Almiar (España). Suicidas sub 21 (Perú); suplemento cultural La Jirafa del Diario Regional de Zapotlán, Jalisco. La pluma afilada (España). Prologó el libro Job aterdio del escritor español Javier Sachez. Editorial Seleer. España. 2012. Participó con el ensayo “La violencia como producto de la sociedad” en el Segundo Encuentro de Escritores por Ciudad Juárez, simultáneo Colima. Formó parte del jurado del I Premio palabra sobre palabra de poesía. Blog personal: http://wwwjuanmireles.blogspot.mx/

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