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El agua pura no existe [Revista Biografia]

El agua pura no existe


Poesía. A un año de la inundación, se presentó el miércoles “La Plata Spoon River”, una antología de poemas que remedan el epitafio clásico: cada poema lleva el nombre de una víctima.


CLEMENTINA. La imagen fue tomada para Clarín por Leo Vaca, uno de los organizadores de la exposición “Agua negra”.

Los poemas epitafios en su forma más básica son inscripciones en verso o prosa sobre una tumba pero, por extensión, incluyen además poemas escritos como si estuvieran destinados para una tumba. Los más antiguos datan de la época de los egipcios. De los griegos, los ejemplares más destacados de este género fueron Simónides de Cesos y Luciano de Samosata.

En 1915, el escritor estadounidense Edgar Lee Masters publicó La antología de Spoon River, que narra los epitafios de un pequeño pueblo provinciano. Protagonizan sus poemas doscientos doce muertos hablando desde la tumba. Ha tenido decenas de adaptaciones al teatro y ciclos de canto y es un clásico.

La idea de usar este formato para homenajear a las víctimas de la salvaje inundación que sumergió a la ciudad de La Plata el 2 de abril de 2013, fue de Julián Axtat, compilador de la obra, quien se pregunta en el epílogo del libro La Plata Spoon River: "¿Qué tenía que ver Spoon River Anthology con la inundación del 2 de abril? La antología que pensé tenía que retomar el punto de partida del epitafio, y relacionar el agua con la poesía y la voz de los muertos. La convocatoria consistió en antologar voces siguiendo la manera de Lee Masters. A cada poeta le pedí que sea la máscara de un "otro" pero desde sus obsesiones. Cada poema experimentaría el verso libre y llevaría como título el nombre y apellido de alguna de las víctimas del temporal del 2 de abril hasta donde la justicia las hubiera computado". 

Juana María Ávila

1

Hoy, en este instante, oírla lluvia, una vez más,
¿hubo otra vez?, ¿derrumbando corazones y almas y?
ya, no, ahora, el agua desliza su fuego por, hasta, el
chaperío, arrastra con fuerza lo débil de lo cercano,
acumula, –los paraísos no caen del cielo–, junto con la
grasienta leyenda “abril es agosto”, a la quebrada
pared exterior del único piso, ceniza estrecha,
asqueroso barro, sube, frío echado en el bajar donde
la espera es, muerte flotando, –en la ceguera de la
arquitectura–, la nuestra casa, donde las torres
oscurecen el viejo sol. Si no se entiende,
no merezco morir así.

2

No merezco morir así. 

 Josué Gonzalo Suárez Salaza

del otro lado del plano
las calandrias
pierden fuerza
se extinguirán en el seno
calma menor
del aire en los pulmones
saco la cabeza
marcopolo
ojos cerrados con fuerza
vuelvo al refugio
grito en burbuja
nuevo record
sesenta y ocho segundos
última emersión
no luz advierte
surcos detrás mis yemas
(algo anda mal)
continuidad del silencio
electricidad
el agua pura no conduce
el agua pura no existe. 

Delia Susana Colonna

el brazo en alto
raspando
el techo
o la distancia
entre el cielo
y el hombre
las huellas son de otro diluvio
de otro arca
hundido.

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