Brevísimo texto sobre la destrucción de libros
La necesidad de transmitir mensajes claros y completos
dio inicio a la escritura –la oralidad fue sustituida en cierto grado—, y con
ésta, el origen de lo que hoy conocemos como libro; igualmente fueron
apareciendo las primeras bibliotecas alimentadas por el trabajo constante de
los primeros escribanos, unos más que hacían la función de lo que podríamos hoy
llamar editores, y los maestros que eran los que dominaban el arte de escribir.
Sin olvidar a los traductores que desde los primeros tiempos fueron apareciendo
en la escena. Sin embargo, junto a toda esta nueva forma de salvaguardar la
memoria, llegó uno de sus mayores cánceres: los biblioclastas o destructores de
libros –aquellos que por diversas razones, que van desde la imposición de una
idea que creen superior a otra, hasta los conquistadores que no se limitan al
territorio, sino a reconfigurar la identidad de los pobladores, han quemado
millones de libros, y con estos, la historia.
La destrucción de libros, a partir de sus primeras
apariciones en tablillas, ha sido una constante en la historia de la humanidad,
ya sea por motivos naturales o, principalmente, por la mano del hombre –el
hombre es el único capaz de crear su propia destrucción, y no hay mejor forma
de destruirse que desaparecer al borrar por completo su memoria, su identidad:
el hombre dejará de ser hombre el día que no se encuentre un libro más sobre la
tierra—. A través de la historia se han perdido gran cantidad de obras, autores
que se leyeron en tiempo antiguo pero que en nuestro tiempo es imposible leer
pues no queda uno solo de sus libros. Obras de grandes pensadores como
Aristóteles se han perdido, de Platón, y de tantos otros que a causa de los
bibliocaustos se han esfumado de nuestra memoria histórica y esto es en sí
misma una tragedia. No se debe olvidar que en cada guerra, ya sea civil o
mundial, no solo mueren seres humanos, sino también libros, no se bombardea al
enemigo biológico, también al cultural salvaguardado en museos, en monumentos
arquitectónicos, y por supuesto las bibliotecas en donde se conserva el
pensamiento y las ideas encapsuladas en esos objetos llamados libros.
La importancia de mantener con vida a los libros es
vital para la conservación de nuestras sociedades, de nuestra historia, de la
propia humanidad. Los libros son una extensión más de nuestro cuerpo,
específicamente de nuestra memoria como dijo Borges. Así, lo han entendido gran
cantidad de hombres que han dado la vida para salvar un libro, pues entienden
que en éstos también se encuentran parte de ellos.
Los mayores destructores de libros son,
paradójicamente, voraces lectores —los propios estudiantes igualmente han
fomentado y realizado quema de libros en todo el mundo—. Infames dictadores
como Hitler han causado los más grandes bibliocaustos de la historia moderna.
Los dictadores en América Latina han hecho lo propio en la Argentina, Chile,
Venezuela, etcétera. Incluso en México no puede olvidarse la gran quema de
escritos que en 1530 realizó en Texcoco, fray Juan de Zumárraga.
La lista de quema de libros, de genocidios culturales
es enorme, abrumadora en muchos sentidos, el saber que parte de nuestra
historia se ha perdido, junto a valiosos conocimientos que quién sabe si
volveremos a adquirir. Miles de autores han merecido el olvido, la nada, a
causa de estos apocalipsis, y es injusto tanto para nosotros como para ellos.
Que no se fomente la destrucción de un libro más bajo
ninguna circunstancia. Cuidemos nuestros libros para proteger nuestra
identidad.
Bibliografía: Nueva historia universal de la destrucción
de libros –de las tablillas sumerias a la era digital— de Fernando Báez.
Juan Mireles - Escritor (Estado de México,
1984) y director editor de la revista literaria independiente Monolito
(México). Ha sido publicado en la revista española Palabras Diversas
(España), Letralia (Venezuela). Cronopio (Colombia), Cuadrivio
(México), Punto en línea (UNAM.
México), Radiador Magazine (México). Revista
Biografía (Brasil), Cinosargo (Chile), La ira de Morfeo
(Chile-Argentina); Agrupación Puerta Abierta Chile-México. Letras de
parnaso (España), Nagari (EUA), Los sábados, las prostitutas
madrugan mucho para estar dispuestas (España). Almiar (España). Suicidas
sub 21 (Perú); suplemento cultural La Jirafa del Diario Regional de
Zapotlán, Jalisco. La pluma afilada (España). Prologó el libro Job
aterdio del escritor español Javier Sachez. Editorial Seleer. España. 2012.
Participó con el ensayo “La violencia como producto de la sociedad” en el
Segundo Encuentro de Escritores por Ciudad Juárez, simultáneo Colima. Formó
parte del jurado del I Premio palabra sobre palabra de poesía. Blog personal: http://wwwjuanmireles.blogspot.mx/
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