I
Estamos de regreso, ya nos duele
encima de los labios la palabra...
Qué horizontes palpamos? ¿O qué polen
nos cubrió con su capa arborescente
para hacernos procrear? Ya nos pesa
tanta sed de buscar, y todavía
no sabemos del todo si es regreso
o partida, este andar sin demora.
Nos fuimos, o creíamos irnos,
en fatigada huida a buscarnos
en el dios que prescribe salvaciones
como prescribe pájaros al alba;
y hoy estamos volviéndonos de todo
con huecos repetidos en las manos.
Nos sustancia la vida, nos recobra
esta gastada piel que nos recubre.
Nos equilibra el tiempo con sus giros
al borde del abismo. Estamos solos,
amigos, estamos solos de vuelta.
Pero nos salva aun esta palabra.
Pero nos mueve aun esta alegría.
Si todo se cayera de repente
– como hueco que el hueco recogiera-
digo que aun nos salvaría esta
II
Estamos yéndonos de todo y estamos
volviéndonos en todo nuevamente.
No me duele la vida, me quebranta
tanta muerta sin vida, tanta muerte
sin vivirla; tanta agonía vacua;
sin sentido. Tanta vida con muerte.
Nos vamos, sí, pero ya con substancias;
con estatuas de árbol; con vivencias
crecidas en nosotros como lavas
hirvientes, con raíces en todo.
Nos vamos, sí, pero dejando huellas
labradas en las piedras, en el hombre
Nos vamos, sí, pero nos regresamos
llenos de cantos, de poemas, de gritos
– como el Dios verdadero que edifica
en tres días su templo derruido -.
Esta es la vida que sabemos cierta,
que sentimos viviente entre la muerte;
que nos crece en nosotros como un alba
de pájaros. Como un vaso de barro
rezumante de agua y de frescura
No la otra, la que cuelga como una
bolsa sin forma donde el tiempo arroja
cascaras de agonías y miseria.
Estamos yéndonos de todo. Digo
que de todo volvemos nuevamente.
¡Escuchad! hoy os saludo, amigos,
desde un tiempo de estatuas ...
Amílcar Uralde
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