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PEQUEÑO DOSSIER SOBRE EL LIBRO ‘TROMPIFAI’ DE ROLANDO REVAGLIATTI


Pequeño dossier sobre el libro ‘Trompifai’ de Rolando Revagliatti

Epílogo de Graciela Maturo para la edición electrónica del poemario “Trompifai” de Rolando Revagliatti.

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Epílogo para una reedición

El espíritu de juego, y un ligero escepticismo de fondo parecen presidir la poesía de Rolando Revagliatti, volcada al doble y a ratos confluyente cauce de la poética y la humorística. Ambas vías, decía Macedonio Fernández, son igualmente desestabilizadoras de las rutinas mentales y la habitualidad del vivir.

Desde luego, no es necesario pensar que el juego es expresión de frivolidad o descompromiso. Como este libro lo muestra, puede haber en él un trabajo de incesante descubrimiento, sorpresa y recreación, en este caso ejercido sobre la base del cine, ese gran arte del siglo Veinte que ha reunido y reformulado a las artes todas.

Es éste un libro singular, construido metódicamente como escritura que parte de filmes, consignados en forma puntual, que abarcan ochenta años de cine. Es en cierto modo una “historia” del Séptimo Arte, pero también una cierta revisión sesgada de la vida contemporánea, nuestra vida, la vida del autor. Los jóvenes descubrirán y gozarán en estas páginas un tramo que desconocen, los que hemos vivido esos años, y conocemos la mayor parte de esa filmografía, disfrutamos duplicadamente de este revival. Pero no se malentienda lo que digo. Revagliatti no hace una descripción ni un comentario crítico de las películas que menciona. Su creatividad, inteligencia y humor se ejercen sobre la imagen visual como punto de partida para una síntesis imaginaria o reflexiva, siempre sorprendente.

Es oportuno recordar que Rolando Revagliatti es psicoanalista, cursó estudios de cine y ha tenido experiencia actoral y directiva en el teatro, además de ser un obstinado espectador de cine, y sobre todo un poeta. Esa multiplicidad de experiencias se muestra en ‘Trompifai’, donde exhibe su conocimiento de todo el cine especialmente europeo y americano del siglo transcurrido, su amor por la imagen que fulgura en la pantalla, y su privilegiada capacidad de gozador y analista de imágenes, sucesos y expresiones que no pertenecen sólo al cine sino a cada instante de la vida.

Su escritura coloquial, despeñada sin interrupciones, pero también ceñida y sobria cuando su intención lo requiere, afronta el riesgo de caer en el facilismo, del que sale airosa, y elude a conciencia el desborde afectivo, la complacencia, el engolamiento. Sus poemas, generalmente breves, recorren el cine mudo y algunos realizadores de los años 30 y 40, extendiéndose a décadas recientes. La edad del autor nos parece mayor a la que realmente tiene, hasta tal punto se apodera de una atmósfera anterior a su propia infancia, y se muestra capaz de capturar ese especial “encanto del pasado reciente” de que hablaba Bioy Casares. Todo adquiere una implícita connotación infantil, adolescente y familiar para este visor que se pretende impávido. Remueve emociones, pese a su temple crítico y su ironía.

Este libro es uno de los cuatro que Revagliatti ha dedicado al cine. Ante cada film, tiene el don de sintetizar un clima, resumir una narración o penetrar el sentido con una frase. Su discurso, a imitación del “discurso fílmico” varía el enfoque, el encuadre y la velocidad, como lo haría un director de cine. También se evidencia esta inclinación en el recurso a procedimientos cinematográficos como la fusión, la detención, etc.

Los juegos de imágenes se superponen a los juegos de palabras en esta sucesión de experiencias que no son meramente las de un receptor sino las de un creador que continuamente organiza y recrea, interfiere con su propia voz, su pensamiento o su salida de tono. Es un histrión que se muestra y se oculta. Su cultura cinéfila le da pie para la introspección, la reconstrucción de la adolescencia, la vida familiar, erótica, artística, desde una mirada ubicua y perspicaz.

No todo es visual, evidentemente, en estos textos. El lenguaje, que pasa por el habla ciudadana en todos sus matices, se hace anti-solemne y desenfadado en grado sumo. Próximo al humor, aborda el brusco contraste, la conclusión inesperada, la desmitificación, el chiste, la comicidad. Lo vemos recurrir a múltiples tonos y modalidades, como la parodia de otros textos, la recurrencia a letras de tango, boleros, catálogos, enumeraciones, noticias periodísticas, carteles publicitarios, anotaciones sueltas.

La perspectiva -ocular o reflexiva- tiene una particular movilidad. Quien habla es un yo sólo a veces explícito, generalmente disimulado en una aparente objetividad. Pero la imagen se tiñe de matices personales, subjetivos y aun sentimentales. Revagliatti ha frecuentado una poética muy argentina que pasa por la cultura barrial, afectiva, cultivada por letristas populares, sainetistas, o por poetas como Nicolás Olivari –uno de sus innegables maestros– o Raúl González Tuñón.

Toda una época aparece ante nuestros ojos centrada en el cuadrado mágico del cine. Los personajes -desde el inefable Carlitos y su antagonista, Trompifai, hasta los héroes del Far West o las actrices italianas- se adelantan, violan el límite inmanente del film -a la manera de La Rosa Púrpura del Cairo- y descienden a la butaca, o bien llevan consigo al espectador que los contempla. Así ficción y realidad tienen caminos de ida y vuelta que los conectan. En algún caso son los personajes mismos los que toman la palabra. El comentarista-poeta-crítico que habla del film se apodera de las máscaras, para mostrar que no sólo repasa una posible historia del cine, sino que revisa la historia propia, y la historia toda de este tiempo: la guerra, la posguerra, los dictadores, la represión, el exilio, los regresos, el amor, el sueño, las infracciones, la risa, el arte, los genios, la nostalgia.

Desfila aquí el cine francés, Godard con su leve ironía y sus tonos bajos, el cine italiano, inexcusable, con la emotividad y la risa de Tornatore o Ettore Scola, el cine sueco, con su velado moralismo, el cine norteamericano, alemán, polaco, español, latinoamericano y, por supuesto, argentino, desde las películas de María Duval y Golde Flami, “la buena” y “la mala”, hasta “GATICA, ‘EL MONO’” de Leonardo Favio. Un cine ingenuo, que adquiere el encanto del pasado, un cine dramático, como lo ha sido nuestra vida.

Creo que el tiempo es el gran protagonista de este volumen. El permanente rescate de lo anterior, la incorporación de tarjetas postales que pertenecen a una época superada, extiende considerablemente la sensación del “tiempo vivido”. Observador frío por momentos, en otros, espectador enamorado, el autor planea por encima de su creación, se resguarda, incita o participa. Hace una nueva “función”, espectaculariza a partir del film para dar a conocer algo de la condición humana, mientras “aquella sangre de la mujer ésta en mi cara”. Su poema “Súper ocho” ejemplifica este espíritu, al ofrecer una curiosa “función” en que actores de lo más diversos cumplen roles insólitos.

El poeta–histrión-director cierra su libro, transido de humanidad y tiempo recorrido, y el lector reprime una lágrima o una sonrisa, abrumado por el cuadro tragicómico de la vida, por el peso de la historia que el arte aligera y hace soportable. Sabe que la pasión de Marcello y Sofía se continúa en miles de copias, y que la poesía a su turno le alcanza otro nivel de diálogo para compartir las experiencias de la vida y la palabra.


Graciela Maturo
(2008)


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Breves comentarios sobre el libro ‘Trompifai’ de Rolando Revagliatti:


Rubén Chihade (Buenos Aires, 7.6.1998): “Si bien ‘Trompifai’ merece más de una lectura, puedo anticipar que me encontré casi frente a un espejo en numerosas páginas. Espejo, porque me devuelve imágenes que recreé ante más de un film que rescatás adueñándote de significaciones no complacientes ni fáciles. Volveré al libro.”

Raquel Jodorowsky (Lima, Perú, julio 1998): “Agradezco sus impresionantes textos. Al fin leo algo nuevo, original, lleno de fuerza y luz mental.”

Marcos Silber (Buenos Aires, 26.5.1998): “Tu libro me resultó, por lo menos, delicioso. Lo releí más de una vez y se me renueva el gusto en cada ocasión.”

Fabián San Miguel (Buenos Aires, 15.4.1998): “Me encanta esa doble lectura ‘cinematográfica’ de algunos textos. Parece el intento de un encuadre perfecto.”

Kato Molinari (Buenos Aires, 7.1.1998): Sentí, de manera inequívoca, que has creado la obra que ibas buscando, que fuiste desbrozando asistido por la certeza…”


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Muestra poética de ‘Trompifai’.


Trompifai

Entre ceja y ceja
yo
entusiasmado
por una damita a la que conturba
mi grandilocuencia

Protagonistas: ¡A mí!
Antagonistas: ¡Conmigo!

*

¡Ah!, pasionado
irrefrenable malo
el físico del rol

¿Brutus
alardea también desde los años
16 y 17?...

*

Me lo presentaste por el seudónimo
en mi tierna infancia

El tono de tu voz nombrándolo
conservo en un disco de pasta

Tu admiración por él
su imagen sin sonido

El humor tuyo y sus bravuconadas
en 1953

Ojo, que está furioso
Papi, rajemos con Carlitos.


Carlitos

El que acreditaba existir
antes de ser inventado
da lástima y risa

Empapela el bailarín
seduce el gastronómico
trasnocha el peluquero.



“PROOF”

Absorbidos por su cámara
los apuntados por su cámara
revelados
éramos descriptos
ya desligados de su cámara

Asediados por detalles
lucíamos como perros
flores y personas.

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“PROOF” (“LA PRUEBA”) de Jocelyn Moorhouse.



“THE GOLD RUSH”

Quimera medida en clavitos que saben
a espinas de pejerrey al roquefort

La exploración
de una quimera

A un placer consagratorio
placeres adjuntos

La quimera de la satisfacción
la quimera de la satisfacción del hambre
oro y saciedad

La quimera del Trópico
Quimera medida en cordones de un zapato del Vagabundo
que saben a mostacholes bombásticos con salsa scarparo.

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“THE GOLD RUSH” (“LA QUIMERA DEL ORO”) de Charles Chaplin.



Súper ocho

Acciones simples:
Robert Redford simula sostener una pared surcada por hormigas
José Wilker simula entrar por la puerta de calle
Toshiro Mifune simula saltar por una ventana ovalada
Lautaro Murúa simula esconderse debajo de una alfombra raída
Max Von Sydow simula probar los endebles sillones
Arturo de Córdoba simula espiar a través de una Trabex
Ugo Tognazzi simula silbar en la amplia cocina
Enrique Serrano simula condimentar zapallitos rellenos con arroz
Jean Paul Belmondo simula abrir cuidadosamente el botiquín
Ubaldo Martínez simula secar los deslucidos azulejos
Laurence Olivier simula barrer el garaje
José Sacristán simula rezar contrito en el jardín
Klaus María Brandawer simula dormir en la azotea
al concluir la larga morosa intrusiva última toma
de mi último moroso simulado más logrado filme de paso reducido.



“PASSIONE D’AMORE”

Amo a Fosca
amo esa magnitud
del amor de Fosca
por mí

Es un amor el mío
por Fosca

Es un amor el mío
de magnitud
por ese amor de Fosca
por mí.

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“PASSIONE D’AMORE” (“PASIÓN DE AMOR”) de Ettore Scola.



“MOROCCO”

Así es como abandona sus zapatos en las arenas del desierto
así es como esparce las perlas del solterón más codiciado
así es como aloja sus labios en público
en los de una casquivana mujercita
así es como desliza las llaves de su cuarto al legionario
así es como rompe una tarjeta o una copa
y como canta o fuma o vende sus manzanas
así es
y no de otro modo
como el deseo se apantalla.

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“MOROCCO” (“MARRUECOS”) de Josef von Sternberg.



Sofía & Marcello

Marcello cabecea huevitos de codorniz
Sofía contempla con una lágrima los zapatos vacíos
y sortea sus besos presos cada fin de semana

Marcello la confunde con la cruda Parca
Sofía se rapa musitando unos nombres
Marcello putañero apostrofa en calabrés
dentro del suntuoso vestidor del piso de Sofía

Viuda sofocada
se carga Sofía
a un carabinero

Hurta y come Marcello las asimétricas croquetas
de las bandejas de un rey de mentirijillas
e insemina para la eternidad en millones de copias
a la cuantiosa Sofía de una única noche apasionada.



“LA MUJER DE BENJAMÍN”

No sé yo mucho, pero sé qué me pasa
Sé qué me pasa a solas, y con él
Es con él lo que me pasa a solas

Poco sé
pero sé que es un hombre

Sé más acaso ahora
que lo que siempre he sabido
y más
malignamente

Poco sé
pero sé que es un cura.

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“LA MUJER DE BENJAMÍN” de Carlos Carrera.



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Rolando Revagliatti
nació el 14 de abril de 1945 en Buenos Aires, ciudad en la que reside, la Argentina. Publicó en soporte papel un volumen que reúne su dramaturgia, dos con cuentos, relatos y microficciones y dieciocho poemarios. En ediciones digitales se hallan los seis tomos de su libro “Documentales. Entrevistas a escritores argentinos”, conformados por 159 entrevistas por él realizadas. Todos sus libros cuentan con ediciones electrónicas disponibles en
http://www.revagliatti.com






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