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Julio Vulcano - [Poeta Mexicano]

Foto: Martín Eduardo Serrano Palafox
 Biografía Vulcanina
Julio Vulcano
Nació en San Juan Iztacala, ciudad de México, el 29 de Enero de 1961, (así dice en su acta de nacimiento). Sin embargo, su mamá decía que nació el 16 de Marzo a las 20hrs. Sus padres fueron Julio Serrano Ávila (albañil contratista y comerciante) y María Gabriela Narciso Pérez, (ama de casa, trabajadora domestica y comerciante).


Los años de su infancia los vivió con la familia en Godard 119, colonia Héroe de Nacozari, México D. F. Por su problema visual no le admitieron en el colegio a los 6 años de edad, fue entonces que su abuela materna lo llevó a vivir a San Bartolo Morelos, un pueblo en el Estado de México. Ahí, al tiempo que cuidaba los animales domésticos en el campo, aprendía el alfabeto con su primo Fidencio, en la pequeña troje donde ocasionalmente dormía. Dos años después regresó a la familia para ingresar a la primaria “Vidal Ribero”, en la Industrial Vallejo. Un año más tarde sus padres y hermanos se mudaron a la calle Norte 72A, colonia La Joya, donde después de un año ingresó a la primaria “Jaime Torres Bodet”, al segundo grado; tres semanas después asciende al tercero. Mientras Jorge trabajaba en una carpintería, Martín se dedicaba a la venta de tamales y atole en las esquinas del barrio, a tempranas horas de la madrugada o a altas horas de la noche; ambos para mantener a la familia que, desafortunadamente se desintegró.

En 1972 la mamá y dos hermanos mayores se fueron a vivir a ciudad Nezahualcóyotl, con una hermana mayor; mientras él y sus dos hermanos menores se quedaron con el papá, dejando la escuela una vez más, para vender frutas y verduras en las calles de la Col. Río Blanco durante casi dos años. Muy pronto Valentín se colocó en una tortillería, Andrés en una tienda de abarrotes y Julio en una zapatería.

En 1973 los tres hermanos huyeron a ciudad Nezahualcóyotl y se integraron al núcleo familiar en la calle Guadalupe Victoria (esta vez sin el padre) y ahí se hicieron unas chozas de lámina de cartón, donde vivieron de 1975 a 1978. Una vez más sin escuela, Martín intentó inscribirlos, ya que se preocupaba por la educación de sus hermanos. Y fue su mamá quien los inscribió en la primaria “Cuauhtémoc”, colonia Los Manantiales. En esta escuela es donde Julio escribió sus primeros poemas e inició el camino de la escritura y es aquí donde concluyó sus estudios primarios, por fin, en un periodo de vida “normal”.

Por una intervención quirúrgica al ojo derecho, perdió un año de escuela a mediados de 1978 y Martín, preocupado, lo inscribió en la Secundaria Oficial # 39 “Revolución Mexicana”; al término de esta y después de una segunda operación al ojo izquierdo, por decisión propia ingresó al Colegio de Bachilleres N° 12 de “Nezahualcóyotl”; y al final del segundo semestre, una tercera operación corrigió el estrabismo del ojo derecho Durante el periodo de 1976-1984 escribió y recopiló su primer libro: “Rolando en la Ciudad” (dactilografiado) y concluyó el segundo: “Aurora y Narciso” escrito a Cirila G. (ambos 250 ejemplares, 1986).

En 1985, luego del terremoto, la familia se mudó a Iztapalapa, a la colonia San Pablo. En septiembre de ese mismo año inició el taller de teatro en el CB12 con Filadelfo Sandoval y al inicio del 86 con Rogelio Ramírez; en el 87 entra a la compañía titular de teatro y coro titular del Colegio de Bachilleres ambos. Se integró a los talleres de composición letrística da la UCMC (Unión de Creadores de Música Callejera) y a los cursos de composición y poesía de la SACM (Sociedad de Autores y Compositores de México. Se inscribió en la Escuela de Iniciación Artística # 1 del INBA, para estudiar canto y en el 89 se salió para cuidar a su mamá enferma, llevándola al hospital durante más de un mes, hasta su muerte. 12 días después fallece el papá en su domicilio de Iztapalapa.

Después del deceso de sus padres, su hermana Irma lo colocó en una empresa de intendencia, donde laboró tres años, y aún así su situación económica le obligó a tocar guitarra en las calles y camiones de la ciudad. Fue así como logró la edición independiente de su libro “Protesta General” (1992), donde apareció por primera vez el logo (1989) que lo identifica; ese mismo año se integró a los cursos de cuento, poesía y teatro del Palacio de Minería y del Museo del Chopo.

El encuentro con los “Poetas en Construcción” sucedió en casa de Porfirio García, coordinador del grupo, integrándose a sus talleres literarios (1994), concluyó su tercer libro “Dar a luz al poema”; en tanto terminaba la integración de un cuarto libro, “Yo a través de la ventana”, iniciado en 1989; ambos libros en espera de publicación formal a la fecha y en marzo de 1995 ingresó como cofundador de la compañía de teatro independiente “Alfa y Omega”, con la que viajó a La Habana Cuba en el 98, para participar en un intercambio internacional de teatro “Teatro Comunidad Iberoamericana y del Caribe”. Con estos dos grupos de arte literario y dramático, respectivamente, Julio lleva una buena relación de trabajo cultural y, por supuesto, amistosa.

Vulcano creó el nombre de su propia editorial a mediados 1992 “Trisiderius”. Pero, más que el nombre de una editorial casera es una brusquedad filosófica sobre el yo y el universo que le rodea; y bajo el sello “Trisiderius Ediciones” inició una colección de libros y plaquetas a mediados de 1996: “Florasol” (1996), “Dulce Arrullo” (1996), 97, 98 y 99 escribió 15 fascículos más y en el 2000 otros dos.

A la par de su escritura, entró a dar clases de teatro en el CETIS 57 (96-99), propuesto por su compañera de teatro Lidia Millán, donde escribió: ¿Y dónde está el autor?, obra dramática; y se integró a la Comisión Local para la Preservación del Patrimonio Cultural de Valle de Chalco Solidaridad, laborando en las actividades socioculturales del Museo Comunitario de Valle de Xico y con la Unión Nacional de Museos Comunitarios y Ecomuseos.

A principios del 99 hace su servicio militar como alfabetizador y al mismo tiempo entra a trabajar en la Biblioteca Municipal Dr. Jorge Jiménez Cantú en ciudad Nezahualcóyotl, propuesto por Ana Luisa Calvillo Vázquez, Directora de Educación y Cultura. En este recinto de labor Julio tuvo a la mano toda la literaria y la cultural universal y en este lugar tuvo la oportunidad de escribir más obra literaria.
Virginie C. Rose Priola
CIRILA EN 4ª SONETINA

I

Es la vida el recordarte
en la noche más tranquila,
en la paz que se deshila,
paso a péndulo en el arte.

Sombra aquí y en otra parte
sin cirial... Así, Cirila,
que en tu voz de luz perfila
la virtud del desandarte.

En la estera me destilo,
dulce amor de mi pabilo
y, descalzo en la pendiente,

Ipso facto me levanto;
con murmullo, con mi canto
voy abrupto, voy silente.

II

Mi alma noble te suspira,
desatiende el desacuerdo,
no de loco ni de cuerdo,
no de muerto por la pira;

Sino vate por la lira
que has dejado en punto lerdo,
un amor que incito y pierdo
en tu luz que se retira

Que mi acorde está muy triste
y en arpegios te persiste;
nota en blues levanta en vilo

la quietud de una falacia.
No la dejes sorda y lacia
en la plana de un sigilo.


III

Si de mar te vi vestida
a la pos del embeleso,
por tu azul me desperezo
y en celeste voy por vida.

Vi tu sol en despedida
y tu pelo ir travieso,
un destello de tu beso
anudó mi luna hendida.

Si por aras de tus ojos
me levanto en los abrojos
de una bruma subyacente,

a lo lejos te contemplo
siempre azul de mar complejo;
sueño, al fin, de adolescente.

IV

Mi pequeña en la memoria,
en el tiempo y las esferas;
juvenil ensueño eras,
bella joven ilusoria.

El mirarte era euforia,
era encanto de las Eras.
Te volviste en mis quimeras
rico fruto de la historia.

Por mi bien, por mi mal, fuiste
la razón que aún existe:
tu presencia o tu ausencia.

Hoy rebasas los confines
y en el cielo me defines,
luz y sombra, la existencia.



Y SIN EMBARGO...

I

También los cocodrilos comen,

y los buitres consumen su carroña.

Si el sol alumbra demasiado

puede cegar el pensamiento.

Es mejor una estrella en gargantilla

que una diadema de soles muertos.

Si el viento estelar sembró vida,

más vida le dio a la conciencia.

No está sola la luz de la locura

ni loca la esperanza solitaria.

Tengo sed de miel de ninfa

y mi ánfora se harta de metáforas.

La falacia es yuxtapuesta

y el caos me nutre el poema.

Un cadáver se cubre de frío

y entonces entiendo su idioma.

Los gusanos disfrutan la fiesta

y defecan la luz de las flores.

Alguien siega la vida del profeta;

y su razón aplasta al verdugo.

No todo es misericordia barata

en el patio del vecino con lujo.

No quiere un castillo en el aire,

lo construye sobre los muertos.

En la penumbra del universo

pulsa su erotismo la estrella.

Se ha enredado en el cuello

una serpiente la incertidumbre.



II
También el olvido enseña,

ensancha el conocimiento,

le da fe y razón a la derrota;

no al vencido que se aleja

y se envuelve de penumbras,

para ignorar la faz nocturna,

porque no conoce la luz negra,

la que tiende transparencias,

la que germina seres luminosos,

la que revienta en la coraza

de los seres implacables,

la que nace de la materia

y en la antimateria se consume.

No es cierto que alguien tenga

la verdad absoluta del mundo,

pues ni ha recorrido senderos

ni comprende la idea humana,

ni lleva la virtud de los soles,

ni la única existencia misma.

Puedo estar en un error conmigo,

pero es un error no reconocerlo.


III
También existe el paquidermo,

pero el marfil es más valioso.

Una sombra se mueve con sigilo

y la otra cruza de súbito,

¿cuál de las dos no se nota

en la tela de la certidumbre?

Quizá desaparezca del sistema,

¿A quién interesan mis razones?

Soy y estoy de nuevo conmigo,

y de nuevo me levanto y me elevo,

y crepito y estallo en mil colores.

¿A quién le importa si existo?

Emerjo de las arenas movedizas

y me baño con líquido de estrellas,

la ronda de luces en mi entorno

hace un coro de blues y despedida.

Me alejo del mundo inerme,

pero no para escapar del hastío,

para hacer con hojarasca de otoño

música de cosmos y espíritu.



IV
Igual es negra el alma espesa

que el vacío sonoro del espacio,

es gélido el hedor del fango

y fría la interminable nada,

criogenético capullo del siglo,

sigla que me arrastra al subsuelo.

Hay verdor de amor en el musgo,

plancton que consume mis horas;

con ellas se marchita la idea,

mas la fe pulsa en mis neuronas;

la memoria no es un lastre ebrio,

es el zumo de la misma historia;

si perdí la tristeza y la alegría

en el vaso de un vino candoroso,

encontré el placer de la existencia

en la primera molécula del tacto.

También de asfixia se canta,

si se vive de halógenos y lira

en el dédalo de la locura


V
También la nostalgias es canto,

cuando una mujer se mezcla

con sol, gas y polvos siderales.

El sabor de la piel es distante

a través de un cosmos giratorio.

Entonces es vano el deseo

en la lengua de la iguana celeste.

El acorde de arcoiris se eriza

y punza en la tez de la tristeza.

¿Qué diafragma infla el eco

que no se mece con la duda

ni se torna innecesario?...

Inéscesario, cercano al alma.

Cuánta falta me hace el ocaso,

la pulpa del cariño en Urawa,

el color entrañable del alivio,

el “sí” que musita tu consuelo

en la red de mi aliento silente.

Aquí estoy, contando las sombras

en la noche de la luna incierta,

barajando los ases de otra lira,

de otra razón sin esperanza.



VI
También la sed se hace llaga

en el alma, en la voz, la poesía,

se hace suicidio del sueño

en la transpiración del aullido.

Bebo sangre de luna y caos

en el labio de una copa nocturna.

Duele la cicatriz que se remueve,

igual la herida cotidiana,



VII
Sin embargo, me hundo

en el diapasón del viento,

en el espacio de arena

que me absorbe y colapsa

la última idea inestable.

Luigie enciende la alegría

y disipa la nube del silencio,

es amiga de la transparencia

y certera luz de la certidumbre.

Es hora de partir al vacío,

dejar la memoria en blanco

o iniciar el retorno al negro.


LUNÁTICO

Melancólico, derramo el ocaso,

lo hago violeta y bermellón,

transparente hojarasca,

nido de pléyades agónicas

donde afluyen las sombras;

quizá tú o tu divina persistencia.

Los espejos en el horizonte

tienen tu mirada seductora;

el llanto de una despedida,

el amor que se prolonga

de tu vergel de alegrías

a mi laguna de estrellas;

y pensar que tú eres la galaxia.

Hay un jardín que recuerda mi canto

y la armonía de tu risa;

hay un ruiseñor que mitiga tu tristeza

y un colibrí que traga mi vorágine;

hay un blues que dejó Nietzsche,

con tu mano en mi barbilla

y un beso desbocado muchas veces.

Libero el fín del día,

bañado de golondrinas y palomas,

algunas nubes esculpidas

en lo alto de tu historia,

monumento sideral en la distancia

donde se encuentra el fulgor

de tu silueta, de tu eco.

Cargo con mi costal de pentagramas

y hago un ramo de poetas viscerales.

Me pongo la máscara de Stanislavski

y pinto arcoiris en las heces

que dejó Giovanni Papini en la sed.

Quizás amaste a Paganini en mi alma

o al giróvago que cuenta historias

épicas, anacrónicas, fantásticas;

quizás adoraste al héroe confuso,

con la cabeza entre los pies;

un Picasso sin pincel, un Dalí,

con su sarcasmo en las puntas

de su onírico bigote.

Abriste el fruto de Remedios Varo

en el pistilo de mi lengua;

después de todo, que bueno,

una supernova nos unió

con sus brazos en el bosque;

besamos el licor del cielo,

entre notas alegres y caricias.

Morrison jugaba con nosotros;

los jinetes nos miraban.

Eran Don Quijote y Dulcinea

en un espejo de la sala,

donde aún vibran tus labios.

Virginie Rose levantó a Kafka

que se dolía en mis entrañas.

Beethoven escuchó mi canto de lira,

esta luz que deliró Omar Khayyám,

esta embriaguez que nació de tu boca.

Ya sabrá Sabines de mi locura,

Erasmo de Rótterdam y el indigente

que devora mi poema en la mirada.

¿Qué más puedo esperar

en esta asfixia sin retorno,

en que Porfirio arroja mis letras

al sanitario después de beberlas

y me deja al pie de un poste,

para orinar con tinta de universo

mis viñetas de mermelada hemofílica?

Cómo me hacen falta los ancestros

de Kuitlauak, su filosofía antigua.

¡Que la constelación del jaguar y el Jade

iluminen la oscura dimensión de mi magia!

Lountremont abandonó la razón

en el cofre espiritual del hambriento,

en el esquizofrénico que se arrastra

demente en la mente de Vulcano.

Ser voz en el vértice inestable

que abre la piel del planeta,

esa biósfera que contó Nezahualcóyotl,

cuando atrapó flores para adornar

sus mariposas, sus luciérnagas;

mientras daba a beber poesía

a su pueblo sediento de sapiencia.

Desabrochó el atardecer de mi espera,

de mi agonizante esperanza,

ya fugitiva, ya extraviada

detrás de la membrana del tiempo,

ese impulso gravitatorio

que me provocó Stephen Hawking.

Me encuentro del otro lado

del hoyo negro que me transforma

en átomo de otra molécula,

electrones para otra ionización,

que ni Einstein puede evitar.

Cargo mi caja de estrofas.

Inés, me orillaste al culto de ti,

pues Hermann Hesse no pudo

con mi espíritu escéptico, atómico;

y sin embargo palpita en mi tórax,

justo en el centro del entusiasmo

y en la sombra de tu existencia,

en el acorde perfecto de tus brazos

y mis dedos de molusco.

Mientras, Sastre derrama el deseo

y dibuja en el paraje de Camus

mi cielo de violeta y bermellón.

¿Qué más hay en las voces de nube,

que levantan mi rostro de niebla?

César intentó disipar los fantasmas

que aún danzan en la fiebre

y durmió al pequeño Antoine

en el interior de un verso.

Con sapiencia trepidante,

Maria Luisa, escultora de genios,

irrumpió en forma espontánea

y construyó con su espada

el fín del pensamiento de humo;

ya no el cigarro, sino el café

que dialoga con Beto Vargas

y su carcajada que reanima

al paralítico mental del ju-ego.

Me yergo antes de caer el astro,

al borde de tu estructura;

mientras mi otro yo etéreo,

formado con hormonas femeninas,

playas que palparon mis sentidos

ahora busca, lunático,

la transparencia de tu cuerpo.

Hago un silencio cósmico,

la uña lunar anuncia

que la cobijas de soles ha llegado

para entibiar un nuevo sueño.


CANGREJO

Corren las violetas

bajo las sombras de los árboles,

es tiempo del camaleón

en la hoja de la estrella,

ipso facto el... cangrejo.

Vienen a mi mente Medusa

los seres transparentes,

juegan el polen de mi espera.


EN ESPERA DEL DESTINO

Estaciono la letra

en la playa del cosmos,

éxtasis ideológico

en la pulpa del árbol,

que abriga mi ensueño.

Carcomo el deseo

en segundos de música,

quizá la tortura del reloj

o el aire que abofetea,

a falta de la caricia

que no ha percibido

mi labio petrificado.

El ánima escapa

con mi segundo cigarro,

quizá es el estigma

que carga mi espíritu,

bólido en café caliente,

asciende paulatino

y dibuja tu alegría.

Sé que un minuto

no es suficiente espera,

en diáfano dialecto

del silencio conmigo,

razón en que floreces,

pomposa, fructífera,

en cada nota pentatónica.

Ya no araño el espacio,

pues éste se comprime,

hoyo negro en el vacío,

construcción estupefacta.

Divago armonías venideras

en el fondo de mi abismo,

avieso de famélicas ideas,

sé bien que al final del sino

se haya la linterna del caos.

No habrá planeta que libere

sus alas cuando tú aparezcas,

en este sistema de humanos.

Se extenderán mis raíces

sobre esta mesa cómplice,

y, de sus semillas, brotarán

flores que nutran la milpa

que dejaste sin nubes,

sin besos, sin jacarandas.

Con la brisa se forjará fruto,

porque espero con ansia

la llegada del cariño,

del amor que se asoma

en la nitidez de la caricia,

brillará la nota en sangre

henchida de acordes,

y sentiré la estactita

en la duna de mi tórax.

Mi sentimiento atómico

brotará de las entrañas

y la luz de una sonrisa

alumbrará mis horizontes,

mis sentidos de penumbra;

emergeré en poesía líquida,

y eclipsaré la altura del sol,

hoy que falta tu universo,

en mi sueño de astronauta.

Hay un silencio pautado

en un réquiem raquídeo,

mi pensamiento te llama,

taciturno, saltimbanqui,

con melodías estridentes

en la página del cielo,

una lágrima de luz emerge

y endulza de miel amarga

mi café, el ritual del poema,

sombra que rumora locura,

en la más dura disyuntiva.

La voz de un ancestro gime

la regla del ritmo y descarta

mis los alientos de mi beta,

y se retuerce al conjuro

de mi savia, néctar que brota

por los poros de mi alegría.

Soy desequilibrio afortunado,

verso que me duele tu esencia,

soy trino de falanges sin flauta,

veleta a la deriva que aturde.

Pero he aquí la estrella lejana

que no tarda en resplandecer.

Vale mi espera campesina,

pues mi perenne entelequia

se encuentra a minutos

de la presencia del destino.


MORTINATO

Negro, absolutamente negro

el dédalo que construyó Barragán,

cuando Inés se llevó los últimos

colores de la gestación concreta.

Pacmantizado en el infinito,

encubo la fuente de las ideas,

sarcófago del ken egipcio

que se abrió en mis neuronas,

en mi conciencia sin fe.

Rimbaud y los malditos poetas

tendieron el vergel del mal,

para satisfacer mi podredumbre,

mis sentimientos amordazados

y mis emociones en silla de ruedas;

éstas perecieron en la transfusión

de vocablos sonoros, notas

que alguien se negó a rociar.

Ni las libélulas defecaron

en el calvero de mi prosa;

pero sí un poetastro

clavó su verso en mi espalda.

Mi sangre sarcástica se derramó

en el pasillo de un libro

y en otro cubierto de oropel,

quizá el último suspiro

de un dinosaurio atropellado

en la punta de mi bolígrafo.

Había una falena en la mandrágora

que brotó de mi herida.

No fue Guti Cárdenas quien cantó

al pie del cadalso donde pendía

la metáfora de mi materia,

pues un relámpago de plomo

venció su espíritu análogo.

Martín desintegró los demonios

que perseguían a mi inocencia;

pero no pudo borrar el amor

que Acuña rotuló en mi cripta:

una sarta de letras oscuras,

que no dejan de resbalar y caer

en las lunas ambiguas del árbol.

Sócrates, poderdante del verbo,

dales la cicuta a los necios

que no ven el resplandor

de mis luceros en la nieve,

buitres que consumen mis despojos

en el páramo de Rulfo.

Sé que no sé tocar la poesía

como lo hacía Jimmy Hendrix:

con la lengua en los labios de su lira,

por eso me acribillan desde ayer

los sabios y los idiotas,

los acérrimos enemigos del idioma.

Superego debía defenderme,

pero una negativa lo hundió

en el mar quejumbroso de Alfonsina,

este que ahora rueda inmisericorde.

Llevo soterrado el suicidio

que Adriana sembró en mi canto,

noche sin retorno que me enclaustra;

y soy esfera en la bruma.

Filadelfo sentenció: “negro o blanco”,

y caí en la primera oportunidad,

tan rápido como Janis Joplin

bajó del escenario su tristeza;

que más daba la soledad

de un arcano vestido de azul.

El príncipe Narciso VII

nunca siguió la luz del faro

y yo me perdí en la torre;

tuve que dejarla inesperadamente

por el fango de la locura.

Sabina me dio té de lingüística

en una taza de razón

y brilló el diamante en mi frente,

cuando el Nazcí muerto me dejó.

Me desdoblé ante Rampa

y me eché un clavado eléctrico

en la boca de Sid Vicius.

Desnudé las flores necesarias,

multipliqué las blasfemias

antibióticas, antisépticas.

Gandhi defendió mi ensueño

y formé un ejército de letras

para proteger mi estoica ideología;

y que importaba, si zombi era,

vampiro que me nutría del enemigo,

ente animado por la poesía,

sangre literaria en mis venas.

Ana Luisa depositó mi cadáver

en el banco del conocimiento,

y descubrí al vagabundo de las estrellas

que Oscar Orueta despertó,

con sus ladrillos de frutos antiguos,

símbolos perennes del cosmos.

Esto y los sueños de Bretón

le dieron luz a mi conciencia.

Elevo la pluma y declino la palabra,

que alguien más me juzgue

por defecar mis delirios

en el color rosado de sus cielos.

Después de todo, muerto estoy

en este laberinto coagulante,

donde no se ve, sino se siente

la petrificación total de mi organismo.



LUTO

Mi alma está de luto

y mi pensamiento ahorcado

en el escenario de los locos;

mi bolígrafo se ha vuelto

transparente y divaga

su dictamen subversivo;

mi cabeza se oscurece

y un badajo de sol despierta

la guirnalda de su brisa;

mis uñas se hacen negras

con la tinta de mis versos,

con la ceniza de mi tumba;

mi cripta es ébano y noche

cubierta sombras y temblores.

La luz de Inés se marcha

en esta expansión constante,

ni una esfera de neutrones,

ni una partícula de nebulosa.

Los demonios han muerto

con su rey de infinidades;

y la eternidad divina

sólo es ilusión psíquica.

Podría asesinar esta estrofa

exánime y corrupta,

aniquilarla con un punto

y escapar a otra idea;

pero, entonces… ¿entonces,

de que se alimentarán

los gusanos que miran,

esos famélicos parlantes

que se mofan de tristezas

y que entierran alegrías,

esos que cobran el llanto

mientras devoran carroña,

sus vísceras mentales?

Mis pobres entrañas

las orea el desconsuelo;

mis carnes ensombrecidas

las trituran los reptiles

y mi sangre infectada

la beben las estrellas,

fotobacterias y bufas

que viajan en el metro,

porque no hay piel de astro

que se adhiera a mi silueta.

Ya lejos, ya distante,

ya sin cordón de átomos;

ni siquiera hay esqueleto

en mi conciencia endurecida,

no se ha petrificado mi espíritu,

sólo se evapora, paulatino;

mientras erupto la palabra

y orino el pensamiento;

hay un mingitorio de hojas

donde pueden lavarse los Pilatos,

aquellos que abandonan la piedra.

Magdalena irradió de nuevo;

Inés siempre fue destello.

Yo naufrago en la lengua,

soy pulpo sin sirena…

Tras los puntos suspensivos;

los fotones se resisten

a mudar mis esperanzas,

cardos y cactus frescos

aún adornan mis suspiros;

soy sollozo y soy susurro,

la última definición piadosa

a esta inquietud hiriente;

mi ser araña la existencia

y gota a gota cae la poesía.

Está de luto mi mentira,

andrajos de falacias tuertas;

mi universo ingobernable,

quizá un impulso gravitatorio

abra por fin mi entendimiento,

mi conocimiento de azogue,

estrella pulsar o agujero negro

que consume erizos psicotrópicos

o luces de miradas ponzoñosas…

Creo que he dado en el meollo,

en la membrana exacta del poema;

y caigo como mosca abatida,

en esta fotosíntesis poética:

“oscurecer para alumbrar”.

Julio Vulcano
Todos os Direitos Autorais Reservados ao Autor

Um comentário

Juliana Ponciri disse...

Cheeeeeeeee!!! Enhorabuena!!!
Tus poemas se me salen el almaaaa!!!
Hombre! Como tiene un latir intenso tu poesía!
No sé si porque tengo el del teatro en mis venas... jeje
Sigues asi poeta!
Abrazitos!
Ju Ponciri