No todo está dicho sobre
JLB Ensayos.
Artículos
reunidos en el nuevo número de la revista La Biblioteca indagan cómo dialogan
las nuevas generaciones con el legado de Borges.
Por Nicolas Cuevas
Todos los años son, para
la literatura argentina, años borgeanos. Cuando no se cumple algún aniversario
que justifique, como si hiciera falta una excusa, la relectura de su obra,
aparece un nuevo libro crítico, una semblanza o un conjunto de anécdotas. El
año pasado tuvimos, como highlight , el programa de Ricardo Piglia en la
Televisión Pública; cuatro clases que iban de la importancia universal de
Borges a su relación con la política. Ahora llega una intervención clave: la
revista La biblioteca, gran publicación que produce La biblioteca Nacional, que
ya lleva 13 números en esta nueva etapa, dedica su nuevo número al escritor
argentino, con el título Cuestión Borges .
Como en los números
anteriores, la nómina de firmas que abordan el tema central es notable. Acá
tenemos a especialistas como Jorge Panesi, Beatriz Sarlo, Aníbal Jarkowski,
Sandra Contreras, Martín Kohan, Sebastián Hernaiz, Isabel Stratta y Diego
Cousido. Lo que demuestra esta revista-libro, una vez más, es que no todo está
dicho sobre Borges, ese autor sobre el que se han escrito miles, innumerables
páginas. Todas las escuelas de lectura, además, se concentran en estas páginas.
Daniel Balderston, por ejemplo, acomete una crítica genética para rastrear y
sacar algunas conclusiones a partir de la variación y la diferencia entre dos
versiones que Borges publicó de su ensayo capital, “El escritor argentino y la
tradición”. Lo de Christian Ferrer es más bien memorialista: recuerda, con la
elegancia que define su prosa, un raro encuentro con Borges a propósito de una
entrevista que el joven Ferrer le fue a hacer para una revista anarquista.
Cuando llegaron, él y sus compañeros, Borges les dijo: “Yo pensaba que la única
anarquista viva en la Argentina era Alicia Jurado”. Sandra Contreras cruza a
Borges con César Aira, su objeto fetiche de estudio, como un modo también de
proyectar las derivaciones borgeanas hacia el futuro. ¿Cuáles son los modos que
han encontrado las generaciones que lo siguieron de capitalizar y apropiarse de
su legado? ¿Quién escribirá, en el futuro, la obra de Borges? Esa
pregunta-fantasma vertebra, silenciosamente, como un animal que acecha desde la
oscuridad, todo el número.
Es bastante conocido, pero
digámoslo: este dossier borgeano tiene un sentido especial en el propio
recorrido del escritor. Esta revista la fundó Paul Groussac, a quien Borges
colocó en un lugar mítico en su cosmogonía personal, como esa habilidad
increíble para armarse una tradición en la que se lo pueda leer, hecha de
autores menores, de segunda línea, que terminaron de construir un contracanon
que, al tener a Borges como punta de lanza, se convirtió en el centro mismo del
sistema literario. Ese es un gesto de modernidad de Borges que nadie pudo
superar, y por eso seguimos rindiéndole pleitesía.
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