Zahorí cataléptico [Raúl Allain]
El flujo de la tierra,
por el bullicio, logró traspasar.
¡Qué luz ensordecedora emana consigo!,
es tenue e inverosímil
al parangonar su fuerza con mi enajenación.
Mi oído en ley pasional halla catarsis en la fortaleza;
acostado, hacinando la respiración
y nervioso, destrozando la madera
en cada ahogo inspirado.
La sangre de los nudillos rasgados
deviene en astillas
que se incrustan en mis pupilas,
y desato las rajaduras con mi frente.
¡Destrocé mi cárcel!,
y la tierra me abarca,
nado entre lombrices y gusanos
con la humedad del excremento combinado
que satisface mi lengua.
El aire me esquiva en aumento,
el rasgar de las pisadas crea una premonitoria ilusión,
pues me veo en condición de anacoreta.
El esfuerzo de prepotencia demencial
me guía hacia la salida,
los túneles siempre abiertos,
amoratados terrenalmente,
y la boca cual sorpresa sexual
abierta para una salida inicial.
Cada vez más abocardado,
excitadamente exasperado,
sigo desarmando la tierra.
La luz me posee y huyo erecto de mi féretro,
yaciente sobre la tierra apremiante
despejo mis túneles penetrantes,
observando el ámbito yermo
carente de vida alguna.
En mi lecho abandonado
con la columna yerta
creo una yunta, junto a mi inconsciente;
aprecio el cielo zafirino
siendo zaga su negro continuar,
cierro los ojos y remembro mi vida,
exijo a mi mente su conspiración
para crear un pretexto que sacie mi corazón.
Mi alma desolada contrasta mi mentira infundada
pues sí, codicia y maldad eran partícipes
de mi vida terrenal.
Y ahora el recuerdo, yo, completamente cataléptico
sigue vivo, pero en el olvido espiritual.
La paz de mi cuerpo nunca sería perturbada,
el recuerdo centellante me sugería tal extraña idea
y serpenteando, deshecho por el tiempo,
relato una reja de oro macizo que destella con mi nombre
así existiendo la vivienda de toda clase de orates;
el aire inspirado me hace expectorar sangre
y el recuerdo tenue ahora se densifica.
La superficialidad me abarcó en mi lecho de muerte
adquiriendo un cementerio exclusivo para mi cadáver,
¡dónde se hallaba mi descendencia!
Escuché burlescamente el hablar de un vago
expresando que después de hallar mi fortuna,
mis familiares habrían ejecutado un acto de justicia,
dejarme podrir sólo, por mis actos de codicia y corrupción.
De pronto, por la desesperación
se despejaron mis ojos,
la albura abarcaba los trajes de personas adyacentes,
todo habría sido un regalo del destino,
una premonición por mi condición desconocida de Zahorí
y al percatarme de lo que ocultaban mis parientes en su alma,
me elevé convaleciente,
prendí un puñal, y victimé a cada individuo que disfrutara mi sangre.
Aletargado sobremorí,
presagiando intervalos de humedad carmesí cíclica
debilitándome…
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