Carlos Sanches - [Poeta Argentino]
Poeta argentino que reside en Folignano, Ascoli Piceno, Italia.
Para vivir yo elegí mil embarcaderos inciertos
y anclé mi nave sin presunción ni extravíos.
Llevaba siempre eso necesario dentro de mí
una llama pequeña de luz que brillaba como un faro
y una cantidad imprecisa de palabras sin voz.
Vi cientos de mares que ya no recuerdo con certeza
y una cantidad incierta de aves y peces saltarines.
Las tempestades azotaron mis velas sin abatirlas
y las corrientes me alejaron a veces de la ruta
vientos tropicales y antárticos golpearon mi rostro
sin quitarme esa tenue sonrisa de viajero a la deriva.
Las grandes naves que crucé en mi largo vagabundeo
me hicieron señales de peligros que me negué
[a descifrar.
Los contactos con mis símiles fueron bastante fortuitos
pero siempre ricos en sus matices esenciales.
No acepté jamás pasajeros a bordo de mis
[largas travesías
una cierta timidez de fondo invadía mis palabras
[y mis ojos
mi familiar sensación de extrañeza frente a los espejos.
En mi demora más extensa tuve relaciones apasionadas
y supe por azar que mi hija estaba pronta a partir.
No poseo riquezas que puedan sujetarme como buen marinero
ni acciones de ningún estado ni cuentas pendientes.
Me siento un hombre afortunado en medio del océano
un hombre que nada espera, que nadie espera:
acaso la muerte.
Al hermano Tu Fu
Me quito la camisa humedecida
y la abandono sobre una rama seca.
El cielo recortado de árboles
deja filtrar pocos rayos de luz.
Percibo el olor de la tierra y sus frutos
la voz del viento entre las hojas,
un recital de pájaros en amor
con vuelos veloces y precisos.
Soy un hombre de ciudad
un pobre hombre de ciudad.
Construyo un claro entre las hojas
y abro el libro con los poemas de Tu Fu
escritos hace mil trescientos años,
en otro mundo en otro universo.
Ha pasado tanto tiempo le pregunto
y él me responde: no.
Canto tus poemas al viento
y descubro que es verdad lo que dices
hermano Tu Fu.
La poesía, las nubes y el ajo
Hoy la bolsa bursátil de la poesía
anda un poco agitada por las ventas
la globalización parecía no interferir
en este oficio incierto del más allá.
Me alcé pensando en el menú
las reservas se estaban agotando
y salí con la perra a hacer las compras.
En el pueblo no había señales de guerra
ni siquiera se sentían las bombas
ni los vuelos rasantes de los cazas
descargando su humanidad
entre tantos pobres inocentes.
Habrá aumentado el pan
me pregunté un tanto desconcertado
y Sancha movió la cola para tranquilizarme.
Las frutas y verduras eran frescas
y el cielo nublado
que acechaba esta parte del globo.
Las nubes no tienen fronteras me dije
no tienen patria y se mueven felices
en este cielo inmenso.
Detrás del caserío las montañas
parecían senos gigantescos
veteados por la nieve
sin querer me vino una metáfora
y la anoté en la boleta del gas
que había llegado como siempre puntual.
Habrán resuelto los rusos el conflicto
o pasaremos un invierno al frío.
En el bar las conversaciones eran agitadas
perece ser que quieren comprar un jugador
que de fútbol sabe poco.
En el periódico estaba en primera página
el discurso de Obama
la foto del delirio de Gaza
la polémica de la “zurda” embriagada.
De golpe me vino la duda:
Habrá quedado un poco de ajo en la casa?
Folignano, enero 2009
Imagen recurrente
Una puerta que se abre al vacío
una ventana que no tiene vista
un techo que no cubre el cielo
un pájaro que no sabe cantar
una montaña hundida en un pozo
un sol mísero que no ilumina
un campo donde no crece nada
un viento que no mueve las hojas
un rumor de silencios sordos
una rosa muerta en el camino.
Visión fugaz de un instante
que se reitera en esta vida mía.
Admitiendo que pueda suceder
Cuando yo muera
– admitiendo que ello pueda suceder –
te suplico que seas reservada
no malgastes tus intuiciones
en comportamientos tercos
no te aferres a ninguna fantasía
de reencarnación posible.
No dejes abiertas las puertas
ni cierres tu corazón.
No tendré voz ni gestos
para advertirte sobre el cambio.
Mis ojos pulverizados
no creo que podrán contemplarte
navegando sin forma en el viento
– sería quizás su única aspiración.
No te aferres a ninguna conjetura
a nada que yo pudiera haber merecido.
Me iré liviano de recursos
con las uñas y la barba laboriosas
que me acompañaran en silencio
en su última expresión de crecimiento.
Desásete de los todos los objetos
que yo hacía existir con mi aliento
crea los espacio vacíos que amábamos.
Estoy elaborando sólo una suposición
que me resulta difícil eliminar de las certezas.
Pobrecita Ella
a Gabriel Impaglione
Me pides que mire a este mundo incierto
preconizando cambios profundos
en la jauría de las bestias semi-civilizadas
que se proclaman dueños
que alce la voz contra la injusticia
que devora las manos los ojos el corazón
que invoque una igualdad que desconozco
una repartición ecuánime de los frutos
que el buen Señor ha originado
en su perversa fantasía mesiánica
Mi pobre poesía no sabe producir
alquimias tan perfectas
confinada como está en este cuerpo efímero
en este obrero – sin protección – de la palabra.
He visto encender tantos fuegos
en esta escurridiza existencia
arrasados por el ventarrón de la pólvora
por el ruido ensordecedor de las botas
por la fuerza de los imperios de turno.
Mi pobre poesía no puede remediar
el aluvión zoológico de las huestes.
No por eso mi canto enmudece
no por eso se extingue.
Cambalache
a Nicolás Palavicini
En este cambalache que es la vida
he intentado ser un mercante original
con pésimos resultados.
Entré en cristalerías con elefantes
con boleadoras en hormigueros rojos
fallé la puntuación de mi poseía.
Claro que la sonrisa bizantina
– en los momentos lumpen –
me ahorró entreveros de facones
discriminación de aduanas
vuelos sin paracaídas.
Ahora estoy en un remanso del río
pensando en otro idioma
rodeado de un paisaje
en donde el ombú esta ausente.
En el ombligo está escrito
mi predisposición al tango
a las fugas de Bach
y la metáfora del cóndor.
A veces pienso en Juan L.
en los bárbaros de Kavafis.
Otros veces en sus senos notables.
Las palabras no pueden remediar
este cambalache que es la vida.
Folignano, 2008
Carlos Sanches
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