Sobre
la armonía
Cuando
se habla acerca de que el arte no tiene reglas y por ello todo es posible y
todo cabe, tienen parte de razón, pero solo eso: parte. Es cierto que el arte debe
ser libre, sin limitantes, que el artista debe tener completa libertad creativa
para así transmitir lo deseado con su obra; sin embargo, el uso de esa libertad
no exime al artista de ir al encuentro con la armonía. La armonía se consigue
al estar en proporción, cuando el conjunto y la interacción de distintas formas
encuentran el punto de relación. Una vez se consigue este estado, se puede
afirmar que lo que se está viendo es algo bello. La belleza, creadora del
lenguaje poético, es lo que se ha estado perdiendo en el arte —algunas veces la
belleza se soslaya de forma deliberada para esconder la falta de talento u
otras por el simple hecho de no sentir dicho lenguaje, ya sea porque no han
trabajado lo suficiente en desarrollar tal vinculo, o nacieron incapacitados
para entenderlo—. Al perder este sentido de lo bello, con gran facilidad se
puede caer en la ocurrencia, en la falsa forma, en la expresión muerta que
nadie entiende, no porque no se tenga la capacidad de entender, por ejemplo, un
mingitorio de cabeza, sino porque no dice nada, no hay lenguaje ahí: el que te
provoque sorpresa, rareza o extrañeza al ver una ocurrencia de esa naturaleza
no quiere decir que te esté diciendo algo, es simplemente el hecho de estar
ante algo fallido, como cuando se ve una deformación genética, y ésta te provoca
una sintomatología física y sensaciones superficiales como las ya mencionadas;
es decir, no logra redescubrirte.
La
proporción, la armonía, la belleza no solamente está en obras que transmitan
sensaciones placenteras, de calma, de un encuentro de tonos claros, sino
también en expresiones oscuras, perturbadoras, violentas, que sacudan, y en ese
sacudir encontrar partes de nosotros que provocarán la introspección, la
crítica de nosotros mismos, para resolvernos.
La
continua vulgarización del arte (como lo fue, y acaso lo sigue siendo, el Pop
Art) fomenta el esnobismo; adjudica significados a la palabra, al arte como
ente vivo, errados, que no le pertenecen. Hace de una obra artística un simple
objeto decorativo, una cosa que está ahí para llenar la sala de estar o el
estudio de un coleccionista. Seguir por esa línea, siendo conscientes de ello,
es un acto de genocidio cultural imperdonable.
Y
entonces la cosificación será un hecho consumado, la pérdida del yo estará
garantizada.
Juan Mireles - Escritor (Estado de México,
1984) y director editor de la revista literaria independiente Monolito
(México). Ha sido publicado en la revista española Palabras Diversas
(España), Letralia (Venezuela). Cronopio (Colombia), Cuadrivio
(México), Punto en línea (UNAM.
México), Radiador Magazine (México). Revista
Biografía (Brasil), Cinosargo (Chile), La ira de Morfeo
(Chile-Argentina); Agrupación Puerta Abierta Chile-México. Letras de
parnaso (España), Nagari (EUA), Los sábados, las prostitutas
madrugan mucho para estar dispuestas (España). Almiar (España). Suicidas
sub 21 (Perú); suplemento cultural La Jirafa del Diario Regional de
Zapotlán, Jalisco. La pluma afilada (España). Prologó el libro Job
aterdio del escritor español Javier Sachez. Editorial Seleer. España. 2012.
Participó con el ensayo “La violencia como producto de la sociedad” en el
Segundo Encuentro de Escritores por Ciudad Juárez, simultáneo Colima. Formó
parte del jurado del I Premio palabra sobre palabra de poesía. Blog personal: http://wwwjuanmireles.blogspot.mx/
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Um comentário
Muy interesante el artículo sobre La Armonía, de Juan Mireles.
Cordial saludo
Betty Badaui
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