Poesía para leerse de
noche
Frente al muro blanco que
es negro ahora por la noche, leo o mejor dicho, releo en mi mente algunos
poemas breves de Pizarnik. Imposible leer aquellos en el día, la luz parece
deshacerlos, les seca el jugo, la sustancia que se derrama en cada uno de esos
versos que parecen ser negros pero que no es así, son claros, cristalinos, son
de la mujer que prefiere la noche con los negros que se crean y en ellos la
muerte que pide siempre, porque la vida tiene muchos años y le pesan, nos
pesan. El viento en su poesía es audible siempre de ida, porque así debe ser
para quien mira hacia adelante aunque en ello se llegue a la locura; el ir
siempre adonde se piensa es la forma en que se consigue la paz necesaria para
matar los miedos, consumirlos bajo la clara sombra de la tranquilidad, del
regreso al tiempo, el no sentir pero ser, ser parte de la infinitud que en
vida, a veces, es irrespirable.
Habrá que ir a la noche y
a tantas muertes que consigue la noche, a los miedos que se gestan de madrugada
y crecen y donde la soledad muerde y es cuando uno cree que la vida es mejor no
escribirla en forma de prosa sino de exponerla con poemas, con ritmos insomnes,
cantos callados de una angustia sublime. Me cargo de adjetivos porque a la
muerte, al silencio y a la soledad hay que adornarla para que duela menos, para
hacerla consumible, comestible, blanda diría Dalí, sí, de esta forma es como
debe leerse a la poeta argentina Alejandra Pizarnik; es decir, hay que
devorarla, digerirla, pero sin dejar que el proceso de digestión la vuelva
desecho, mejor, que sea nutriente para que se quede en nosotros aunque a
primera vista su poesía sea dolorosa. No lo es, por el contrario, en su vida
habitó la belleza, supo bien expresarla con el idioma en versos, tal vez no
cayó en cuenta de que en ella habitaba tal belleza, cuando vivía -o sí- y
debido a los embates cada vez más fuertes de la locura propiciaron que no se
diera cuenta del todo. Ya no importa, dejó su esencia en la poesía.
Ahora, en esta madrugada
templada, me detengo para volver a la poesía de Pizarnik, esta mujer que se
entendía con Octavio Paz, que le dedicaba libros y cartas a Julio Cortázar, que
abrazó el surrealismo. Seguiré en su poesía, mientras espero que más lectores
se unan al insomnio junto con ella.
Juan Mireles - Escritor
(Estado de México, 1984) y director editor de la revista literaria y de arte
Monolito (México).Ha sido publicado en la revista española Palabras Diversas
(España), Letralia (Venezuela). Cronopio (Colombia), Cuadrivio (México), Punto
en línea (UNAM. México), Justa Revista Digital de Editorial Jus (México),
Radiador Magazine (México). Revista Anomalía (México), Revista Biografía
(Brasil), Cinosargo (Chile), La ira de Morfeo (Chile-Argentina); Agrupación
Puerta Abierta Chile-México. Letras de parnaso (España), Nagari (EUA), Los
sábados, las prostitutas madrugan mucho para estar dispuestas (España). Almiar
(España). Suicidas sub 21 (Perú); suplemento cultural La Jirafa del Diario
Regional de Zapotlán, Jalisco. La pluma afilada (España). Revista Inopia
(Puerto Rico). Textos suyos han sido integrados en la antología Memoria 2012
del club de escritores Palabra sobre palabra publicado por Editorial Círculo
Rojo (España). Prologó el libro premiado Job aterido del escritor español
Javier Sachez. Editorial Seleer. España. 2012. Participó con el ensayo “La violencia
como producto de la sociedad” en el Segundo Encuentro de Escritores por Ciudad
Juárez, simultáneo Colima. Formó parte del jurado del I Premio palabra sobre
palabra de poesía. Mantuvo por un año (2012) el espacio Cuentos que me cuento
en la web española (ya desaparecida) La pluma afilada (España). Actualmente
mantiene una columna semanal en Revista Biografía (Brasil).Blog personal: http://wwwjuanmireles.blogspot.mx/
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