Lisandro González: sus respuestas y poemas
Entrevista realizada por
Rolando Revagliatti
Lisandro González nació el
14 de marzo de 1973 en la ciudad de Resistencia, provincia del Chaco, la
Argentina. Reside desde los cinco meses de vida en la ciudad de Rosario,
provincia de Santa Fe. Es abogado. Ha colaborado, por ejemplo, en los diarios
“La Capital” de Rosario, “El Litoral” de la ciudad de Santa Fe, en las revistas
“Letracosmos”, “La Costurerita”, “El Vendedor de Tierra”, “Facundo”, “La
Guacha”, “Poesía de Rosario”, así como en publicaciones periódicas de Uruguay y
México. Poemas suyos fueron traducidos al portugués. En 1996 obtuvo el segundo
premio en la Bienal de Arte Joven organizado por la Federación Universitaria de
Buenos Aires. En 1999 fue miembro del jurado del concurso de poesía organizado
por la revista “Los Lanzallamas” y en 2003 del concurso juvenil de cuentos a
partir de la obra de Leónidas Gambartes, organizado por la Municipalidad de
Rosario. Entre las antologías en las que fue incluido, citamos: “11 jóvenes
poetas – Homenaje a Edgar Bayley”, “Los que siguen – Veintiún poetas rosarinos”
(2002), “Perras”, “Fin zona urbana”, “Café con letras – Poetas de Rosario”
(1997), “Retratos de poetas” (2000), “Dodecaedro de poetas”, “Álbum de poesía
mundial 2014” (Porto Alegre, Brasil, julio 2014). Integra el CD “Voces de
Poetas” (1999). Poemarios publicados: “Esta música abanica cualquier corazón”
(Homo Sapiens, 1994), “Leña del árbol erguido” (Ediciones Poesía de Rosario,
2000), “Hobbies de hotel” (Ediciones en Danza, 2004), “Intervalo lúcido” (ASDE
Asociación Santafesina de Escritores, 2007; Primer Premio “José Rafael López
Rosas” 2007), “Los cauces vacíos” (Ediciones Poesía de Rosario, 2011),
“Política del otoño” (2013; Premio Nacional “Luis Di Filippo” 2013), “Poemas
lumbares” (2014; Premio Provincial “José Pedroni” 2013).
1 – Integraste un llamado proyecto de
escritura colectiva: “El Aro en la Lengua”, junto a Ricardo Guiamet, Federico
Tinella, Germán Roffler, Patricio Valverde, Fernando Marquinez, Roberto Lobos y
el fallecido poeta Fabricio Simeoni. ¿Quiénes generaron la propuesta y en qué
consistió exactamente? ¿Cómo procedían y durante qué lapso? ¿A qué resultados
arribaron? ¿Socializaron ese quehacer? Y ya en otro orden: ¿Por qué ocho
varones… y ninguna flor?
LG - La realidad es que el proyecto,
según creo recordar, no fue algo programado, sino que resultó consecuencia de
una serie de cenas que en esa época se hacían en casa de Fabricio. No te puedo
decir si nos reuníamos con regularidad, pero durante el 2004 nos juntamos bastantes
veces. Laburábamos “en vivo”, pero puede
haber habido alguna experiencia vía mail. Seguramente el que impulsó la idea
fue Fernando Marquinez –él es un poeta que recién este año editó su primer
libro en solitario y que participó en varios de manera colectiva-. Usamos
distintos métodos, partiendo en general del clásico cadáver exquisito. Unos
poemas también se generaron, a sugerencia de Ricardo Guiamet, tomando como base
la serie del matemático Fibonacci. Se escribieron un buen número de textos –la
mayoría de tono onírico- con la idea de poder publicarlos, pero llegamos a imprimir plaquetas que repartimos en la
edición de ese año del Festival de Poesía de Rosario (y que acompañamos con
remeras alusivas). Precisamente hace poco Fernando nos ha movilizado para ver
si sacamos un libro ahora. La ausencia de damas se debió simplemente a que se
trabajó en reuniones de amigos varones.
2 – Hemos nombrado a Fabricio Simeoni
(1974-2013). Mi único contacto con él ha sido un par de intercambios de libros
a través del correo postal. En cambio vos lo has tratado mucho. Otros, que como
vos lo han tratado a Fabricio, seguramente agradecerán, Lisandro, que lo
evoques como persona y nos des tu opinión sobre su poética.
LG – Se acaba de cumplir un año de su
fallecimiento y realizamos un acto en una cortada de Rosario, la cual –merced a
un proyecto donde tuvo mucho que ver el escritor local Marcelo Scalona- ahora
lleva su nombre. Es paradigmático, porque en la esquina hay un bar donde
Fabricio coordinaba un ciclo, una parrilla donde se lo solía ver y un boliche
donde también él era habitué. Como poeta laburaba sobre paisajes surreales
urbanos; jugaba mucho con las palabras,
tanto con los sentidos como con el sonido, en clave de distorsión. Era un tipo
lúcido y de gran ironía. Yo veía que todos los años editaba más de un libro y
consideraba si no debía dejar decantar más los textos. Pero creo que él
percibía que, dada su condición física –padecía una atrofia muscular que lo
confinaba a una silla de ruedas y no le permitía moverse-, no iba a tener
demasiados años por delante y aprovechaba todas las posibilidades editoriales.
Sostuvimos nuestra amistad durante alrededor de quince años. Te llamaba la
atención su estado, pero enseguida, cuando entrabas en confianza, hasta se
generaban chistes que él mismo propiciaba. Cuando sus actividades lo dejaban en
el centro por la noche, te llamaba y te ibas a cenar con él y en esos
encuentros conocías gente que él aglutinaba. La verdad es que la pasé muy bien,
me divertí un montón y se lo extraña mucho –como poeta, pero yo, egoístamente,
como amigo y compañero-.
3 – Vayamos al título de tu cuarto
libro: es a modo de introducción que instalás una frase de “De la sucesión
testamentaria” de nuestro Código Civil, donde aparece “intervalos lúcidos”,
así, en plural, y enigmáticamente firmado con dos iniciales: V. S. Ilustremos a
nuestros lectores: las secciones son “Cromático sombrío”, “Intervalo lúcido”,
“Papeles personales”, “Mantel al viento” y “Bestiario”. ¿Cómo “se te fue
armando”, por qué estas secuencias, por qué el “intervalo” prevalece y nombra
al corpus?
LG – Sí, podría haber sido menos
enigmático: “V.S.” no es nada menos que Dalmasio Vélez Sarsfield, redactor del
por ahora vigente Código Civil. Dado que mi profesión es la de abogado y
siempre trato de mantener separadas las actividades y sus campos respectivos,
esto me lleva a exagerar, como en este caso. Las secciones en que se divide el
libro responden a que intento agrupar los poemas con algún sentido –fue el
poeta rosarino Hugo Diz, quien me ayudó con gran generosidad cuando di mis
primeros pasos en la poesía y me enseñó muchas cosas, el que me señalaba que
los libros no debían ser meros agrupamientos de poemas y convenía procurar
dotarlos de alguna entidad de obra-. “Cromático sombrío” son poemas de amor;
“Intervalo lúcido”, textos vinculados al acto creativo (asunto que a mi pesar
suele ser recurrente en mi poesía); “Papeles personales”, un par de poemas para
mis padres; “Mantel al viento” corresponde a textos publicados en la antología
temática “Pulpa” -que reunía precisamente poesía vinculada al alimento-; y en
“Bestiario”, como el nombre lo indica aparecen animales –de manera bastante
simbólica, ya que si bien los respeto y no apruebo el maltrato, no soy un
amante declarado de ellos, y de chico sólo tuve una tortuga, y ahora, por mis
hijas, unos peces-. Sobre la recurrencia del título “Intervalo lúcido” en
varios poemas –además de darle nombre al volumen-, responde a una iniciativa
que tomé de Eduardo D´Anna en su libro “La montañita”, donde titula varios
textos precisamente así : “La montañita”. Me parece interesante pensar el lapso
de la creación como un intervalo lúcido en el remolino de tantas otras
actividades. Eso no quiere decir que la lucidez de los poetas se pueda dar
únicamente en esos momentos. En mi caso, en el remolino, son sí intervalos
–aunque uno procure tener las antenas atentas el mayor tiempo posible-. Es un
libro al que le tengo particular cariño, y además la edición, un aliciente. Fue
merced a la obtención de un premio; y la noticia la recibí en un año donde me
encontraba en una muy mala etapa laboral –no por lo económico, sino por el
agobio que sentía donde trabajaba en esa época-.
4 – De “Pulpa” no sabía hasta ahora.
Y tampoco tenía presente, hasta que lo leí en tu currículum, otras dos
antologías cuyos títulos me despiertan curiosidad –porque viste que la
curiosidad parece que está dormida y necesita ser despertada, ¿no?-: “Perras” y
“Fin zona urbana”. Entre quienes nos estén leyendo, Lisandro, tenelo por
seguro, están los que con la curiosidad despierta quisieran que les cuentes
–algo ya apuntaste sobre “Pulpa”- con
detallismo sobre esas tres antologías. ¿Quiénes han sido los seleccionadores,
qué autores las integran, qué características gráficas tienen, qué te parecen a
vos…?
LG – Primero me voy a referir a
“Perras”, porque las otras dos tienen una vinculación. Fue una antología
temática de poetas argentinos que seleccionó Javier Cófreces a raíz del
fallecimiento de su perra Mireya, publicada por el sello “Ediciones en Danza”.
Como él explica en el prólogo, hay poemas sobre perros de autores de su
biblioteca y otros que les fue pidiendo a poetas amigos, entre los cuales tuve
el honor de ser incluido. En mi caso compuse un texto para la ocasión –que
podría haber estado entre los del Bestiario de “Intervalo lúcido”-. Compartir
un libro con Joaquín Giannuzzi, Juan L. Ortiz., Miguel Ángel Bustos, Héctor
Viel Temperley, fue una alegría y orgullo enormes. La integran cuarenta y cinco
autores, en su mayoría con un único poema.
Respecto a “Pulpa” y “Fin zona
urbana” tienen un antecedente que fue “Los que siguen”, una selección de
autores rosarinos de 2002. En este volumen, inspirados por “Poesía viva de
Rosario” de 1976, junto a Abelardo Núñez
intentamos reunir a poetas locales que nos fueran afines generacionalmente –con
un criterio bastante laxo- y así llegamos a los veintiuno. Hubo gente que no
quiso, por diversos motivos, participar y otros no incluidos que deberíamos
haber convocado pero, así y todo, creo que dio un buen panorama de autores que
en aquel entonces rondaban los treinta años. Dos años más tarde apareció
“Dodecaedro de poetas”, que reunió a once poetas que ya habían sido incluidos
en “Los que siguen” más la prologuista de aquel libro, Beatriz Vignoli. La
edición la hizo el Concejo Municipal merced a la gestión de María Paula
Alzugaray y tuvo como eje temático la ciudad. A partir de ese libro, y siempre
a través de la convocatoria, gestión e impulso de María Paula, se editaron tres
antologías temáticas más. “Pulpa” en 2006, “19 de fondo” en 2008 y “Fin zona
urbana” en 2010. Los temas fueron respectivamente el alimento, la construcción
y el campo. Y está próximo a salir “Abat-jour”, sobre la noche. El elenco de
cada uno de los libros ha permanecido, en algunos casos, y en otros ha ido
mutando, pero siempre con las características de ser autores locales y con
alguna proximidad generacional. Si observamos los integrantes de “Los que
siguen”, nos mantenemos once poetas de los diecisiete que van a aparecer en
“Abat-jour”. Siempre se han incluido varios poemas por autor. La gráfica de los
cinco libros ha sido muy cuidada y además, salvo “19 de fondo”, que se abre con
un breve texto de Clorindo Testa redactado para la ocasión, cada libro incluye
un prólogo escrito por críticos locales (Claudia Caisso, Vignoli, D´Anna y
Diego Colomba).
5 – Démosle un lugar al CD. ¿Las
voces de qué otros poetas integran “Voces de Poetas”? ¿Quién lo produjo, dónde,
quién seleccionó, cómo se distribuyó…?
LG – Fue un proyecto que llevó a cabo
Guillermo Ibáñez –de entre muchos otros donde generosamente me ha dado cabida,
como en la revista “Poesía de Rosario” que edita desde el año 1993 y cuyos
últimos números han sido digitales-. EL CD incluyó la voz de veintiún poetas
rosarinos (Omar Aguiar, Alzugaray, Marcela Armengod, Adrián Oscar Bussolini,
Ana María Cué, D´Anna, Diz, Ibáñez, Victoria Lovell, Abelardo Núñez, Jorgelina
Paladini, Héctor Roberto Paruzzo, Héctor Aldo Píccoli, Alejandro Pidello, Ana
Russo, Armando Raúl Santillán, Hugo Sciambarelli, Uribe, Eduardo Valderde,
Alberto C. Vila Ortiz y yo) y la edición se hizo en el estudio de una radio
local (“FM Tango”). De los detalles técnicos no te puedo decir demasiado y en
cuanto a la distribución se encargó el propio Guillermo. A propósito de tu
pregunta, ahora hay un sitio web llamado “Sonidos de Rosario”, sostenido por
Adolfo Corts y Diego Colomba, que funciona como un archivo digital de sonidos y
posee una sección específica que es “Salón de Lectura”, en la cual llevan
registrados más de cien escritores, entre poetas y narradores. Al principio
fuimos convocados los locales pero se ha ido expandiendo. Ambos proyectos (el
CD y el sitio) tienen, en mi opinión, un enorme valor documental.
6 – ¿Cuánto hace que colaborás en
algunos medios con comentarios bibliográficos? ¿Son sólo bibliográficos o has
incursionado en otro tipo de reseñas? Y desde acá, lo principal: ¿Qué debe
preponderar en un digno comentario? Debés de tener periodistas o escritores que
valores por la perspicacia y la buena pluma a la hora de analizar: ¿Quiénes
son? ¿Qué destacás de cada uno de ellos?
LG – Los primeros comentarios de
libros que publiqué fueron incluidos en el antiguo suplemento literario de “La
Capital” de Rosario, en la década del ‘90. Siempre me he limitado a reseñas
bibliográficas de libros de poesía. Aclaro que lo mío son impresiones de lector
y que al carecer de formación académica no tengo el bagaje para incursionar en
la crítica. También recientemente me ha
tocado presentar una serie de libros, de Fernando Marquinez, Martín Carlomagno,
Diego Colomba, Orlando Valdez y Carlos O. Antognazzi. Me parece que una reseña
no debe abrumar, sino hacer de puente a la obra, señalando tanto lo bueno como
lo malo. La crítica contemporánea ha caído en excesos que han provocado que el
crítico degluta al escritor en algunos casos. De todos modos hay mucha gente
que trabaja y muy bien pero, para nombrar a un par, en este momento se me
vienen a la cabeza los poetas Colomba y D´Anna. Diego, con una mirada muy
atenta sobre la producción actual, publicó recientemente un libro de reseñas y
críticas, “Mesa de novedades”, y Eduardo ha estudiado concienzudamente la
literatura de Rosario, de una manera exhaustiva y orgánica.
7 – Entre 2000 y 2003 -¡qué años,
Patria mía!- coordinaste un Ciclo de Lecturas: “La Poesía en los Bares”. ¿Fue
tu única experiencia como organizador? ¿Qué criterios aplicabas en la
programación? Supongo que era con invitados. ¿Cuántos cada vez? ¿Con qué
frecuencia? El plural “bares” me dirige hacia una propuesta itinerante: ¿era en
diversos bares? ¿Lecturas de poesía y también de prosas breves? ¿Habilitabas un
espacio para lecturas no programadas? ¿Qué sabor te dejó –y no me digas que
todo fue maravilloso-?
LG – Sí, diría que fue mi única
experiencia, al menos orgánica, en coordinación de lecturas. Era un ciclo que
sostenía la Municipalidad de Rosario. En general, y como la frecuencia era
semanal y durante la mayor parte del año, se trataba de dar cabida a todos los
poetas locales. Lógicamente que teníamos algún mínimo criterio de selección,
pero la idea era que fuera un espacio abierto. (Recuerdo que por no incluirlo
me gané la antipatía de un colega abogado, cuyos textos eran impresentables.)
Las lecturas no pasaban de tres o cuatro poetas y algunas veces con la compañía
de algún músico. Seguramente se ha leído alguna prosa breve también. Los bares
iban mutando. No había micrófono libre –nunca se me ocurrió tampoco-. La verdad
es que fue una linda experiencia que me permitió conocer y escuchar diversas
voces. Lo pude hacer, en realidad, porque era soltero y no tenía hijos en esa
época, y contaba con mayor disponibilidad horaria nocturna. A veces era un poco
cansador y no siempre la convocatoria resultaba la esperada –incluso un par de
veces los propios poetas faltaron-, pero el balance es positivo y me quedan muy
buenos recuerdos. Tengo en mi casa todavía un cuaderno –de esos contables de
tapas duras-, donde dejábamos que el público escribiera sus sensaciones. Valió
la pena. Unos años después hubo un ciclo que disfrutamos mucho, “Poetas del
Tercer Mundo”, que se hacía los días lunes y que condujo con mucha energía y
buena onda la poeta Alejandra Méndez junto a Leandro Llul. Culminó incluso con
la publicación de una antología de las lecturas que se hicieron.
8 – “Hobbies de hotel” está hilvanado
a través de los sectores “Un amor de película”, “Repaso por la vida de unas
lunas”, “Tres baladas para chico migraña”, “Hobbies de hotel”, “Poemas de un
día”, “Personajes”, “Deliciosas criaturas perfumadas”, “Política”, “Sólo tierra
mojada” y “Con la última sombra”. Sin esmerarse, cualquiera advierte una
rareza: el sector “Política” está constituido por un único verso en la página
67 (y no resaltando en el centro de la página, sino en el ángulo superior
izquierdo): “los tuertos abdican” (las comillas son mías). Y esta contundencia
la instala un poeta que es abogado (y abogados con fuerte inclinación por el
ejercicio de la política, siempre hubo). ¿Está todo dicho, Lisandro, en ese
verso solitario, o podrías desarrollarlo, o acotar?
LG – Si bien mi poesía no es política
–sin perjuicio de la posibilidad, en definitiva, de que “todo” sea político de
algún modo, por acción u omisión- me pareció que no podía dejar pasar por alto
el descalabro del año 2001 y en ese verso traté de volcar mi escepticismo e
ironía. Mi actividad profesional, a propósito de la pregunta, no ha estado
nunca vinculada con la militancia ni con la actividad política. Y en cuanto a
mi poesía en general, creo que dos o tres textos que incluí en “Fin zona
urbana” estarían vinculados a lo “político” concreto, en tanto la temática del
campo me permitió volcar alguna crítica al sector rural.
9 – Y hay otra política, la del
otoño: en efecto, por “La política del otoño”, con un jurado integrado por
Marcelo Leites, Liana Friedrich y Carlos O. Antognazzi, la Asociación
Santafesina de Escritores te otorga el Premio Edición en el Certamen de Haikus
“Luis Di Filippo” para poetas argentinos. Consta en el volumen: el poeta
entrerriano Marcelo Leites “fundamenta su decisión en que el trabajo presenta
no sólo una métrica ajustada al haiku tradicional, sino que además contiene
imágenes transcendentes”. Me atrajo en particular que resalte el respeto a “una
métrica ajustada al haiku tradicional”. ¿Cómo se fue generando esta colección y
durante qué lapso? ¿Quiénes son para vos los insoslayables cultores de esta
estructura poética en Japón, y quiénes en otros países?
LG – La realidad es que tenía algunos
haikus escritos de manera un poco dispersa, pero cuando vi la convocatoria al
concurso me pareció una buena oportunidad para sistematizarlos y generar otros,
a veces sobre la base de poemas ya escritos. El trabajo con métrica, si bien no
es mi ámbito natural ni donde me siento más cómodo, me interesa e incluso en
“Los cauces vacíos” publiqué una serie de sonetos. El otoño del título hace
referencia a esa estación del año 2012, cuando se fue gestando el libro. Debo
confesar que la poesía oriental siempre me ha interesado pero no soy un erudito
en materia de haikus. No puedo dejar de mencionar a Basho entre los clásicos y
más cerca en el tiempo al mejicano José Juan Tablada (1871-1945).
10 – Es posible acceder en
http://lisandrogonzalez.blogspot.com.ar a una muestra de tu quehacer hasta
2009. ¿Por qué no lo proseguiste? ¿Lo retomarás? Y, ¿cuáles son tus revistas y sitios de
literatura favoritas? ¿Qué pensás de la utilización del espacio virtual como soporte
para la publicación de revistas literarias, páginas personales y libros
electrónicos? ¿Advertís mayores ventajas que desventajas comparativas en el uso
del espacio digital, en lugar del soporte tradicional (papel)?
LG – Respecto al blog, en aquel
momento era el formato virtual más en boga. Ahora creo que por la difusión de
otras redes –fundamentalmente facebook-, ha perdido alguna relevancia. Lo armé
ese año y lo debo haber actualizado sólo dos o tres veces, más que nada por pereza. Incluso los comentarios se
han llenado de spams. La verdad es que no tengo pensado cargar nuevos
contenidos. Utilizo bastante la web e incluso leo bastante a través de la
tablet o también del teléfono, pero no hay páginas que siga demasiado. Me valgo
de los buscadores para dar con determinados contenidos. Igualmente quiero
destacar un sitio que sostenía la poeta rosarina Ketty Alejandrina Lis
(“Poéticas”, el cual me parece que ya no está en el éter), que tenía muchos
libros completos, de difícil acceso en papel, y que aproveché mucho durante el
episodio de mi hernia de disco (recuerdo concretamente la lectura de los
acmeístas rusos). Y en la actualidad la “Biblioteca Parlante Haroldo Conti”,
que posee una cantidad muy importante de archivos de libros para bajar y además
grabaciones. En cuanto a la comparación, entiendo que cada soporte tiene sus
ventajas y sus posibilidades pero, al menos al día de hoy, supongo que el libro
en papel conserva una mayor jerarquía, además del valor sensorial en sí.
Personalmente, si tengo verdadero interés en que alguien lea algún material
mío, salvo que sea algún amigo de confianza, creo que lo comprometo más al
enviarle un libro (o al menos un ejemplar fotocopiado si no me quedan más)
antes que un archivo digital.
11 – Participaste en el Festival
Internacional de Rosario en 1997 y en 2004: ¿cómo recordás aquellas ediciones
–V y XII- y cuál es tu visión de cómo ha seguido desarrollándose? ¿Qué
propondrías, qué le estaría faltando?
LG – El formato general de esas dos
ediciones fue bastante similar, ya que los organizadores eran los mismos y la
mayoría de las actividades se hacían en el Centro Cultural “Roberto
Fontanarrosa” (en ese entonces “Bernardino Rivadavia”). La lectura del ‘97 tuvo
como particularidad que fue en el marco de una mesa de poetas jóvenes, muchos
de los cuales son, al día de hoy, compañeros generacionales. Incluso recuerdo
que con la poeta y amiga Alicia Salinas nos conocimos en esa ocasión
precisamente. Me tocó también participar en la edición del año pasado, a raíz
de haber obtenido el premio provincial José Pedroni. Fue trascendente leer con
Mirta Rosenberg, quien obtuvo el premio por obra édita. Desde hace unos años
cambió la conducción e incluso se dejó de centralizar las actividades en el Fontanarrosa
(aunque en 2014 retornaron a esa sede). Quizá tenga que ver con los recursos,
pero antes se veían más voces extranjeras y una mayor heterogeneidad en los
registros. Ahora predomina un discurso más postnoventista. Creo que un buen
ejemplo es “30.30”, una antología nacional de poetas de hasta treinta años,
editado y presentado en el marco del Festival en 2013.
12 - Dice Raúl Gustavo Aguirre en
“Las poéticas del siglo XX”: “El poeta nos da otra cosa: una palabra que –fácil
o difícil, accesible u oscura, escrita para unos pocos o para unos muchos- es,
todavía, la palabra de un ser humano.” ¿Poetas que admires de palabra fácil o
difícil, de palabra accesible u oscura, de palabra escrita para unos pocos o
para unos muchos…?
LG – Precisamente Raúl Gustavo
Aguirre junto a Edgar Bayley son poetas que admiro –y, por extensión, a la
“generación del ‘50”-. (No entiendo por qué razón al día de hoy no se han
podido editar las obras completas de R. G. Aguirre.) Sin utilizar palabras
difíciles y evitando el hermetismo han escrito una poesía radiante y profunda,
de grandes imágenes. Y en la dicotomía “fácil-difícil”, con todas las comillas
que puedan caber, podría pensar en Nicanor Parra y César Vallejo. En nuestro
país dos poetas que me parece resultan fundacionales, en cierto sentido, son
Juan L. Ortiz y Oliverio Girondo, con registros y paisajes tan diferentes cada
uno. Digamos que, de modo general, me interesa cuando la oscuridad surge de las
imágenes más que de una sintaxis quebrada o de un léxico culterano. Y no puedo
dejar de mencionar, no sólo por la ayuda personal que me brindó, sino por la
admiración para con su obra, a Hugo Diz.
13 - Julio Cortázar revela por ahí
que un amigo suyo por el que se sentía querido, José Miguel Oviedo, en la época
cuando sólo conocía de él unos pocos poemas que le habían sido publicados,
afirmaba que ellos eran “conmovedoramente malos”. ¿Ubicarías poemas
“conmovedoramente malos” entre tus propios textos?
LG – Ya que mencionás a Cortázar, me
quedo con el narrador. Y algunos textos de “Salvo el crepúsculo”, por ejemplo,
me parece que se quedan en meros juegos de palabras inocentes. Pero en cuanto a
mi escritura, desde ya que encuentro innumerables textos malos y
“conmovedoramente malos”. El adjetivo “conmovedoramente” me da a pensar en algo
escrito demasiado desde el sentimiento y el corazón y que, por esta razón,
desbarranca. Concretamente, hace unos días mis padres encontraron unos haikus
de hace muchos años que le escribí a mi padre, los cuales son muy flojos. Y
para textos malos sin la excusa de la emoción, pienso en un poema que incluí en
“Los que siguen”, que pretendió ser “experimental”, basado en recortes de un
texto en prosa.
14 - ¿Con qué poéticas dialoga tu
obra? Y a dos décadas de tu primer libro: ¿Cómo describirías el desarrollo de
tu poesía desde “Esta música abanica cualquier corazón” hasta el último?
LG – Resulta un tanto complejo
establecer los posibles parentescos con otras poéticas, no porque no los haya,
sino porque me falta la objetividad para hacerlo. He tratado de prestar
atención a lo que han escrito los poetas rosarinos que me preceden y también a
mis compañeros de generación. Hay gente de mi edad fuera de Rosario con la cual
mantengo vínculos, como Emiliano Bustos, Martín Carlomagno, Lautaro Ortiz y
Carlos Juárez Aldazábal. Me referí además a la generación del ‘50. La
posibilidad de la imagen del surrealismo, de manera atemperada, ha estado
presente también. Sí creo que mi poesía es claramente urbana y me siento muy
influido por la música –el rock fundamentalmente y algo de jazz-. En lo que
hace al desarrollo, supongo que los primeros poemas eran un poco más inocentes
y etéreos, pero no sé si he podido despegarme de determinadas imágenes y temas
que de algún modo están siempre presentes. Y la ironía podría ser otro de los
recursos de los que intento valerme.
15 - ¿Cómo te cae, cómo procesás la
decepción que te produce cuando una persona te promete algo que a vos te
interesa -y hasta podría ser que no lo hubieras solicitado-, y luego no sólo no
cumple sino que jamás alude a la promesa?
LG – Es amplia la pregunta, porque me
ha pasado no sólo en la poesía, sino en mi vida afectiva y laboral. En general,
estas situaciones me generan ansiedad, luego paso por un período de
semi-incredulidad y finalmente termino en la etapa de resignación. Acotándolo a
la poesía, me ha pasado que se me ha convocado a proyectos que luego se han
frustrado por diversas razones o incluso donde luego se me ha excluido.
Lógicamente que estas cosas molestan y decepcionan, pero he tenido enormes –y
siempre más- satisfacciones, además de las que brinda la escritura en sí de la
poesía.
*
Lisandro González selecciona
para acompañar esta entrevista, en diciembre de 2014, seis poemas de su
autoría:
DE REFILÓN
En el velorio de la tarde
cae una rodaja, se corta un
péndulo.
Alguien
en el último espejo
escribe. Tersos baldíos.
Todo sucede
en el pequeño tamaño de las
horas.
Hasta brotan cigarrillos
en rosas de cobre.
Umbrales alambran
otras memorias.
Y un tango. Cuelga
de una pieza con aliento a
polvo.
Y el cielo, que deja de lado
algunas nubes.
(De “Esta
música abanica cualquier corazón”)
*
DEGRADACIÓN
La luna se arqueaba
cuando le tocábamos la
punta.
Su movimiento
era éxtasis, locura.
Pero un día
no dejó que la volviéramos a
tocar.
Ahora la luna,
estrellas
son simples elementos
decorativos.
(De “Leña del árbol erguido”)
*
OCHO (PARADO EN EL MUELLE)
un pez fuera del agua
se pregunta por la altura de
los edificios
por ese extraño color azul
celeste
de la muerte posible
-las aves recortan
ese gelatinoso panorama
hasta que la mano del
pescador
lo vuelve al agua-
¿será “otro” ese pez
que palpó otra muerte
diferente
a la que le espera
una o dos horas más tarde
en la boca de un pez mayor?
¿será entonces pez muerto,
comido
pero no “pescado”?
¿o será
ese par de horas
otra forma de salvación?
(De “Intervalo lúcido”)
*
ROCK SINFÓNICO
tardes adolescentes
la música será un ancla
que se arroja
a tu interior
flotan un caballero
y un bufón
en esas aguas pesadas
de peces de plomo
y sirenas
tremendamente esquivas
(De “Los cauces vacíos”)
*
¿y para quién será lo que has
amontonado?
Lucas,
12-20
la última cosecha
pone en la disyuntiva
de seguir ocupándose en
acumular ganancias
o dar el campo en alquiler
y dedicarse sólo a
descansar, sí
pero sobre todo a disfrutar
los beneficios de una vida
de beneficios
éstos y no otros
pensamientos ocupan la cabeza
del conductor de la 4 x 4
que a 160
toma con cierta displicencia
la curva
que lo toma, lo vuelve carne
entre hierro retorcido
chamusca esa disyuntiva de
prosperidad más o menos cómoda
los graneros repletos, pero
de sangre
y la misma disyuntiva del
ángel
en susurrarle
durante la curva
algo
“un acto de contrición da a
un alma la salvación”
Graham Greene: “Brihgton, Parque de diversiones”
(De “Fin
zona urbana” – Antología de poetas rosarinos)
*
¿Dónde irá con esos poemas
mordiéndole los talones
-sacudiendo los pies
para que no estorben,
no piense ni lo que pasó
ni lo que pudo-?
Sí, desde la altura
se observa esa mujer
que huye de poemas
escritos no por mano del
hombre que la amó
y ensayó versos
en el fragor del amor o
desaliento
si no de sus poemas propios.
Raras criaturas
crecidas del musgo del
horror.
(Anna
Ajmátova corre por calle Italia…)
(De “Poemas lumbares”)
*
Entrevista realizada a
través del correo electrónico: Ciudades de Rosario y Buenos Aires, distantes
entre sí unos 300 kilómetros, Lisandro González y Rolando Revagliatti,
diciembre 2014.
*
Rolando Revagliatti nació
en 1945 en Buenos Aires (la Argentina), ciudad en la que reside. Su
vinculación con la dirección y actuación teatral se produjo en los
setentas y ochentas. Su quehacer en narrativa y en poesía ha sido
traducido y difundido a los idiomas francés, vascuence, italiano,
asturiano, alemán, catalán, inglés, esperanto, portugués, maltés, rumano
y neerlandés. Uno de sus poemarios, “Ardua”, ha sido editado bilingüe
castellano-neerlandés, en quinta edición y con traducción del poeta
belga Fa Claes, en Apeldoorn, Holanda, 2006, a través del sello Stanza.
Ha sido incluído en más de cuarenta antologías y libros colectivos, la
mayoría de ellos de poesía, en la Argentina, Brasil, México-Chile,
Panamá, Estados Unidos de América, España, Alemania-Perú, Austria y la
India.
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