Pequeño dossier del libro ‘Habría de abrir’, de Rolando Revagliatti.
Prólogo de Teódulo López Meléndez para el poemario “Habría de abrir”, editado primero electrónicamente en 2010 y luego en soporte papel por Editorial Leviatán en 2023.
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El condicional abriendo
¿Dónde anda la memoria de Rolando Revagliatti? ¿Acaso internada en los esquemas del latín clásico y haciendo una transferencia en el español medieval para llegarnos hasta ahora, a la reconstrucción de la lengua española en unos versos de penetración del infinito? Abre en variedad morfémica invitando al desastre que posteriormente describe. ¿Acaso esa memoria estaba interceptada por Berceo? ¿Tomó versos alejandrinos para diluir prótasis y apódosis? Pero no, el condicional no está después, está al inicio. Luego no hace sino confirmar. Podemos divagar sobre las relaciones temporales de los verbos con la realidad exterior del discurso y abandonar la morfología allí, en el pasado de las lecturas.
¿Lo que va detrás y lo que va delante? ¿O debemos detenernos en la relación de los condicionales con las causales? No hay otro uso condicional – digo ahora- en el resto del texto. “Habría” muestra en el poema inicial la presencia simple de una posibilidad frente a la cual el poeta parece soberano. Si realmente lo intenta no estaría mostrando una voluntad pues lo haría “como quien no quiere”, más bien “como quien detesta”. Es más, si la apertura se produce, lo que realmente sucede, como lo comprobamos al ver el cúmulo de palabras que siguen a este poema y que constituyen este libro, aun ella tiene condicionamientos previos en contradicciones que –advertidos estamos- no dependen de su voluntad dado que la envoltura del acto es impremeditada y, claro está, se torna irrepudiable. La aparente contradicción se anula dado que, como queda suspendido sobre el libro, la única posibilidad es que lo que hay que abrir se abra sin abrirse.
Ahora estamos frente a lo que se abrió sin abrirse: Frente a lo que queda el poeta reitera su combate. No acepta los calificativos externos que puedan endilgarle. Reitera su acción soberana sobre la palabra. Y advierte que tiene por hábito venir de la luz, pues a los abismos sólo a asomarse.
Es reiterativo en Revagliatti el no asentamiento de una realidad imperturbable. La realidad –y aquí reaparece el condicional entremezclado entre una voluntad y una fuerza superior- se mueve sinuosa. Para él la palabra dedos múltiples coordinados por todos los sentidos que, de mutuo acuerdo, le encuentran el proyecto de moldeo.
La voz del poeta sobre sí mismo implica un desleimiento, pero nadie busque en su palabra lo contrario, pues él está en otra parte que es desleimiento. El hecho inocultable de su muerte en el momento de la muerte no puede autorizarlo a hacerse realidad mortal, pues, como queda muy claro, el llegar tarde al comienzo es la obligación permanente…poesía. Reverso y anverso, traducción y traición, referencia e inferencia, persecución y quietud, repetición e innovación…palabra.
Aun así, los poetas intentamos una y otra vez autodefinirnos y como estamos en viaje sostenido tenemos la facultad de ver las cicatrices incluso desde el anterior momento filoso de su causa y aún tenemos el espacio requerido para hacer la advertencia a los hombres que la palabra causada provino de su causa.
La fractalidad del prisma permite la multiplicidad de visiones, hay que mirarlas todas desde la conjunción de los signos, no hay tiempo, no es menester dilapidarlo en la espera del más allá del Yo, que los hombres hagan de su supuesta eficacia la admisión de su supuesta eficacia. Frente a ella el poeta se reserva al misterio y vuelve a condicionar reservándolo a la palabra. A la opacidad del mundo opone su luz fractalizada.
Las interrogaciones no desaparecen. El poeta vuelve sobre ellas y las sopla en la noche. Cada palabra es una hoja que cae y en los otros encuentra lo que no es, pero cuánto pesar por haberse escondido y la manera de exorcizar es reconociéndose uno de ellos, aún y a pesar de saberse otro, el diferente. Y todo poeta sabe que ha pasado. La verificación de no estar solo es quizás el primero de los naufragios. Y el balance se asoma: ha podido hacerlo sin los sentidos porque ellos fabricaron el sentido. Ha habido en el proceso un exceso de lucidez; haberla permitido, haberla dejado entrar desde los vidrios rotos en su multiplicidad atosigante ha sido una negligencia. “Que esta lucidez perezca”, dejé escrito en algún verso, pero sin ella no hubiésemos podido ser lo que estábamos condenados a ser. Uno no se entiende entendiéndose, de manera que resulta inútil explicarlo.
Siempre creemos haberlo dicho todo ya sobre la condición humana. Empezamos muy temprano, en el origen, y desde el origen hemos caminado infinitas veces el camino. Pensamos habernos excedido y por ello estamos solos al tiempo que comprobamos nuestra pequeñez en el diagnóstico, olvidando sólo que otro relámpago nos hace ver que sobrevolamos y hemos hecho esfuerzos notables por merecernos la muerte, palabra de seis signos, una que en traducción traidora sólo significa que seguiré contando. Se contará en la nada y para ella no hay definición a no ser nada. Esto es, la luz nos hace oscuridad.
Aturde, lo sé. Tengo con Revagliatti una diferencia: he abierto su libro abriéndolo. Lo que no sé es si he abierto. Menos si estas palabras que serán llamadas prólogo son irreversibles. Como Rolando, tengo una “pronunciada propensión al aturdimiento”.
Teódulo López Meléndez
Caracas, 2010
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Carta de Fernando Sánchez Zinny a Rolando Revagliatti a propósito del poema ‘Ella adujo’, incluido en el libro ‘Habría de abrir’.
Ella adujo
-Estoy interferido, es por eso-
musitó él
presa de confusión
-Ganado que hubo el más mejor
amado mío
sólo te resta
reconocer la derrota-
adujo
con sosiego exultante
la interferencia.
Querido amigo y correligionario:
Inhibe algo hablar de ciertos poetas a los que se conoce y esto es debido, justamente, a ese relativo conocimiento. Porque la circunstancia hace que uno disponga en favor de ellos de esa cuota de imprecisión que convierte a un hombre en digno de incertidumbre, que es el mayor galardón del destino. Se dirá, por supuesto, que no hay para qué hablar de los poetas Fulano o Mengano, sino que lo que se nos está pidiendo es que abordemos los poemas con que se presentan y que si aquellos viven –al menos para nosotros-, bajo torrentes de luz, esa luminosidad no tiene por qué abarcar, asimismo, el territorio secreto en que se articulan las sílabas y las palabras se transforman en campos de la batalla ominosa. Admito que el argumento tiene valor a propósito de algunos autores y de determinadas obras. No es, para mí, tu caso, el caso porteñamente arquetípico de Rolando Revagliatti: cuarenta años de contemplar no sin asombro tus entusiasmos, pertinacias y nobles ingenuidades acreditan indiscretamente no sólo nuestra mutua edad sino, también, una similitud de fondo que me hace temerte. Porque Rolando soy yo o, mejor dicho, Rolando es todos los que seguimos ese camino que el tal Revagliatti recorre con pasos de Arlequín.
Tu poesía parece coloquial, pero no lo es; tu poesía es siempre idéntica y monocorde y, sin embargo, abarca una totalidad cotidiana de la que nunca alcanzaremos a verlo todo; tu poesía se va en chistes y en juegos de palabras y, no obstante, está repleta de desencanto: tus burlas no son sino las ansias de una sensualidad que se sabe raíz de la desolación.
Ensayar tu merecido elogio se diría que debiera contener tres o cuatro ingeniosidades del tipo de “la luna es el ojo legañoso de una amante que se despereza”. Pero qué vamos a hacerle, Rolando, no me salen y no porque no me vengan a la cabeza amables asociaciones por el estilo, sino porque, de antemano, me suenan a falsete. Mejor te gloso: “Estoy interferido”, decís por ahí y luego reconocés que esto lo coloca a uno en calidad de entregada “presa de confusión”. Aunque –puntualizás- es un despiste momentáneo porque a continuación queda anotado que “sólo resta reconocer la derrota”, pero esta aserción no es en sí tuya, sino que la “adujo con sosiego exultante la interferencia”.
¡Ah, hablaba la interferencia!, o sea ese diablillo que hace que la racionalidad no exista… Claro que sí. Verás, Rolando, cada hombre, cada época, cada casualidad, tienen su pecado y es bueno que así suceda porque tal residuo religioso sirve de comodín para justificar la desazón perpetua. Viene a cuento esto porque, por añadidura, sos cura, cura confesor, que ésa es, más o menos, la función de la gente psicóloga. De acuerdo, sos poeta-psicólogo, aunque, bien visto, ¿qué poeta verdadero no lo es? En cuanto a la otra categoría que revestís, no la olvido; lejos de ello, la aprovecho, de paso, para pedir la absolución.
Tuyo,
Fernando Sánchez Zinny
Verano de 2008
Muestra poética:
No son hámsteres
No son hámsteres
en las calles
sino hojas
de los árboles
en la noche
sopladas
y no
por el viento.
Amigos
A unos amigos que tengo
por los poros les brota la felicidad
las ansias de vivir
el entusiasmo
A otros amigos
un puñado de palomas les brota por los poros
también la esquizofrenia
la burla
la insatisfacción.
Interiorismo
En una de mis vidas
me consagré
al interiorismo
Sólo yo sé cuánto sufrí
abandonándome
a aquello.
En plenitud
Que no le falte ensañamiento
a tu desestima por aquello
que no entiendas
Responde en plenitud
al espectro de tu mediocridad
a la acometida de esa certeza.
Siempre fui medio zonzo
Zonzo y todo
unas cuantas cosas me salieron bien
y no sólo porque al narcisismo
le declaré la paz (armada)
sino porque
-no sin escucharlas-
asordiné mis guerras.
Dados
Así como
son infinitos
los olvidados
los dados al recuerdo
y los recordados
son finitos.
Evalúo
Me ha ido mejor
por fuera
que por dentro
Por fuera logré
meterme adentro
de lo que se trataba
Por dentro no he sido
más que alguien
que ha pasado.
A sembrar
Sembrar cizaña
con belleza trágica
o sin belleza
sembrar cizaña
bonos y papel moneda
o trágicamente
cizaña y recién nacidos
epigramáticos
elogios
al sacrificio.
Nota Biográfica: Rolando Revagliatti nació el 14 de abril de 1945 en Buenos Aires, ciudad en la que reside, la Argentina. Publicó en soporte papel un volumen que reúne su dramaturgia, dos con cuentos, relatos y microficciones y dieciséis poemarios, además de otros tres poemarios sólo en soporte digital. En esta condición se hallan los seis tomos de su libro “Documentales. Entrevistas a escritores argentinos”, conformados por 159 entrevistas por él realizadas. Todos sus libros cuentan.
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REVISTA BIOGRAFIA
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