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Jorge Castañeda [Poeta, escritor e jornalista Argentino]


JORGE CASTAÑEDA.Poeta, escritor y periodista argentino nacido de padres rionegrinos en la ciudad de Bahía Blanca y radicado en Valcheta, provincia de Río Negro.

Ha publicado los siguientes libros: “La ciudad y otros poemas”, “Poemas breves”, “30 poemas”, “Poemas sureños”, “Sentir patagónico”, “Los atabales del tiempo”, “Valcheta, un pueblo con historia” y “Suma Patagónica”, “Pilquiniyeu es un chancho que vuela” edición digital “Que de libros” Ediciones, “Por la vida y por la Patria” Poemas edición digital “Que de libros” ediciones.

Tiene inéditos: “El lirio de los valles”, “Crónicas & Crónicas”, “Donde llora el ornitorrinco”.

Figura en varias antologías tanto nacionales como extranjeras, habiendo recibido numerosos premios por su obra literaria. Es conferencista sobre temas patagónicos.

Es miembro de la Sociedad Argentina de Escritores, de la Academia Virtual Sala de Poetas y Escritores de Brasil, Socio del Círculo de Poetas de la ciudad de Morón, de la Asociación Cultural Bilakabide de España, del Club de Amigos “El Paisaje” de Vizcaya, España, Socio de Honor del Ateneo Cultural de Buenos Aires, del Ateneo Cultural “El Hornero” de José C. Paz, miembro adherente del Fondo Editorial Bonaerense y del Editor Interamericano de Buenos Aires, Titular Académico del Centro Cultural Literario y Artístico “Agustín García Alonso” de España, Académico Benemérito del Centro Cultura “Gazeta de Felgueiras” de Portugal, Miembro de Honor del “Club de Intelectuales Franceses” de París, Socio de la Unión de Poetas y Escritores Argentinos de Buenos Aires, Miembro de Número de la Fraternidad Internacional de Escritores con sede en Estados Unidos, Académico de Mérito de la Academia Internacional de Pontzen  de Milán, Italia, de la Asociación Cultural “Amigos del Teatro” de España, destacado como personalidad de la cultura año 2000 por la Extensión Cultural de la Compañía General de Inversiones, Miembro del Comité de Honor de la Academia “Padre Pío de Pietralcina, de Italia, Miembro Numerario de la Asociación Mundial de Escritores con sede en León, España, Miembro del Centro Literario “Bartolomé Mitre” de la ciudad de Azul, República Argentina, Diploma de Honor extendido por la Municipalidad de la ciudad de Quilmes, R. Argentina, Miembro Correspondiente de la Unión Cultural Americana con sede en Buenos Aires, Certificado de Excelencia en Letras otorgado por la Universidad de Colorado (EEUU), Certificado de Honor otorgado por la Embajada de la República del Líbano en Buenos Aires, Cónsul para la provincia de Río Negro de “Poetas del Mundo” con sede en Chile, Miembro Asociado al Colectivo Internacional “Sane Society” y de “Talen Seekers de EEUU, Miembro de la Unión Mundial de Poetas Laureados, Asociado del grupo de Poetas y Escritores Bilingües “Pensarte” de Seattle (EEUU), Miembro de la “Red Mundial de Escritores en Español (España), Poeta Asociado a la World Poets Society “Asociación Mundial de Poetas con sede en Grecia, integrante del colectivo ComunicArte, del grupo internacional de poetas “Antonio Miranda” de Brasil, representante en Argentina de “Abrace” entidad cultural de Montevideo, Uruguay, Socio de “La Voz de la Palabra Escrita” de España, Miembro de la Sociedad de Escritores Latinoamericanos y Europeos (Selae) con sede Milán, Italia, Miembro de la Asociación Latinoamericana de Poetas, Escritores y Artistas (Asolapo) con sede en Cuzco, Perú, integrante de Personalidades del Arte Mundial (EEUU), Colaborador de la Asociación Artística y Literaria “Palabra Siglo XXI” de Brasil, Delegado Honorario de la Sección Argentina del Foro Internacional de Cultura y Literatura por la Paz, Miembro del Congreso de la Sociedad de la Cultura Latina con sede en Brasil, Miembro de la Unión Hispanoamericana de Escritores con sede en Perú, Embajador Universal por la Paz designado por el Circulo Universal de la Paz con sede en Ginebra, Suiza; miembro del Colectivo Cultural “Hía Tahuikatzi” de Sonora, México; Miembro Fundador de Naciones Unidas por las Letras, con sede en Colombia; Miembro del Colectivo “Ave Viajera” de Colombia, figura en la Antología Poética Nacional por la provincia de Río Negro, editorial “Gazeta Virtual”. También han sido publicados textos en la prestigiosa revista Carta Lírica y en la antología literaria “Rostros y voces” figura con una nota bibliográfica y currículum y textos.


Su novela corta de no ficción “Pilquiniyeu es un chancho que vuela” está subida en la Biblioteca de la poderosa red Undernet. IRC, entre las obras de los principales autores de todos los tiempos y participa en más de 300 páginas Web de diferentes países del mundo.

Invitado a exponer poemas en el homenaje al nacimiento de Pablo Neruda en la casa de Isla negra, junto a otros poetas del mundo.

Su obra literaria ha sido declarada de “Interés cultural” por la H. Legislatura de Provincia de Río Negro y presentada de igual forma ante la H. Cámara de Diputados de la Nación. Recientemente la Honorable Legislatura rionegrina lo ha designado “Ciudadano Ilustre Río Negro”, por su extensa trayectoria literaria que le significó reconocimientos internacionales y por su contribución invalorable a la cultura nacional, mediante su Declaración Nº: 183/2009.

BLOG DEL AUTOR: http://jorgecastaneda.fullblog.com.ar

Algumas Crônicas de Jorge Castañeda

PARA MI PADRE

¡Oh, padre del desconsuelo! Te veo en tiempo con tus ojos mansos. Te adivino en los acordes de la guitarra despuntando estilos y milongas, austero de gestos y parco de palabras. Guitarra que como las alas de un pájaro tenía una cinta argentina en el diapasón alborotando el sentir de tus silencios.

Te recuerdo en las noches estivales tranquilo bajo la sombra de los álamos mirando las estrellas del cielo transparente del sur. Con tus partidas de taba y el viejo pangaré gargantilla que trajiste con vos desde Choele Choel. 

Padre que supiste de prudencias como de pitar largamente el “brasil” para perderte sin apuros ni urgencias en el humo áspero del tabaco negro.

Padre que nunca hablaste mucho porque la vida te dio otras virtudes, yo te recuerdo en el aroma de los alfalfares, de los cardos, del coirón. Pionando en las estancias o a tus anchas en una obra en construcción.

¿Cómo poder ahora que ya no estás y que tanto ha pasado el tiempo decirte cuánto te quise y cuánto te extraño? 

¿Cómo poder expresar que hoy lamento no haberme acercado más a tu mundo y hablar de las pequeñas cosas que son las realmente importantes?

¿Cómo no haberme dado cuenta que tu mejor caricia fue tu entrega al trabajo cotidiano para darnos el pan de cada día?

Te recuerdo sentado bajo la sombra del árbol del cielo que alguna vez generosamente plantaste con tus manos.

De tu prudencia y humildad tengo el corazón colmado. Porque nunca buscaste pleitos y nunca pudieron los arrogantes hacerte enojar por banalidades sin importancia.

Por eso a pesar del tiempo transcurrido desde que te marchaste a veces cuando despierto por las mañanas tu recuerdo está presente y ese día tengo la sensación que algo me falta.

Y entonces me figuro que converso con vos y que hablamos, o lo que es mejor nos entendemos sin palabras y así puedo contarte de mis asuntos, de mis sentimientos, de la alegría que tengo por los hijos que son tus nietos, de las pequeñas felicidades que la vida me regala en forma casi cotidiana. Padre que fuiste mi sangre y mi todo.

¿Dónde colocar tantas cosas que tengo para decirte? ¿Qué hacer cuando quiero hablarte y me doy cuenta que ya no estás conmigo? 

Padre trajinando con tus amigos las calles de mi ciudad natal de Bahía Blanca, trabajando de albañil con la vianda para almorzar en la obra de construcción ya sea verano o invierno, manejando la vieja moto Puma por las calles del barrio, tomando mate amargo como desayuno por las mañanas.

Padre que cuando tomaste el tren que no quiso saber de regresos porque la muerte te esperaba en la gran ciudad lejos de los tuyos perdí la oportunidad en la estación de Valcheta de decirte: Viejo, te quiero…

Ese tren que te llevó al pago lejano del que no se regresa, a veces pita en mi corazón con sonido de tristeza. Y me acuerdo de vos.

Padre que tan lentamente como viviste de pronto un día aciago que nunca olvidaré tus ojos se quedaron cerrados para siempre lejos de tu casa y yo que no pude decirte adiós.


YO QUIERO SER UN MAESTRO QUESERO

Me coloco la gorra de cocinero y el guardapolvo blanco que identifica a los artistas de la alta cocina, porque hoy con enorme agrado y pasión de sibarita soy un maestro quesero.

Me extasío ante las fragantes estibas de los redondos manjares derivados de la leche, aunque también a decir verdad hay algunos que son rectangulares, cuadrados o con forma de pera.

Embelesado los miro unos sobre otros donde predominan indiscutidos con sus colores negros, colorados, blancos o amarillentos conforme a su tipo y calidad. Los huelo como una fina nariz especializada cual la de los perfumistas franceses. Los palpo, los levanto de su lugar de reposo y hasta me animo a darlos vuelta como sus secretos de fabricación lo indica. Si me los acerco a la oreja hasta creo escuchar su lenta maduración, su metamorfosis interior. 

De sabores ni qué hablar. Solo que es recomendable ser acompañados de los vinos especiales que se hacen compañía de buena vecindad.

Escudriño con atención de especialista las hormas profusas de los quesos. Leo las etiquetas que me cuentan su historia particular, me delito con las atractivas chapitas que los identifica para contarnos sus ocultas bondades y su lugar de origen.

¡Quiero probarlos a todos!!  Darme un gran atracón a pesar que la gula es un pecado.

Tomo un provolone y me lo imagino rostizado. Elijo un roquefort e hinco la rodilla en tierra porque sé que es el rey de los quesos. Opto por un gruyere y quiero tajarlo para apreciar sus agujeros, porque si la pasta está bien amasada el tamaño de éstos no debe ser más grande que el carozo de una ciruela. Veo un camembert y presuroso corro a comprar una rojiza botella de borgoña, aunque los entendidos me digan que va bien con una buena sidra.

Soy un verdadero entendido, leo a Virgilio y a Plinio que descubrieron sus cualidades nutritivas y estimulantes y yo sumiso les hago caso.
Miro al salvador cuartirolo. El muzzarella es un lujo para la redondez de las pizzas. Me llevo un edam. Para postre acompañado de dulce de batata o de membrillo escojo el círculo de sabor del chubut. El cheddar me inspira para escribir una oda. El gouda despierta mi vocación de gourmet.  Me llevo un emmenthal y me quedo con las ganas de catar un brie, acompañado por una copa de un buen armagnac.  Mirando los quesos soy un exquisito como cualquier refinado habitante de la isla de Sibaris.

Los de rallar son un manjar para comerlos con pan y aceitunas. Los que vienen en barra son ideales para los emparedados y los tostados de miga, tan tentadores y oportunos.

Pero los quesos también tienen su aspecto metafísico que ha sabido desvelar a filósofos y científicos. ¿Dónde se van sus agujeros?  ¿Son preexistentes a la masa de los mismos?  ¿Podemos decir de la redondez de un queso que su centro está en todas partes y su circunferencia en ninguno?  ¿Quién descubre su cuadratura?  Interrogantes tan acuciantes para un amante de los quesos a pesar de los que dicen que son asuntos rampantes y bizantinos.

Salvador Dalí, reconocido maestro quesero afirmaba que la ciudad de Nueva York era un roquefort gótico y la ciudad de Chicago un camembert romano. 

Yo poeta y cronista de naderías sentencio que el queso es un subproducto de la leche y ésta de la vaca la que como todos sabemos “es un animal forrado de cuero”.


ENTRE FLAUTAS Y SIRINGAS

Soy un ratón más junto a otros miles que saliendo subyugados de sus cubiles y de sus agujeros  vamos en pos de la música embriagante del flautista de Hamelín.

Me observo escuchar embelesado en los días redondos de mi infancia la siringa del afilador y adivino las chispas de la piedra de afilar sobre el acero brillante de  cuchillos y tijeras.

Con el perdón de Rubén Darío y su responso, como otro Verlaine de estos tiempos “le doy a la siringa agreste mi acento encantador”.

Quiero glosar a Pan, el dios griego de la fertilidad y los pastores, habitante de Arcadia, del que proviene el término “pánico”, portador de cuernos, largas orejas y patas de carnero que al perseguir a una ninfa para someterla, la pérfida se convirtió en caña dejándolo amargado y melancólico hasta que con el correr del tiempo a falta de mujer, bien pudo decir el sátiro, buena es la siringa.

Escucho en el cañaveral como aquel viejo campesino los sonidos del viento en las cañas quebradas y a la mañana siguiente con mis propias manos voy dando forma y sonido a la zampoña. 

Tocando mi flauta me siento como el encantador de serpientes del bello cuadro del aduanero Rousseau. Flauta dulce quiero decir, nunca amarga. Como la piritaña que hacen los muchachos alegres con las cañas del alcacer.  O de carrizo,  de cebada, de azúcar, de calabaza, de hueso de llama, de piedra. Fístula. Tibia. Flauta.

Quiero hablar con el silencio. Soplar la flauta vertical del pinkillo. Darle a la quena las notas agrestes de su paisaje. Acariciar la boca redonda del sikus como los labios morenos de una mujer campesina. Hacer brotar del cuerpo pequeño y apretado de la pifilka el canto perdido de los viejos mapuches.

Tener la boca grande para tocar la armónica que también se llama flauta. 
Quiero reunir muchos flautistas para que dancen los pueblos. Para hipnotizar a los incautos. Para que la cobra lentamente salga del encierro de su cesta de juncos. Para librar a los poblados de las plagas de ratones y otras sabandijas pequeñas y molestas. Para enamorar a las ninfas en la espesura de los bosques. Para mi propio concierto y regocijo. Para que el viento pase por sus tubos y toda la música del Olimpo baje a la tierra para alegrar el corazón de los hombres.

Flauta, flautín, zampoña, siringa, fístula, caña, tibia, hueso, sikús, quena, pinkillo, pifilka, armónica, dulce o traversa, simple o compuesta, artesanal o mecánica.  

Quiero escribir esta crónica en su homenaje. Que le broten notas a las palabras. Que la música escape del papel. Que la crónica raye en el elogio descarado.

Que tenga todo el tiempo del mundo, hasta que las velas no ardan o simplemente “hasta que le suene la flauta al burro”.


PARA HABLAR HE NACIDO

Para hablar he nacido, para usar las palabras y darles brillo, para abrigarlas, para pulirlas, para acariciarlas. A todas. A las opacas, las luminosas, las sonoras, las imperceptibles, las olvidadas, las diamantinas. A las livianas y leves como plumas, a las cortas y a las largas, a las fosforescentes como peces de río, a las trémulas, a las tímidas que apenas se asoman al mundo, a las rientes, a las fragantes como flores, a las coloridas como mariposas, a las escurridizas, a las malas y a las buenas. A todas. ¡Qué maravilla las palabras!
Hoy salgo de croto a recorrer la campiña para hacer alguna changa. Trepo gratis a los trenes gracias a la medida que dictó el entonces gobernador José Camilo Crotto.

Pero si quiero acaso comer un pollo opto por uno de esos de doble pechuga de la marca Patos – Vica, aunque después no me dejen entrar a los boliches. Y si de yantar hablamos para el desayudo quiero bizcochos por están dos veces cocidos.

Si no tuviera vivienda sería un atorrante cualquiera y dormiría las horas del resistero en los caños, esos de salubridad de la empresa del señor A. Torrant.
Para hablar he nacido. Para elegir las palabras como quién escoge las flores de una canasta. Algunas son como rosas blancas, como claveles encarnados, como dalias encendidas y otras como pensamientos o tulipanes. Las hay para todo gusto. Suaves, etéreas, rugosas, ásperas, nocturnas, lluviosas, cantarinas. Con forma de piedras, de canto rodado, verdes como esmeraldas, rubíes, opalinas. Lisas como las que erosionan las aguas de los ríos, de formas caprichosas. Sibilantes, pitonisas, sugerentes, expresivas, elementales. Una palabra es como la perla perdida del evangelio. Un universo de vocales y consonantes.

Si regreso a mi casa sita en el barrio “Caferata”, entre las calles Asamblea, Moreno, Estrada y Riglos estaré sabiendo que así se llama por el diputado de ese apelativo que propició su creación en el año 1915 y que menciona la letra de un tango.

Abro la puerta y soy un sibarita porque me gusta la buena vida. Y para eso viajo a la isla griega de Sybaris, en la orilla azul del golfo de Corinto, donde Smindrides, hijo de Hipócrates,  se quejaba a menudo de la irritación de la piel por haberse tendido sobre pétalos arrugados de rosas.

En cambio por sus malas costumbres y el pecado de su falta de hospitalidad no me hubiera gustado vivir en la ciudad de Sodoma, en cuyas cercanías la mujer de Lot quedó convertida en una estatua de sal, mal originando el vocablo sodomita.

Y ya que estamos en el tema tampoco quisiera conocer la isla de Lesbos, donde Safo supo escribir sus deliciosos versos de amor, dando origen a la palabra lesbiana, a pesar que yo estoy a favor de las reivindicaciones de la igualdad de derechos de las personas.

Para hablar he nacido. Para recibir de las musas el milagro de las palabras. Para engarzarlas en la oración con el cuidado que un joyero dispensa a las gemas preciosas. Las palabras son como un pan recién horneado para que en su mesa todos saciemos el hambre. Son los ladrillos fundamentales de un idioma. Las palabras nos hacen, nos expresan, nos explican. Son un trasunto de lo que somos. 

No quiero una victoria pírrica como cuando se enfrentaron griegos y romanos y de la que Pirro, rey de Epiro supo decir que “otra victoria como ésta, y estoy perdido”.

Hipócrita no soy. Estoy muy lejano a la época de los mitos griegos y ya no canto con los corifeos ni me elevo sobre el coturno porque me gusta tener mi propia estatura y no me siento ningún petimetre.

Para hablar he nacido. Para gustar de las palabras. Para despertarlas de su descanso e incorporarlas a la frase. Para darles vida nueva en compañía de otras en buena vecindad. Para atarlas en yugo parejo. Para regresarlas a su sentido sagrado. Para que embonen, para que gocen de empatía entre ellas. Para que vivan. Para que recuperen su poder creador. 

Somos porque fue la palabra. Tenemos aliento de vida por la palabra. Por la palabra vivimos.

La palabra es mi oficio. Y yo debo dignificarlas porque ellas son mi mayor compromiso. Mi razón de vivir. Mis amigas fieles. Como buen vasallo hinco rodilla en tierra ante mis doncellas las palabras. ¡Salud!  


MI COMPAÑERA LA POESIA

La poesía y yo somos viejos amigos. La escuchaba cuando era niño en las letras de las canciones y de los tangos que entonaba mi madre –cuando falleció mi padre dejó de cantar-. Recuerdo que a los cuatro años de edad lloraba por que “las penas son de nosotros y las vaquitas son ajenas”. La poesía sencilla y profunda de Atahualpa Yupanqui supo embrujarme desde mi niñez. Y para qué hablar de las canciones infantiles, si todavía me da tristeza que Mambrú su haya ido a la guerra.
Un libro que leía antes del preescolar como se llama ahora, quedó para siempre grabado en mis retinas con sus hermosos dibujos. Era “Girasoles” y traía hermosos poemas y prosas. Sus versos me parecía disciplinados y ordenados como soldados en un desfile. Era la poesía que ya me buscaba en aquel lejano entonces.

En la escuela primaria me gustaba mucho redactar y buscar la síntesis en unos pocos renglones. Ignoraba entonces que esa sería una de las cualidades de la poesía que es justamente palabra potenciada.

Una vieja revista ilustrada que contaba la vida de Rubén Darío, el gran poeta nicaragüense padre del modernismo, fue para mí un descubrimiento maravilloso. La leía y releía y me decía que yo también quería ser poeta, para irme a escribir en el delta del Paraná, sueño que se cumplió a medias porque poeta soy pero nunca escribí en el delta.

Ya en el colegio secundario conocí las voces de los grandes escritores argentinos y la poesía de Baldomero Fernández Moreno, Jijena Sánchez (soy amigo de su nieto también escritor, actualmente radicado en Zagreb), Nalé Roxlo –el canto eglógico y sencillo de su grillo está aún en mi alma-, Enrique Banchs, Rafael Obligado, de quién recuerdo su poema  dedicado al cardenal “Un cantor del Paraná”, y tantos otros cuya luz todavía llevo conmigo.

Vino luego la adolescencia y la compra compulsiva de libros, y con ellos la bruma fría y exquisita de Lautreamont, las enumeraciones populosas de Withman, la enjundia de Borges, el desgarro atroz de Rimbaud, la melancolía sin excusas de César Vallejo, los ríos torrenciales de la poética nerudiana, el embrujo de García Lorca, la casona solariega de Antonio y Manuel Machado, la desventurada lírica de Miguel Hernández, la desmesura de Pablo de Rokha, la sutil fragancia de Juan Ramón Jiménez, la vertiente fecunda de Góngora y Quevedo, el bon vino de Maese Gonzalo de Berceo, los versos liminares de Homero, la brevedad sentenciosa del persa Omar Kahiam con la frescura de sus rubayatas, la sombra inescrutable de Edgar Allan Poe, el desgarro de Allen Ginsberg y sus amigos de la generación beat, la crudeza infortunada de Charles Bukowski. Y seguramente la enumeración sería demasiado larga pues quedan muchos más a los que a veces conforme a mis estados de ánimo leo y releo con sumo agrado.

He dicho que la poesía ha sido mi mejor amiga y la Patagonia también me ha deparado verdaderas sorpresas como los libros de Elías Chucair, de Héctor Meis, de José Juan Sánchez, por solo citar a algunos. Y otra vez la lista sería demasiado extensa.

Hay que saber leer poesía. Tener el oído afinado como para escuchar la buena música. Porque la poesía se encuentra por ejemplo en alguna frase afortunada que nos llega al alma y nos ilumina por dentro. Eso es poesía. Un relumbrón, un estremecimiento, una fugacidad que nos roza como el vuelo de una mariposa.

La poesía en cada uno de los poetas será siempre una lección de soledad, pero que en determinado momento se convertirá en un diálogo permanente entre todos los hombres.

La poesía dicen algunos se forja en las celdillas iguales de los versos. En el soneto, las décimas, las sextinas. La poesía –afirman otros- se hace más libre con el verso blanco. Así es. Así será, porque la poesía si bien es forma y concepto, es algo más, inasible y misterioso que como una fragancia delicada se desprende de algún verso afortunado y salva toda una página. Lo supo Salvatore Cuasimodo con su pequeño poema de tres versos “Y enseguida anochece”, donde está presente en toda su majestad. Lo supo el rey sabio del Eclesiastés. Lo supo el Rabí Sem Tob en sus proverbios y refranes. Lo supo el autor anónimo del Mío Cid. Lo supo nuestro José Hernández y lo supieron varios de nuestros poetas de tango.

La poesía ha sido mi amiga, reitero, y me ha dado el placer de leerla y a veces de escribirla con desigual suerte. A pesar de que es muy esquiva a veces he podido asir su musa y escribir algo que tal vez me trascienda.

Poetas, vates, aedos, rapsodas. Un poco profetas, porque de allí viene la palabra. Celebrados en todas las culturas los hacedores de poesía que a veces de su desgarro interior supieron dejar obras perdurables en la historia de la humanidad.

Nunca puede haber un día para festejar a la poesía, porque al decir de Bécquer “¡Siempre habrá poesía”.


Apuntes y Papeletas 

CON GINSBERG Y WHITMAN VAMOS AL SUPERMERCADO
 
Grandes poetas los norteamericanos. Hacedores de una poesía cadenciosa y llana. Con metáforas apenas perceptibles pero tan hermosas como el vuelo de los pájaros. Los leo en inglés y en castellano.

Les hago un sitio. Están conmigo Ezra Pound (pobre, cuerdo y desesperado), Allen Tate, Orase Gregory, Elizabeth Bishop, Kart Shapiro, Robert Frost, que escribió que los abedules se ven con “sus troncos arqueados arrastrando las hojas por el suelo/ cual muchachas que apoyadas en sus manos y rodillas/ echan sus cabellos hacia delante para secarlos al sol”, Thomas Eliot aseverando que “si el templo ha de ser destruido primero debemos edificar el templo”, Theodore Roethke entre “el aire y el brillo, y el fuerte llamado estival del pájaro carpintero/ las tablas barbadas en el arroyo y el todo de las manzanas/ y la gallina feliz sobre la colina y el enrejado zumbando”, Jack Kerouac, tan compañero de todos entre aullidos y c aminos, Gregory Corso que “fue bueno porque vivió una vida buena, porque el dueño de casa es bueno y un bastón es bueno”.

Con Sandburg que sabe lo que “la gente sabe que la tierra sabe”, con Marianne Moore porque “hay cosas que son importantes más allá de todo este desatino” ¿las encontraremos?, con Randall Jarrel que adivinó que “la muerte es un espantapájaros, una yegua que arranca las hierbas junto a una calavera”, con James Merrill que nos aconseja que “a la tercer mañana después de beber agua comamos las primeras uvas”  para curarnos, con Archibald MacLeish porque supo que “ahora que hace más frío hay muchas estrellas y flotamos a la deriva de la Osa Mayor”.  

Tomo el brazo de Allen Ginsberg –y su beat generation- para entrar al supermercado junto a Walt Whitman y mirar a Federico García Lorca junto a las sandías. 

Te vimos “Walt Whitman, sin niños, solitario viejo harapiento, hurgando entre las carnes en el refrigerador, y mirando a los muchachos de la carnicería”.
“Ah, padre querido, barba gris, solitario y viejo maestro del valor, ¿qué América tuviste cuando Caronte dejó de impulsar su barca y tú descendiste a una humeante orilla observando cómo desaparecía la balsa sobre las negras aguas del Leteo?”. 

Poetas, palabras, signos. Metáforas donde se esconden los enigmas de la vida. “Un poema es un espejo que camina por una extraña calle”. Y así como lo soñaste, Ferlinghetti, por esas calles anchas del mundo seguirán andando los poemas entre los hombres. Como ayer, como hoy, como mañana. 


Alguns poemas de Jorge Castañeda

Y QUE LA ESPERE EN EL CRUCE

Ya regresa del poblado
y el gaucho la espera en el cruce.
¡Qué lindos se ven los campos
en el camino a Tapiluque!

Al lado del buen caballo
y del perro siempre fiel
esperando el colectivo
con tranquila placidez.

Es la vida del paisano
aguantar el año entero;
las ovejas, la chivada,
las nevadas, el invierno.

A veces faltan los vicios:
tabaco, pan o remedios,
vacunas para la hacienda
o vender algunos cueros.

¿Habrán noticias mejores
criancero de Río Negro?
Que se acabe la sequía,
que el pelo tenga más precio.

Si la espera lleva tiempo,
el tiempo en el campo sobra.
Camino de Tapiluque:
¡Cómo se pasan las horas!


PENITA DE OTOÑO

La tarde es una moneda
que camina por los rieles
y mis pasos van sonantes
entre durmiente y durmiente.

Me saludan las loradas
alborotadas y breves.
Yo converso con mis cosas
solitario como siempre.

Todo es ocre y amarillo:
Los árboles, el poniente.
Hasta el sol es un membrillo
en el cielo azul y riente.

La corriente compañera
del arroyo bajo el puente,
las támaras de los mimbres,
mi corazón penitente.

¿De dónde viene esta pena
tan íntima y persistente,
que como mi propia sombra
me acompaña desde siempre?

Es mi vieja compañera
que en el pecho se guarece.
Camino, pena y otoño
y esta nostalgia que crece.


DE SANTIAGO A LA PATAGONIA

Para crecer en el sur
de Santiago me trajeron.
Anduve por los glaciares
y miré los ventisqueros.

Abajo del Colorado
a la sirga por el Negro,
me bautizaron los ríos
y me abrigaron los cerros.

La comarca de los lagos
me llamó con sus reflejos.
Supe andar con las majadas
y el balar de los corderos.

Me llamaron chacarera,
De Santiago me trajeron
¡Qué linda es la Patagonia,
en su tierra yo me quedo!

Trepé por los escoriales
de los pueblos que anduvieron
y adentro de las picadas
vi guanacos y chulengos.

Chacarera me han llamado,
chacarera yo me siento.
Te saludo Patagonia
de Santiago del Estero.


MILONGA LERDA

Milonga de tiro largo,
milonga lerda nomás,
al tranco de tus silencios
yo me suelo acomodar.

Milonga que sos prudente,
no sabés de importunar.
Tenemos la misma suerte:
ser callados por demás.

Milonga de la llanura,
todo cielo y soledad.
A lo largo del camino
nos habremos de juntar.

Milonga que sos sencilla,
¡cuántas penas llevarás!
Seguro nos parecemos
en esto de cavilar.

Milonga que sos de todos
y que no te haces notar,
hay que andar con disimulo,
nunca es bueno molestar.

Milonga que sos mi amiga,
si por la senda te vas,
como el árbol a la sombra
así te voy a extrañar.

Jorge Castañeda
Todos os direitos autorais reservados ao autor.

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