Ulises
Varsovia. Nací el 2 de julio de 1949 en
Valparaíso, cuyo mar y sus tempestades marcaron definitivamente mi persona y mi
poesía.
Estudié varias asignaturas humanísticas, y trabajé en tres
universidades, tanto en historia como en historia del arte, al mismo tiempo que
escribía poesía. En 1985 salí a doctorarme a Alemania, y como mi mujer es
suiza, pude trabajar y quedar-me en San Gallen, ciudad en cuya universidad hago
un par de lecciones.
He publicado 28 títulos de poesía, cinco de ellos en Chile, y tres
dedicados aValparaíso, el último: Hermanía:
La Hermandad de la Orilla, en Apostrophes de Santiago
(www.apos.cl). El libro más antiguo que he
publicado es Jinetes Nocturnos, de 1974, pero tengo otros inéditos más antiguos. En 1972 publiqué un cuadernillo, Sueños de Amor, que circuló sólo entre amigos.
Me han publicado más de 70 revistas de literatura de todo el mundo, en
varios idiomas, y repetidas veces, y estoy en numerosas páginas web.
En agosto del año 2006 salió a la luz en Sevilla, España, mi libro de
poemas Anunciación. Ángeles y Espadas,
publicado por la Asociación Cultural Myr-tos. Esta misma entidad acaba de
publicar mi Antología Esencial y Otros
Poe- mas (1974-2005), que incluye dos poemas de cada poemario publicado, es
decir, 52 poemas "esenciales", y tres poemas de 12 libros inéditos,
lo que hace un total de 88 poemas. Lo último mío aparecido es Vientos de
Letras, también antológi-co, en colaboración con el poeta andaluz Alexis R. ,
editado por Myrtos.
De los 28 poemarios publicados, sobresalen Jinetes Nocturnos, de 1974/75 , Tus náufragos, Chile, de 1993, Capitanía del Viento
, de 1994 , El Transe-únte de Barcelona , de 1997, Madre Oceánica,
Valparaíso, de 1999 , Mega-lítica,
de 2000, Ebriedad , de 2003, y la Antología
Esencial.
Contato:
Site: http://ulisesvarsovia.tripod.com
Alguns poemas de Ulises Varsovia
Antología
Capitularia
(De: Jinetes nocturnos.
1974/75)
Todo suceda de un modo que
acorrale mi intelecto
en una región de ciegas
luces invertidas
donde un hálito letal
sople, circule y someta
lo desatado que llevo y
galopa sollozando.
Lo cruento sobre el aire de
la atmósfera de besos
que allí se determine y al
aire se reduzca,
vencido su elemento de
fragor lácteo y terrestre
por un eclipse súbito de
patas y metales,
y al labio que agoniza
herido en su costumbre
la extremaunción del beso y
el aliento no socorran,
y no sean acudidas por un
agua de desorden
las dulces manos cóncavas
de sed enardecida.
Yo sufro de un sistema
circular e intransgredible,
de una paloma marchita
apenas volando,
de un día innumerable
dividido en ceremonias
que arrastra como un río
mis sobrevivencias
hacia el nocturno ascensor
que en mis párpados espera:
allí vive lo ajeno, lo más
mío que amo.
Allí comienza el pasto que
acometo inútilmente
con manos detenidas y sed
en suspenso:
se muere también el alma en
zonas extranjeras.
Suceda todo sin tiempo ni
nada que lo habite,
de una manera confusa que mi
razón apague,
lo desatado que llevo allí su ira deponga,
y ya no escuchen mis labios
el temblor de lo que crece,
y ya mi sed se resuelva en los frutos de la muerte.
De la noche (De: Aguas tumultuosas. 1976)
De la noche hasta mi corazón llegan náufragos
difuntos,
viajeros que vi partir
desde mis horas vacías
y cuyo rumbo guiaron
sucesos conmovedores.
Regresan mustios y heridos,
llorando de otoño espeso,
escrita en sangre y derrota
la bitácora marchita,
humillados de cansancio y
fatídicas desventuras.
No me llaméis vuestro padre
ni vuestra antigua morada,
aquél que rezo y bendijo
vuestra partida está enfermo,
no pidáis paternidad para
el luto a mi bandera.
Yo sé que de noche existo
como un puerto de naufragios
que el soplo de las
tormentas abastece de despojos
y sólo desamparados viajes
regresan pidiendo amparo.
Remece mi corazón el llanto
de los que vuelve,
avergonzados viajeros piden
perdón a mi puerta,
días que vi morir se
levantan desde el tiempo.
Noche de estrellas azules
cayendo contra el mundo,
nada conjura el acoso de su
color homicida,
besa mi boca el verdugo embajador de su origen.
Acaso la vi partir y mis
viajes la buscaron;
la vi zarpar y mis naves se
hicieron hacia su ruta;
la vi fallecer en mí, y en
mí quise encontrarla.
Acaso tal vez mis náufragos
hallaron su sepultura
navegando en mi interior
que en la noche reencuentro.
Acaso tal vez yo soy el
único que no ha vuelto.
No te sea dado (De:
Alianza. 1977)
No te sea dado el
movimiento
de los piélagos en fuga,
del aire inasible no
extraiga
tu sed de vivir su
sustento,
no salga a estallar de la
tierra
la harina sagrada de la
agronomía
para tu infiel ansiedad de
transcurso.
No volverás a saber que murieron
de oprobio y rencor y de
angustia,
que ya no podrán regresar a
enseñarte
la invisible cerradura de
los apotegmas.
Fueron en ti la amenaza y
la dulce ternura,
la lluvia terrible y la
flor en su clímax.
Ahora no quieras tu espada
sangrienta
ni siglos de amor ejercidos.
Tus días de decisión se han
despeñado.
A lo largo del lecho de
muerte
se congregan las
enfermedades.
No podrãs escoger tu
suplicio,
no pidas caer en un súbito
sueño.
Tu vida pertenece a otro
destino.
Hermano, desde el atalaya
de la luz
donde por vez primera
fuiste hablado,
por última vez te hablarás
tú mismo
antes de huir
definitivamente.
Entre la vida y la muerte,
entre el amor de vivir y
muriendo,
un beso de eléctricos
labios podría,
un temblor de vidas férreamente,
rotundas, perpetuándose en el roce.
Fémina y sino
(De: Abasalena. 1993/94)
Su nombre pétalos rotos
que ni la voz ni la tinta.
Del tiempo, como mis días,
y también sus pasos,
como si luz ofuscada
o sobresaltados sueños.
Ella el amor sus racimos
lo torrencial desgranado,
caótica incandescencia
como si cruel orfandad, o
islas,
unísono el grito al noches dormidas,
vástago de cómo lo solo y
lo llanto.
Calles pálido cortejo,
desgarradora asunción
muertos metales,
y cada a lo largo y ceniza,
y a las horas de una y
viniendo.
De allí ella abasalena:
sobresaltados sueños
toda dimensión paralela
asomados,
y sin vestigio crónico de
uso
o malheridas ropas que
testimonio,
sino que direcciones
piélagos,
ubicua y ácrona y dormida.
Ella pues fémina y sino,
fruto tal vez eslabón amargo
en la implacable noche
ejercida,
o exabrupto súbito deseo
ciego
cuyo luego errante
insubsistencia.
A mí entonces abasalena
cuando calles estepa y
ceniza,
y prorrupciones lo nuestro
de siglos,
y descenso al nada y elixir
donde adormideras nirvana y
beleño.
Después su nombre exhaustos
fonemas,
y su voz como cayendo al
sueño,
y su cuerpo lentas
defunciones,
hasta que pálido eco roído,
hasta que fugitivas
sombras.
Ahora otra vez de allí
aromas
y vorágine y sed y trama.
Fémina efímeras huellas,
subrepticia impronta,
empero,
de modo que lira en trance,
ensimismado aeda hurgando.
Pero su nombre navíos en la
niebla.
Cólera de amar
(De: Cólera de amar. 1977)
Cólera de amar,
apodera mi instrumento
creativo
uniendo o disgregando,
creando o destruyendo,
en la ansiedad de la muerte
gestiona con iras extremas,
porque no muera ni aún
sucumbiendo
la totalidad de las fuerzas
ocultas que guardo.
Entonces hostiles
substancias
no yazgan sufriendo
opresión ni ignominia,
no sean la noche en acecho
ni sueños infaustos
creciendo del agua.
Por tu relámpago no
desatado
la eternidad de otro hijo
del hombre,
el tiempo sujeto a su ser
poderoso
que siga existiendo sin fin
más allá de los padres
difuntos.
Ahora ya puedes morir
o seguir existiendo,
ya puedes la luz extinguida
o desarrollar tus
costumbres originales,
continuar tu destino en
mudanzas terrestres.
Pero ya no podrás regresar
a la tierra.
Conjuración
(De: El Transeúnte de Barcelona. 1997)
Aniquilamientos y
desórdenes
en la acerba conjuración
de secretas fuerzas
urdiendo
su enemiga estrategia
nocturna
en el tránsito invisible
de señales y
comunicaciones.
El cielo gris precipitado
de golpe con su volumen
cereal,
los volátiles caliginosos
cerniendo su sombrío maleficio,
las cartas interferidas
por implacables agentes del
orden
y vertidas a inquietante
desnudez…
De noche los embozados
jinetes
con sus sombríos corceles
golpeando
a todo galope los frágiles
sueños,
quebrantando su cáscara
vegetal
desde el sótano agredido.
Un pueblo de pálida
presencia
mis criaturas enarbolando
sus resistencias de
humeante conjuro,
y en los cruces vitales un
ojo
mío con sus números
abiertos.
De aurora o crepúsculo el
código
de simulacros y
desorientaciones
cubriendo en su fatigosa
nervadura
intersticios, celosías y
accesos,
solidario su leal
dispositivo
de diurnos ángeles
imperceptibles.
Pero la noche enemiga
cerrada
como una cúpula de atroz
membrana,
y en su telaraña el
forcejeo
de inocentes seres caídos
a un pozo de letales aguas.
Y desde el sótano los
gritos
de infiltrados agentes del
orden
interfiriendo alianzas y
conexiones,
conmocionando la cavidad
del sueño.
Heliotropos
(De: Máscaras y Rostros.
1996)
Cualquiera que a la
adolescencia
de los heliotropos,
cualquiera que su
aprendizaje
de agrario habitante
atento al rocío,
versátil en sus tendencias…
De alguna manera,
de alguna manera instinto,
mucho de congénito,
de intrínseco y atávico
en su lúdica danza,
su lenta danza en arrobo.
Pero la larga espera,
la larga vela de armas
en el salón agreste,
su inmóvil desconcierto
hasta los arreboles…
Como si las direcciones,
como si el cardinal
movimiento terrestre
lento en su discipulado,
penosamente adquiriendo.
Entonces cualquiera
que a los heliotropos
en su adolescencia,
a su duro aprendizaje
desnudos en los campos…
En fin, también los geranios,
la rubicunda amapola
y el divertido homo erectus
azar y peripecia,
estoico discipulado.
Acaso la poesía
(De: Cítara. 1999)
Acaso la poesía
aquellas habitaciones
donde el dolido infante
su exilio de cada día.
Aquellos cuartos lóbregos
donde un hálito indeleble
de exorcismos y zahumerios,
de agonías y decesos,
de ilícitos amores
estrellando los cuerpos
furtivos en el fuego…
Acaso la poesía
el llanto en el desván
bajo el latir de la lluvia,
rodeado de soledad
en el silencio impuro
de huéspedes detenidos
en prendas y mobiliario,
en utensilios lánguidos,
en pálidos daguerrotipos.
O las noches de emisarios
cabalgando por distancias
de nunca acabar, de nunca
desnudar su identidad
y transmitir su relevo.
Acaso la poesía
el primer amor carnal
rompiendo los cerrojos,
violentando los sellos
de una pulcra intimidad,
de una secreta trascámara
llena de una música azul,
inaccesible a los besos.
Acaso la poesía
la tenaz persecusión
de todos tus fantasmas,
de tus huéspedes furtivos
presos en tu intimidad,
gritando en su cautiverio.
Alta tarde
(De: Nocturnal. 2000)
Hoy las seis de la
obscuridad
del señor otoño,
hoy las tardecida y tantas
de su rodaje humedad,
y nadie sonoridad,
nadie entreabiertos ojos
o lentas guitarras.
Hoy las innúmeras y altas,
hoy las ya irreconocibles
del tráfico astral,
lentas, lentas sus pisadas,
y perdiéndose en la
urdimbre
de la niebla abismal.
Las seis de la desbandada,
las tardías del corazón:
señor otoño, piedad
en las tantas que otredad
pasando por el reloj
de horas malhadadas.
Las póstumas, las desnudas,
las temblorosas de frío
en la intemperie astral:
hoy lentas, hoy
inconclusas,
hoy suma de los destinos
en el sino monacal.
Hoy las dieciocho
crecientes,
hoy las totales menguantes,
hoy telaraña humedad:
Señor otoño, piedad,
a las tantas de la tarde,
a las nunca de la muerte…
A lo obscuro de lo
viviente,
a lo trágico de la suerte,
a lo eterno de la humedad.
Mañana de agosto (de: Atribularia. 2000)
El día abierto de par en par,
arrojando su luminosidad
de novia intacta
centelleante,
de doncella cada día en
flor,
cada día iluminándome
de luz cada día consumida
y cada día reintegrada.
Astro de rutilantes
diademas
beligerando en la
conflagración
de gases genéticos
desgarrados,
miles de edades tu hoguera
cósmica
lamería el girante planeta,
miles de edades tu ojo
incendiario
escrudriñaría mi existencia
sin tocarme, oh, sin
acercarse
a mi volumen óntico errante
por su dimensión
peripatética
de númenes inescrutables.
Miles de edades tu clarividencia
hurgaría en mis íntimos distritos
sin encontrarme, sin reducir mi ser
a medida cuántica
recuperable.
Y miles de edades me
inclinaría
yo mismo hacia mi mar
interior,
sin hallar al náufrago
errante
haciendo inútiles señales
desde su inaccesible
otredad.
Clara mañana de agosto
abierta de par en par sobre
cosas y existencias,
cada día tu extensión de
luz
sobre mi extensión
terrestre derramada,
cada día tu ígnita
persecusión,
y cada día mi ser
extraviado.
Pozo (De:
Ebriedad. 2002)
Días de denodado silencio,
días de mudez perpetua
sumergido en un obscuro
pozo
de aguas inmisericordes,
rodeado de muertas
campanas.
Alguien con una mano
anónima
inclinado sobre el pretil,
alguien con mis propios
rasgos
desdibujados alejándose,
difuminando su parentesco
en la desfalleciente
memoria.
Manes míos de una estirpe
insoportablemente repetida,
manes láricos congregados
en el redondel de piedra
patria,
hoscos de ira persecutoria,
quien en la mudez de la palabra
su mano de áfono náufrago
sobresaliendo en el torbellino,
aquél que por un largo
túnel
con su congregación de
hermanos
sepultos en su voto de
silencio,
ése no ser reconocido,
ése ser por todos olvidado,
ése desaparecer del habla,
y reunir en su torno las
voces
de camaradas febriles
callando,
de cofrades deshojándose en luto,
de sonámbulos regresando a
casa.
Mariposa (de. Anunciación. 2003)
Ocurra una flor inédita,
ocurra su inédito perfume
desde el útero de las
cosas,
una mariposa arrebolada
en un color de inextinta
llama,
en un espectro de lítico
fuego.
Despréndase
inesperadamente,
de súbito y en alto sigilo
con sus invencibles
atributos,
con sus facultades
omnívoras
desde la vagina impalpable,
desde el manantial del
misterio.
Llegue hasta nosostros su
radiación,
llegue hasta nosotros su
fuerza oculta,
y disuélvanse en polvo y
silencio
las maquinaciones
diabólicas
de aquello en nosotros
subyacente,
de lo que en nuestra humana
doblez.
Ocurra en su envolvente
inanidad,
ocurra en su arrolladora
impotencia,
llena de impalpable fuego
digital,
lleno de incombustibles
alas secas.
Una flor inédita erigida,
un perfume insólito
rociado,
una mariposa color arrebol,
color incendio, color
inextinto,
color humano en su humana
doblez.
Ulises Varsovia
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Um comentário
Sentimientos confusos entre las líneas de sus obras, imagina situaciones negativas, reflejo de recuerdos poco agradables, que en el constante escribir las comparte con el lector.
Es un excelente método para aliviar al corazón y la mente, pero quien los lee se puede quedar con algo del resentimiento.
Felicitaciones por sus escritos, en ellos se relata parte de nuestra historia.
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