Sobre una muerte
Hay una verdadera muerte
que sí termina por ocurrir en el mismo instante donde pasa todo. Esta muerte es
la más dolorosa porque es real: se muere sin morir. Es la pérdida de
sensaciones, vivencias, deseos, placeres —la comunión de las esencias que en sí
mismas son la dualidad cuerpo-alma ofrecidas a otro cuerpo-alma— en el
nosédónde, encapsuladas, gravitan sobre la sustancia tiempo, no terminan por
reintegrarse, ni tampoco por desaparecer. Están condenadas a existir y no, por
siempre. Al quedar ahí ese cúmulo de esencias, de símbolos, igualmente dan
sentencia al alma del emisor: aquello que flota, parte escindida del alma, es
una muerte que se vivirá hasta la anulación del recuerdo sensible; es decir,
hasta ser de nuevo lo que somos: tiempo —futuro que en sí mismo es el regreso
al comienzo. Durará el tiempo que dure la ilusión de la vida terrenal—. El
ser-emisor nunca podrá deshacerse de dicha pérdida de esencias, olvidarlas,
porque es incapaz de deshacerse de sí mismo. Esa parte se desprendió por
nuestra voluntad que a su vez fue lanzada con la intención de mezclarse con
otro conjunto de esencias de otra persona. Al no lograr la conjunción con otro
ser, ocurre la, nunca mejor dicho, muerte. Pues es doloroso saber que una parte
nuestra ya no está en nosotros –la lanzamos por una cuestión de fe-, ni sabemos
dónde buscarla para reencontrarnos —dicha muerte se vive y siente tan profundo,
que incluso es peor que la ilusoria muerte corpórea. Pues en la muerte del
hombre que se convierte en polvo, hay la esperanza de la trascendencia como
unidad a un lugar mejor, paraíso donde nada duele; o mejor, a la nada, la
vacuidad budista, o a la vuelta al todo: hay la esperanza de saber que no
sabremos nada de nosotros, ni de aquellos que nos despiden. Sin embargo, al ser
de esta manera, conseguimos ubicar a nuestros muertos, y allí, confiarles
secretos, o pedir su ayuda.
Sin embargo, cuando
tratamos de darle un lugar a esa parte de nosotros que se ha ido (la otra
muerte) de ese pedazo de muerte, surge el mayor de los dolores: la angustia por
saber dónde está. Estamos, o nos sentimos, de alguna forma, desamparados,
huérfanos. Eso perdido emite dolor y avisos hasta el día de la pérdida total de
conciencia por parte del cuerpo-alma. Y mientras tanto nos preguntamos: ¿dónde
está esa parte que soy yo? ¿Quién nos devolverá esa energía irrecuperable?
Imposible. No se recupera, peor, se supera el dolor, se silencia el grito, se
suplanta con otra relación de vida.
Juan Mireles - Escritor
(Estado de México, 1984) y director editor de la revista literaria y de arte
Monolito (México).Ha sido publicado en la revista española Palabras Diversas
(España), Letralia (Venezuela). Cronopio (Colombia), Cuadrivio (México), Punto
en línea (UNAM. México), Justa Revista Digital de Editorial Jus (México),
Radiador Magazine (México). Revista Anomalía (México), Revista Biografía
(Brasil), Cinosargo (Chile), La ira de Morfeo (Chile-Argentina); Agrupación
Puerta Abierta Chile-México. Letras de parnaso (España), Nagari (EUA), Los
sábados, las prostitutas madrugan mucho para estar dispuestas (España). Almiar
(España). Suicidas sub 21 (Perú); suplemento cultural La Jirafa del Diario
Regional de Zapotlán, Jalisco. La pluma afilada (España). Revista Inopia
(Puerto Rico). Textos suyos han sido integrados en la antología Memoria 2012
del club de escritores Palabra sobre palabra publicado por Editorial Círculo
Rojo (España). Prologó el libro premiado Job aterido del escritor español
Javier Sachez. Editorial Seleer. España. 2012. Participó con el ensayo “La violencia
como producto de la sociedad” en el Segundo Encuentro de Escritores por Ciudad
Juárez, simultáneo Colima. Formó parte del jurado del I Premio palabra sobre
palabra de poesía. Mantuvo por un año (2012) el espacio Cuentos que me cuento
en la web española (ya desaparecida) La pluma afilada (España). Actualmente
mantiene una columna semanal en Revista Biografía (Brasil).Blog personal: http://wwwjuanmireles.blogspot.mx/
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