O amor no seu
carro de prazer
Apresentação de “Estela y Lázaro vertiginosamente” derradeira
fabulação de Pedro Sevylla de Juana.
1-Nota
bene del autor
Andaba yo en
amores literarios con el complejo Brasil, desarrollando el universalismo en
poesía, procedente de Portugal, descubridor allí de la lengua portuguesa –minha segunda pátria- y de la escritura
en portugués; cuando se me coló en la mente la idea de armar mi última novela.
Armar, digo, porque es una novela de amor y de hedonismo, de entrega y
solidaridad, que requiere ser armada en sus varias acepciones: caleidoscopio,
mosaico.
Al intervenir
Sabrina Baccio en la relación amorosa de Estela y Lázaro, cercenándola; lo hizo
guiada por sentimientos fuertes: amor, amistad, celos, rabia. Lejos estaba de
conocer el alcance y la naturaleza de lo que rompía. Así me lo escribió con una
letra menuda inclinada a la izquierda, en carta fechada en la ciudad de Roma.
La firma llevaba una rúbrica armónica. Era casi una elipse cercando a la
inicial de su nombre seguida de un punto y el antiguo apellido; cognome recibido del padre, natural de
Florencia y originario de la provincia di
Napoli. Estuve tentado de analizar su escritura, pero lo dejé para más
adelante.
Al profundizar
en las razones de los amantes, comprendió Sabrina que sería bueno publicar su
historia amorosa, en cierto modo, ejemplar. Así que pensó poner las cartas
cruzadas en manos de un escritor que les diera forma de novela. Nunca nos
habíamos visto, pero conocía parte de mi obra y me consideraba experto en el
mundo femenino, capaz de ordenar los diálogos y añadir el contenido más
oportuno. Si aceptaba yo el compromiso debía dar a la estampa el resultado
final. De ese modo, no solo reparaba el daño infligido, sino que ayudaba a
otras personas, mostrándolas lo que el amor puede llegar a conseguir, puesto al
servicio de la persona amada. Noble empeño, pensé al leerlo, poniéndome, sin
darme cuenta o intencionadamente, de su lado, un lado, en cierto modo,
justificable.
Iba a ser una
historia de amor y sexualidad, pero también ejemplo de simbiosis vital.
Mostraría al lector, la manera en que dos personas disímiles pueden acoplarse
saboreando la vida. Escribí a ambos protagonistas: Estela y Lázaro. Hablé con
ellos, y me pidieron que la novela no los denunciase en modo alguno.
Ciertamente me esforcé; hube de modificar todas y cada una de las
circunstancias principales.
Pensando
en la excelente facilidad narrativa de Estela, le propuse trabajar conmigo en
este proyecto inusual. Su deseo de aceptar, aceptó; y ahí quedó la cosa, porque
la buena voluntad de Estela carece de tiempo. Trabajadora dentro y fuera de
casa, apenas dispone de un minuto libre, Su capacidad reflexiva y la frescura
formal, hubieran sido de gran importancia a la hora de ensanchar el atractivo
de la trama y el argumento. No logré que iniciara la colaboración, y lo
lamento: porque acaba todo lo que empieza, y todo lo que hace lo hace bien. Una
vez concluido mi trabajo, lo sometí a la consideración de ambos, y puedo decir
que tanto Lázaro como Estela, aceptando la transformación y los muchos
añadidos, quedaron conformes y hasta
satisfechos.
En
el capítulo de agradecimientos, mención especial recibe Carme Esther Miravet,
una artista de nervio y estirpe -lo fue su madre- y autora de la bella
ilustración de portada. En sus años rebeldes, exponía en la entrada del templo
en construcción de la Sagrada Familia, y fueron turistas entendidos en arte,
sobre todo americanos, quienes se llevaron lo principal de su obra. Guarda fotos
de los cuadros y láminas, junto a los datos personales de los compradores.
Trató digitalmente la foto de El dit en
la nafra, vendido a una familia rica de San Diego, El dedo en la llaga, en
castellano, que ahora es el rostro del libro.
Renata
Bomfim, autora del juicio crítico de la introducción, es, además y sobre todo,
una gran poeta vocacional "agitada e
mexida por seu tempo". Sirva de ejemplo esta perla universalista sin
mácula:
O meu poema
é desejo,
ânsia...
Vontade louca
de unir a minha
boca
à boca do mundo
num beijo.
Es
ya la hora cierta de la verdad desnuda y, sin dilación, procedo a levantar o
correr el telón que cubre el escenario. Da comienzo la representación de la
obra. La floreciente Talía, y la melodiosa Molpómene, me asisten. Así que, le voilà
qui arrive:
2-La
heroína y el héroe
De
rostro armónico y ojos verde mar, su nombre es Estela Boinder Sintes. Rubia
natural aclarada con camomila, de signo Aries y ascendente Cáncer, nació el 9
de abril de 1966 en Cala Blanca, Ciutadella, próspera y luminosa Menorca,
ardiente Nura de los fenicios. Su estatura alcanza los ciento sesenta y nueve
centímetros, es extremadamente sensible, emotiva y
romántica; le atrae todo tipo de aventuras y rebosa fantasía y erotismo. Me
cuenta, además, que fue engendrada a medias por un militar aventurero
descendiente de ingleses, y una dama menorquina de rancia alcurnia. Los
destinos del padre marcaron el itinerario familiar, y el cambiante lugar de
nacimiento de los hijos. Vivió en Ibiza, Girona y Barcelona; y reside en la
ciudad de Palma de Mallorca. Cursó sus estudios en colegios públicos e
institutos de las diversas ciudades donde transcurrió su niñez; titulándose en
Ciencias de la Información, rama de Publicidad, en el campus de Bellaterra,
Barcelona.
Le
chifla el mar: esa palabra usa: chifla. Le gusta abarcarlo con la mirada desde
los acantilados, sumergirse hondo, hacerse una con él, navegarlo y entregarse,
dejándose cautivar. Hubiera sido vigía enrolada en un velero que recorriera las
aguas todas: dulces y saladas. Quizá el antiguo barco pirata de Espronceda,
porque persigue la libertad más amplia. Nada como las sirenas y practica el
submarinismo fotográfico. “Modestia aparte”, me dice, “poseo una cierta
facilidad para el arte y la literatura”. El deseo de aprender las técnicas
narrativas para usarlas en la redacción publicitaria, la llevó hasta Lázaro
Céspedes, poeta y novelista de larga trayectoria, que dirigía cursos de
escritura en Zaragoza. Se consideraban los alumnos unos afortunados, y se reunieron
allí los fines de semana durante cinco meses.
Joven
y recién licenciada, acababa Estela de entrar en “El hilo de Ariadna“, un
proyecto publicitario ilusionante, que habían emprendido cuatro locos; uno de
ellos era Alfred, el mallorquín compañero de facultad, con quien, después de
practicar el sexo en toda su deliciosa variedad formal, se casó. No, no admitía
a cualquiera Lázaro en su clase. Hubo una entrevista previa en un saloncito del
hotel Sarriá, a la que asistieron los interesados de Cataluña y Baleares. La
fluidez verbal de Estela, su desbordante poder de imaginación, el renovado
optimismo y la firmeza de las convicciones recién rectificadas; le permitieron
pasar la primera criba. Se trataba de mostrar a Lázaro el arraigo de la pasión
narradora. No quiso ver los trabajos que llevaban, una selección personal que
les había costado días decidir. Quedaron dos más de la mitad, el resto podía
dedicarse a otra actividad con razón. Hubiera eliminado Estela a algún otro,
aceptando a varios de los excluidos; aunque, bien mirado ¿quién era ella? Ella
era la joven ejecutiva de cuentas, de una agencia ambiciosa, de tan solo seis
clientes ambiciosos, dotados con presupuestos minúsculos. Ah!, pero Estela, en
ese santuario de la sublime ambición, era la más ambiciosa, porque deseaba ser
redactora en Sumum, la agencia de moda.
Alfred
y Miquel, galantes y considerados compañeros de trabajo, la satisfacían
amorosamente en aquel tiempo: lo cuenta sin pelos en la lengua. El uno y el
otro por separado, hasta que los unió en su cama para realizar una compleja
serie de pruebas carnales. Podía haber ganado el serio Miquel, pero Ganó
Alfred, el sonriente. Miquel, león en la sabana, cambió de empresa y mudó de
bando, haciéndose jefe de publicidad en el anunciante, una cadena corta de
tiendas de ropa. Estela siguió trabajando en el piso acogedor de la Rambla de Catalunya transformado en oficina, y
viviendo en el nido de amor del carrer d´Aribau.
Día y noche con Alfred, inseparables en el trabajo y en el ocio, sin
diferenciarlos en ocasiones, producían roces que auguraban un choque brutal, y
no lo querían. “Prince Communication“, fue la nueva empresa: ejecutiva de
cuentas, publicidad y relaciones públicas, para los contados distribuidores
catalanes de una importadora de vehículos asiáticos. Su relación con Alfred
quedó a salvo, y la trabajosa carrera publicitaria no había hecho más que
arrancar. Afán se llama ese estímulo que la empujaba con ímpetu hacia adelante
y arriba. En pocos meses se apoderó del puesto y, en ese instante, afloró
imparable la vieja intención de trabajar de redactora en Sumum. Leía manuales y
artículos que pretendían enseñar redacción, ensayaba argumentos de ventas,
titulares, cierres, eslóganes. Aprovechaba el silencio de las madrugadas de
sábados y domingos para reescribir aburridos textos técnicos hasta hacerlos
atractivos. A las once en punto de la mañana, para que desayunara Alfred al
levantarse, exprimía unas naranjas y hervía el café. De manera tan sencilla se
hizo ama de casa. “¡Eso sí que es progreso!”: exclama Estela con trastienda.
Luego, mientras Alfred leía la prensa, ella hacía las camas y ordenaba el
salón. Era el ama de casa; bien cierto. ¿Y Alfred, en ese supuesto, qué era? Al
instante me responde: “Era el amo de casa; un hombre bien preparado. Sabía de
política, de economía, de fútbol; y hasta de cultura. La cultura venía en el
sesudo suplemento dominical”.
“Una
vecina joven y moderna, me dijo en voz muy baja que nosotras disponíamos del
sexo para hacerles pasar por el aro. Pura y simple teoría. Ganar el concurso
amoroso y dormirse en los laureles, fue todo uno para Alfred. El deseo tan bien
probado fue disminuyendo de manera considerable, y mi necesidad iba en aumento.
De modo que dispuso del sexo para hacerme pasar por el aro”. Fue entonces, cuando
apareció Lázaro. Tenía Estela ilusión, superó los exámenes, saloncito del hotel
Sarriá, y se inscribió en el curso.
Zaragoza,
los fines de semana, era un lugar ciertamente agradable. Aunque de día apenas
lo disfrutaban. Un hotel junto al aeropuerto y, en él, un salón convertido en
aula, el comedor y las habitaciones. No, no resultaba barato: en esos cinco
meses se gastó Estela todo lo ahorrado. Dinero suyo y bien suyo, pues Alfred no
aportó una peseta. Llegaban el viernes a las cinco y media, porque de siete a
diez tenían clase. Nuevas sesiones en la mañana del sábado, la tarde íntegra y
el domingo hasta las dos. Sí, agotador. La noche estaba pensada para relajarse.
Era fácil comprender que se trataba de un aspecto relativamente importante para
la formación; pues hasta quienes vivían en la ciudad se alojaban en el hotel.
Comentarios malintencionados hablaban de un buen arreglo de Lázaro para obtener
algún tipo de descuento. Aquellos que los iniciaban, transcurrido un mes, se
encargaban de desmentirlos. No se podía prescindir de la agradable actividad
nocturna. Veintidós alumnos provenientes de la publicidad, del periodismo, de
las relaciones públicas; guionistas de cine, poetas y novelistas en ciernes;
iban de antro en antro mordidos por la mucha hambre de diversión. Surgieron
amores, y el sexo se dio espontaneo al regresar de madrugada al hotel. “En lo
que concierne a mi humilde persona, propicié un triángulo con dos amigos
íntimos, Pachi y César. Rechazando a la buena de Roser, una bella tortosina
dulcísima, la chica más atractiva del curso. Mantuvimos una pelea de besos
carnívoros, lamimos toda la geografía corporal y, luego, ardiendo, la obligué a
marcharse de la habitación”.
Decir
que Lázaro, de cuarenta y siete años, quedaba por voluntad al margen de la
francachela, es procedente; porque siendo de mediana estatura disponía de un
cuerpo de atleta bien proporcionado. Y conversación entusiasta. Su decir era
cálido, melifluo, convincente. Es bien cierto, la personalidad de Lázaro,
indiscutiblemente original, cautivaba a Estela. Estuvo dispuesta a quedarse con
él cuando los demás se divirtieran. Cenar juntos, hablar de sus cosas,
actualizar el conocimiento mutuo; y hasta seguirlo a la cama si se presentaba
la ocasión. “Siempre me atrajeron los uniformes castrenses y la voz de mando;
realidad incomprensible si mi padre tiene relación con ello”. No llevaba
uniforme Lázaro, pero la palabra justa, ineludible y concluyente, invitaba a
obedecer tanto como una guerrera de gala y cuatro condecoraciones. Un año después
de todo aquello, casada y sin hijos, tuvo la suerte de encontrarlo de nuevo.
“Había cumplido yo los treinta, y cruzaba la plenitud corporal y anímica.
Diecisiete años podían retraernos; pero la manera de ser nos acercaba. Hubo
gestos, pero gestos míos; de él hacia mí no vi ninguno: disimulaba, estoy
convencida. En Sant Jordi de ese año le había regalado el libro de José Luis
Sampedro, La vieja sirena. Mi
dedicatoria, muy sugerente y estratégicamente pensada, decía: La vida, una historia de amor. Lo leyó entero,
seguro; buscando la clave. Aunque no me lo dijo”.
Lázaro
es un intelectual, un pensador; y había publicado ya una decena de libros entre
poesía y relatos. ¿Qué buscaba Estela?, ¿qué quería conseguir? Aún no lo sabe.
En una de sus visitas a Barcelona para seleccionar a otro grupo, vio el anuncio
en la prensa y lo llamó. Quedaron en su habitación del hotel a una hora algo
tardía. Hablaron del trabajo, de los compañeros de curso, de la vida, de sus
vidas. Salieron a cenar, y comieron algo cocinado por ellos en un restaurante
japonés de la calle Numancia. Regresaron al hotel charlando; y todo para
descubrir que, juntos, se encontraban a gusto. “Relaté mi vida amorosa, mi
iniciación al sexo, las aventuras juveniles, casi adolescentes. Vamos, que si
no pretendía nada, le puse en bandeja la ocasión de entrar en materia. La
mirada plena de deseo sorprendida en sus ojos, y el cuaderno negro de apuntes,
con el que ocultaba la espontanea inflamación aparecida en la ingle,
contradecían sus palabras neutras”. Se separaron a eso de la una y tres cuartos
de la madrugada. “Jugosa y dilatada yo, en modo alguno pude sentirme
despechada, porque aprecié sus ganas envueltas en disimulo. Había pasado unas
horas agradables y la calentura podían calmarla mi marido o mi mano diestra.
Los dedos, desde casi niña, han sido mis constantes aliados en tales
menesteres: caricias de lo más fervorosas”.
Quince
años después, Estela Boinder era directora de arte en Sumum, la prestigiosa
agencia publicitaria en la que entró como redactora gracias a las enseñanzas de
Lázaro. Mantenía contactos con algunos de los antiguos compañeros, y propuso a
dos de ellos, César y Pachi, con los que seguía formando el peculiar trío
amoroso a espaldas del marido; reunir a cuantos pudieran, para pasar juntos un
atractivo fin de semana. Pensaba en algunos con los que tuvo más amistad, pero
sobre todo en Lázaro. En ese tiempo no le había llegado de él ni la menor
noticia. ¿Qué sería de su voz cargada de seducción, tierno e imperativo según
las ocasiones; qué sería de su decir sabroso, pan recién cocido, carne asada,
néctar de miel? Bastón de mando con forma de varita mágica cuando pedía un
favor imposible. Supo que a los cincuenta y dos años dejó de trabajar, para
dedicarse en exclusiva a la literatura. “De modo que habría seguido escribiendo
poemas de amor en la piel de sus amores: lengua en vez de pluma”. Pero ella no
lo sabía a ciencia cierta, y quería, necesitaba, saberlo. Cuando le llegaron
las primeras confirmaciones de asistencia, puso a los compañeros en la busca y
captura del escondido maestro.
Alfred,
amado esposo de Estela, de padre balear y madre valenciana residentes en Palma
de Mallorca, abandonó un buen día el proyecto empresarial puesto en marcha,
para convertirse en funcionario del Estado, más que nada por la estabilidad.
“Ha gobernado mi vida adulta, a él me supedité ya en la facultad”. En los
primeros años de matrimonio, sin hijos porque lo quisieron de ese modo; fueron
libres para ir y venir, y viajaron a capricho. Al mes de intentarlo, se quedó
preñada de los gemelos y, siendo propensa a los embarazos múltiples, decidió él
someterse a una operación de vasectomía. La tímida y desatendida opinión de
Estela carecía de efecto. “Cuando los achaques de sus padres, hijo único para
esos efectos: el hermano vive en la Córdoba de Argentina; cuando la incapacidad
paterna fue reclamando la presencia activa de Alfred en Palma, encontré la
oportunidad de traslado, alzamos la casa y nos vinimos desde Barcelona, donde
estaban nuestra vida y la incipiente de los niños”. Palma es una ciudad bien
distinta, pero le atraía el proyecto encomendado por los superiores, y fue
añadiendo alicientes de todo tipo. “Conozco un montón de cosas, de temas
variados y distantes. Se aprende la intemerata al documentarse a conciencia
sobre los productos de los clientes, los mercados, los medios y el perseguido
público objetivo. No todo es inútil. Me veo obligada a disimular: ¿Quién quiere
relacionarse con una mujer superior? Es broma. Pero no del todo”.
Lázaro
Céspedes Arjona está al corriente de la práctica amorosa, y conoce que el
hombre es el único animal, el único primate, que sufre y disfruta ese
sentimiento errático llamado amor. Amor con mayúscula o con minúscula,
dependiendo del temperamento de cada cual. Lázaro nació en Teruel el día 16 de
marzo de 1949. El padre era artesano de la harina, la masa y la cocción: pan en
diversas presentaciones, pastelería exquisita, cereales para el desayuno:
despacho de delicatesen. “Nuestra madre, frustrada maestra de escuela, pues no
llegó a ejercer; murió cuando hacía la primera comunión mi hermana Mariluz, Luz
para la familia, tres años menor que yo. Nuestro padre, se sintió incapaz de
atender a dos hijos casi adolescentes, así que se emparejó enseguida”. Muchacho
activo, inteligente y hábil, estudió Lázaro en Zaragoza la carrera de Filosofía
y Letras y, en esa su ciudad, se dedicó a la docencia: formación empresarial,
enseñanza de lengua y literatura; a leer con fruición durante el tiempo libre y
a escribir con resultados más que decorosos. Dejó el trabajo a una edad
temprana, para dedicarse por entero a la escritura; y ese abandono le dio el
argumento de una novela; la primera. La segunda obtuvo un premio importante.
Lleva diez publicadas, veintiún libros en total, de ellos tres poemarios que le
demuestran poeta de fibra sensible. El atractivo de la mujer reside en la mente
del hombre: dijo en una conferencia.“Me casé hace una eternidad larga, y Amanda
Meira, mi querida esposa, de origen brasileño: mulata según todos los indicios
visibles: labios, nariz, ojos y frente; me trajo a la antigua Roma desde la no
menos antigua ciudad de Lisboa. A ella me había arrastrado desde la adorada
Zaragoza, siguiendo a nuestro hijo Isaac, a la nuera Alba y a los nietos
Beatriz y Rodrigo”. Raúl, el hijo soltero, reside en Madrid, aunque recorre
todos los cielos y los suelos todos, dedicado al fomento del turismo.
“Puedo
decirlo ahora, tranquilizados ya los sentimientos. Estela fue una ex alumna más
hasta el regalo del libro. Algo pretendía. Acaso pagarme el buen trato, en nada
distinto al que recibieron los demás. O la enseñanza del uso del idioma, que la
permitió mejorar profesionalmente y dedicarse a lo que quería. En el hotel
donde nos encontramos aquella noche, la hubiera amado con todas las ganas, pues
me puso muy duro y tuve que ocultar la rigidez de una forma graciosa: un
cuaderno vino, como siempre, en mi ayuda”. Pensó en las consecuencias. Estela
no era una impúdica que buscase la variante sexual de alguien mayor. Estela era
una mujer ya hecha, de personalidad sólida, que merecía cierta continuidad. Eso
le frenó; porque descubría un cuerpazo desprendiendo erotismo, prometedor de
una noche gozosa.
Quince
años más tarde, tras una búsqueda exhaustiva de los antiguos alumnos, una de
entre ellos, la mejor informada según parece, encontró a Lázaro, el viejo
profesor. En el romano Trastevere habitaba un apartamento alquilado, su esposa
vivía volcada en los nietos, y él acababa de publicar la mejor de sus novelas.
Decidió dedicar un ejemplar a Estela en la reunión conmemorativa: simple
correspondencia con aquel regalo de Sant Jordi. “Eso es todo, de verdad
verdadera; c´est tout, that´s all”. Después
de la copiosa comida, ellos irían a divertirse como en los buenos tiempos; y
Lázaro, acompañado de Luz, su única hermana, volvería al aeropuerto y a
ineludibles compromisos. “Lo ignoraba entonces, pero la cariñosa dedicatoria de
mi libro, fue entendida por Estela como el pistoletazo de salida de una maratón
de emociones. Corredora de fondo, salió sin prisas; iniciando conmigo la
correspondencia-río que desembocaría en un océano de erotismo y entrega”.
Estrella marina, estrellamar, estrella celeste sobre el blando mar, monumento
recordatorio en forma de pedestal con inscripción explicativa, huella de espuma
que deja una embarcación al partir las aguas en su avance: Estela Boinder
Sintes quizá sea todo ello, y más: Estrella polar, guía de los marineros en su
derrotero nocturno, pedestal de homenaje a la sabia naturaleza que la concibió
tan apasionada, y huella de espuma dejada por un velero en el Mediterráneo, su
propio mar. “Pronuncio su nombre, y aún se me desborda la boca al nombrarla,
aún se ensancha la nariz al recordar su aroma de hembra, la feminidad que
desprende, su energía impulsora, la estimulante y renovada voluptuosidad”.
Pedro Sevylla de Juana. Descendiente
de agricultores y artesanos de la forja, nací en Valdepero, provincia de
Palencia, el día 16 de marzo de 1946. Terminado el bachillerato superior en el
colegio de La Salle de la capital palentina, me hice publicitario en la Escuela
Oficial de Publicidad de Madrid. Cursando, luego, en ICADE, los estudios de
Dirección de Márketing; que pude compaginar con los de sicología, fotografía y
diseño gráfico.
Aficionado a la lectura, y deseoso de
fijar al papel mis hallazgos y contrariedades, escribo desde muy temprano. Me
rendí a la poesía sin condiciones, y la prosa poética fue el resquicio por
donde entraron los relatos breves. Ellos, y las sorprendentes facilidades del
procesador de textos, me llevaron, ya asentado en la madurez, a la novela. El
interés por la lengua y la cultura portuguesas, posibilitó mi actividad de
traductor y el regreso a la poesía. El descubrimiento de Brasil supuso un
impulso para mi trayectoria literaria. Colaboro en diversas revistas literarias
digitales de Europa y América, tanto en lengua castellana como portuguesa.
Tras dejar mi pueblo y Palencia, residí
en Valladolid, Barcelona y Madrid; pasando temporadas en Ginebra, Estoril,
Tánger, París y Ámsterdam. Viajero intermitente, paso la mayor parte del tiempo
en El Escorial, dedicado por entero a mis tres pasiones más arraigadas: vivir,
leer y escribir. Frutos de esa ocupación son los veintitrés libros publicados. Trabajos
míos figuran en seis antologías internacionales.
3-La crítica
La mirada crítica de Renata Bomfim
Ouvir sereias...
Ora (direis) ouvir estrelas! Certo/ Perdeste o senso!” E eu vos direi,
no entanto,/ Que para ouvi-las, muita vez desperto/ E abro as janelas, pálido
de espanto...”.
Estes versos do poema “Ouvir estrelas”, do brasileiro Olavo Bilac, há
décadas encantam os leitores. A obra Lázaro
e Estela Vertiginosamente, escrita por Pedro Sevylla de Juana, é feita desta mesma matéria: beleza e
assombro, mas, apenas o leitor desperto poderá escutar o canto que vem das
profundezas do texto e ouvir as sereias. Esta obra é fruto de uma tentativa de
reparação, ela traz a luz e-mails que desvelam a relação amorosa entre Lázaro
Céspedes Arjona, escritor, tradutor e professor de literatura, e sua aluna
Estela Boinder Sintes, publicitária.
Esta história envolve de forma irremediável, outras histórias de amor e
amizade, como por exemplo, as vividas pelas personagens Sabrina Baccio e Amanda
Meira. Essa “correspondencia-río” a cada dia se tornará mais íntima e acabará
por desembocar “en un océano de erotismo y entrega”. A obra põe em xeque o
status do sujeito contemporâneo, esvaziado das verdades absolutas, de caráter
teatral, sempre em busca, sempre em via, Ulisses vencido buscando a única
verdade possível e capaz de salvá-lo, o amor, risco no qual estão empenhados
tanto quem ama, quanto o objeto de amor, ou seja, o ser amado. O amor é de
todos os mitos o mais belo e, de todas, talvez, a realidade mais verdadeira. Estela e Lázaro vertiginosamente, oferece ao leitor a
possibilidade conhecer detalhes dessa relação que se revela deveras real,
embora seja virtual, e mostra também o poder abrasivo da palavra, como bem
destacou Lázaro: “Ahí destaca el poder de la palabra, el poder del deseo sobre
la palabra. El efecto es real, demasiado real”.
Conhecer a intimidade alheia é um fetiche contemporâneo, basta
observarmos a profusão de diários íntimos e epistolografias publicadas.
Entretanto, penetrar na intimidade dos personagens da obra em questão, sondar
seus sonhos e fantasias, bem como, ter ciência de suas fraquezas e
potencialidades, é a possibilidade de termos uma aula sobre a autenticidade do
amor, esse “não querer mais que bem querer”, “contentamento descontente” como
cantou Camões.
O leitor deve se colocar num “para além”, tanto dos julgamentos morais,
quanto das convenções sociais, pois, para penetrar os arcanos da paixão, do
desejo, da sedução e do amor, senda da qual ninguém sai igual, ou incólume, é
preciso vulnerabilidade, é preciso transgredir normas, regras e interditos.
Lázaro sabe que a divisão entre os sexos é algo cultural e pernicioso, e se
orgulha por pertencer a um pequeno grupo de pessoas no mundo que arrisca viver
valentemente o cadinho de felicidade que lhe é devido: “Vuelvo de un viaje muy
largo. Soy Ulises, y regreso a
Ítaca buscando el amor de Penélope, mi enamorada esposa Estela, que espera mi
regreso con esperanza inextinguible”. Estela Boinder Sintes é Penelope e também
é “la sirena que dirigía el coro, cuando, atado al palo mayor de mi barco,
escuché su canto irresistible”. Metamorfoseada pelo desejo do amado, torna-se
também, "Estrella marina, estrellamar, estrella en el cielo sobre el mar,
[...] Estrella polar, guía de los marineros en su derrotero nocturno”,“hetaira
virgen”, a única mulher capaz de capaz de transformar Lázaro nos heróis
admiráveis das obras que ele traduziu.
Foi o desejo de aprender que levou Estela a se aproximar do poeta e
novelista; Lázaro era duro e não admitia qualquer pessoa na sua aula, mas a
fluidez verbal de Estela, o seu otimismo e firmeza o seduziram. Para Estela
Lázaro, além de “Maestro del placer”, era uma escuta amorosa, o apoio que ela
necessitava, um porto no vasto oceano da solidão: “Me gusta oírte y contarte
mis cosas, me gusta que me digas las palabras más obscenas mientras nos
acariciamos desnudos. [...] mi amor, mi vida, mi hombre...”.
O erotismo na obra é premente, e vale destacar aspiração de realização
no aqui e agora que é próprio do desejo: “No hay futuro, y lo sabemos. Lo
importante es que existe presente, un presente continuo”, destacou Lázaro. E
foi o desejo de liberdade no instante levou o casal virtual a criar um mundo
particular: "No te parece maravilloso, cervatilla?[…] tenemos una casa
virtual, formamos una pareja virtual”, destaca Lázaro, e Estela confirma: “Lo
siento tan vivo que no lo cambiaría por la realidad”.União fértil e imaginitiva
que gerou uma criança virtual, uma menina chamada Aurora. EstelaLibre é a
residência do casal, “un terreno de libertad” onde cada um pode se expresar da
sua maneira, tanto como é, como quanto deseja ser. Livres da
“autocensura, sin prejuicios ni reproches”. Neste espaço privilegiado, onde
“palpita un sentimiento común de admiración, respeto, deseo, estima, amor,
amistad, atracción”, que os “esposos eternos de una eternidad que ha de durar
mientras el amor y el deseo duren”, podem ficar juntos: “mi novia virtual, la
luz de mi vida; ya estoy en casa. Entro anhelante de hablar
contigo, cargado de deseo”.
O desejo é a relação entre seres humanos carentes. Os amantes são
enredados em um jogo de afetos que denuncia uma falta que demanda satisfação.
Observem a forma desejosa como Lázaro descreve Amanda Meira, sua esposa, a “entrañable
Maga: “heredera de indígenas tupiniquim brasileños y continuidad de la vida. Es animal, vegetal y mineral; es fuego y es
aire. Es la naturaleza, lo palpable y lo etéreo. […] cuatro años menos que yo y
con rasgos indelebles de mulata”. Amanda é uma personagem
intrigante, o seu silêncio na obra é ruidoso, especialmente quando sabemos
acerca dos traumas de seu passado. A amizade de Amanda com Sabrina Baccio
indica a potência da obra, capaz de abarcar variadas formas de afeto, amizade e
companheirismo.
A bissexualidade de personagens como Estela e Sabrina é insinuada,
tanto no âmbito do real, quanto da fantasia, enquanto a de Sônia e Sara é
explícita. Lázaro encontra em Estela o desejo e a aceitação que já não encontra
mais em Amanda: “Ignoro cómo será mi sexualidad futura, pero sin ti va a
decaer, sin tu estímulo perderá empuje y vigor”. Sabrina põe fim à
correspondência amorosa entre Lázaro e Estela motivada por “sentimientos
fuertes: amor, amistad, celos, rabia”. Foi também Sabrina que levou ao narrador,
parte importante da trama, os e-mails para que fossem publicados. Observamos
que no jogo amoroso o ser humano veste múltiplas máscaras e, mais que ocultar,
ele revela o seu status: precário, marcado pela finitude, ser que não possui
atributos divinos, e que para ascender e tocar o infinito precisa de outro ser:
“Anoche en mi soledad habitual me abrazaste y mimaste, besaste mi cuello y mi
pelo y después de gozar me dormí en tus brazos”.
Pedro Sevylla de Juana nos possibilita conhecer mundos que apenas os poetas são capazes de
criar, mundos multidimensionais, vinculados a humanidade, no qual a fraqueza se
transforma em força, e valores como a amizade e a generosidade superam as
mesquinharias da vida cotidiana, enfim, vem mostrar que a linguagem, para além
da vida prática, pode responder as necessidades da vida afetiva. Muitos outros
personagens integram este imbricado texto: filhos, netos, primos, sobrinhos,
políticos, cantores, cada um deles atuando estrategicamente na trama, os
lugares também são importantes.
Há ainda Carme Esther Miravet,
“artista de nervio y estirpe”, criadora da capa do livro, eu, Renata Bomfim, autora destes
apontamentos e admiradora da escrita do autor Pedro Sevylla de Juana, e o autor, o que não é simplesmente um
elemento em um discurso, e que além de desempenhar um importante lugar
enunciativo na obra, nos convida para embarcar no seu veleiro de papel e ouvir as sereias. R.B.
Renata
Bomfim, poeta
e ensaista naceu em Vitória/ES - Brasil 1972. Artista Plástica formada na Universidade Federal do Espírito Santo. É Mestre e
Doutora em Letras, também pela UFES. Ocupa a cadeira
16 da Academia Feminina Espírito-Santense de Letras. É membro do Instituto
Histórico e Geográfico do Espírito Santo (IHGE). Coordinadora
de Vivências Socioambientais no Mosteiro Zen Morro da Vargem, em Ibiraçu. Pesquisadora
e crítica literaria, especialista na vida e obra de Florbela Espanca. Dirige a
revista literária Letraefel. Trabalha como
Arteterapeuta no Estado de ES.
Revista Biografia
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Caro Daufen, bom dia.
Fui um dos primeiros privilegiados com a leitura de Estela y Lázaro vertiginosamente, do meu grande amigo Pedro Sevylla. E li-o no original, em castellano, um exemplar autogrfado que o Pedro enviou-me por correio. A novela é extraordinariamente bela, envolvente, apaixonante, inclusive pela crítica da Renata Bomfim, que também é minha querida amiga capixaba.
Além de dar-me um presente como este Estela y Lázaro, o Pedro deu-me outra grande alegria ao escrever uma crítica sobre a minha poesia (Remisson Aniceto, poeta a martillazos).
Dou-lhe os parabéns, como sempre, Daufen, por publicar artigos, poesias, ensaios, fotografias e tudo o mais que é tão relevante para a nossa cultura, como é este livro do Pedro.
Parabéns por não impor fronteiras à sua Biografia.
Abraços do Remisson
Daufen, pelo apreço que tenho ao trabalho do Pedro, o meu primeiro comentário foi incompleto. Aqui, deixo o link de promoção de Estela y Lázaro, que publiquei na minha revista PROTEXTO em 16/07/2014, algum tempo depois de publicar a notícia do livro na mesma revista e deixo também o e-mail que o Pedro enviou-me, junto com o prefácio da Renata.
Outros abraços a ti e aos teus leitores, Daufen.
Em Quarta-feira, 8 de Janeiro de 2014 7:54, Pedro Sevylla escreveu:
Amigo Remisson, te envío el texto íntegro que Renata escribió como Prefacio para mi última novela, publicada ahora.
En el libro, por motivo de espacio, no pudo ir completo. Creo que merece la pena darlo a conocer.
También va la portada del libro.
Cuando me lleguen ejemplares te mandaré uno.
Un fuerte abrazo amigo de
Pedro
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