De una experiencia antes de
fin de año
Estas fechas de cierre de
año, particularmente, me invitan a experimentar la ausencia. Un intento por
evadir la responsabilidad de ser. Son momentos, instantes, en los que me
contemplo desde la lejanía —¿Qué tiene que decirme el que me ve? ¿Por qué me invita
a ir a la profundidad de mí mismo?— y la serie de preguntas que van asomándose,
esperan una respuesta que nunca llega, tal vez, porque no hay nada que
responderle al vacío. No sé nada de mi otra mitad que se extiende
infinitamente, solo alcanzo a percibirla, y ese roce con la irrealidad que soy,
es suficiente para desestabilizar la idea absurda de la importancia de ser.
Ante tal magnitud de espacio que se expande y que no termina nunca por alcanzar
su límite, sé, no significo, sé debo luchar por deshacerme de mi importancia
porque allá, en el verdadero sentir, en esa etapa de quietud, la no importancia
es en realidad la máxima virtud: la nulidad. Y llegan más preguntas: ¿cómo
anularme desde mi imperfección? ¿Cómo borrar el camino que se traza con mi sola
presencia? ¿El otro es también una ilusión de individualidad? Algún antiguo
sabio chino tuvo a bien recomendar el no tratar de explicar lo que en sí mismo
no tiene explicación, porque aquello, solo es. Llegué a esto caminando del modo
en que se me enseñó a hacerlo, pero ahora vuelvo, con las piernas haciendo
extraños: debí tomar en serio la recomendación que le hizo a su discípulo, el
mismo sabio chino del que hablé líneas arriba, en un relato que leí hace no
mucho, en el que le advierte al muchacho el peligro de querer saber y
comprender lo que está más allá del entendimiento.
Vuelvo a este texto y pienso
en que mi nombre no importa tanto como mis palabras. Incluso, lo que tengo que
decir y que es leído por alguien, es suficiente para darle significación a mi
existencia —aún lucho contra la posibilidad de la no significación—. Contemplo
el sentido de cada cosa que he dicho antes y caigo en cuenta que nunca
conseguiré ser solo espacio: no a partir de aquí, de mi dualidad, a la manera
budista.
Recojo entonces lo que queda
de mis palabras y sonrío. Me digo que lo mejor es tenderse sobre el sueño,
fluir, transitar por este (mi) camino onírico. No pensar más, no tiene caso.
Mañana iré a comprar uno que
otro regalo navideño.
Juan Mireles - Escritor
(Estado de México, 1984) y director editor de la revista literaria y de arte
Monolito (México).Ha sido publicado en la revista española Palabras Diversas
(España), Letralia (Venezuela). Cronopio (Colombia), Cuadrivio (México), Punto
en línea (UNAM. México), Justa Revista Digital de Editorial Jus (México),
Radiador Magazine (México). Revista Anomalía (México), Revista Biografía
(Brasil), Cinosargo (Chile), La ira de Morfeo (Chile-Argentina); Agrupación
Puerta Abierta Chile-México. Letras de parnaso (España), Nagari (EUA), Los
sábados, las prostitutas madrugan mucho para estar dispuestas (España). Almiar
(España). Suicidas sub 21 (Perú); suplemento cultural La Jirafa del Diario
Regional de Zapotlán, Jalisco. La pluma afilada (España). Revista Inopia
(Puerto Rico). Textos suyos han sido integrados en la antología Memoria 2012
del club de escritores Palabra sobre palabra publicado por Editorial Círculo
Rojo (España). Prologó el libro premiado Job aterido del escritor español
Javier Sachez. Editorial Seleer. España. 2012. Participó con el ensayo “La violencia
como producto de la sociedad” en el Segundo Encuentro de Escritores por Ciudad
Juárez, simultáneo Colima. Formó parte del jurado del I Premio palabra sobre
palabra de poesía. Mantuvo por un año (2012) el espacio Cuentos que me cuento
en la web española (ya desaparecida) La pluma afilada (España). Actualmente
mantiene una columna semanal en Revista Biografía (Brasil).Blog personal: http://wwwjuanmireles.blogspot.mx/
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