Entrevista a Susana Szwarc
Por: Rolando Revagliatti
Tal vez en algún momento, alguien desee llevar alguno
de mis textos al cine. Y eso sería un placer.
Susana Szwarc nació en Quitilipi, provincia de Chaco,
la Argentina, en 1954. Reside en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Ha
publicado la novela “Trenzas” (Legasa, 1991), así como en narrativa breve “El
artista del sueño y otros cuentos” (Tres Tiempos, 1981), “El azar cruje” (Catálogos,
2006), “Una felicidad liviana” (Ediciones Ross, 2007); en el género poesía “En
lo separado” (Último Reino, 1988), “Bailen las estepas” (De la Flor, 1999),
“Bárbara dice” (Alción, 2004), “Aves de paso” (Ed. Cilc, 2009); y en literatura
infantil “Había una vez una gota”, “Había una vez un circo”, “Salirse del
camino y otros cuentos”, “Tres gatos locos”, entre 1996 y 2010. Entre otras
antologías de la que es responsable, citamos “Cuentos ecológicos” (con
colaboración de Adolfo Colombres, Ediciones Unesco, 1996) y “Mujeres 3,
Visiones en el siglo” (IMFC, 1998). También el volumen “La mesa roja”,
antología personal de su narrativa. Sus piezas teatrales “Paisaje después de
los trenes”, “Trenzas, el secreto robado”, “Justo en lo perdido”, fueron
representadas entre 1985 y 2003. Cuentos y poemas de su autoría se tradujeron
al alemán, inglés, catalán, mandarín y francés. En 2013 se editó “Bárbara dice
/ Barbara dit” completo, bilingüe (Abra Pampa Editions, París, Francia). Además
de haber sido incluido su quehacer en diversas antologías, colaboró con
artículos, reseñas literarias, poemas y cuentos en publicaciones periódicas
nacionales y extranjeras. Desde 1985 coordina seminarios y talleres de lectura
y escritura en instituciones públicas y privadas, en varias provincias de su
país y en España.
Entre los reconocimientos recibidos destacan el Primer
Premio Nacional Iniciación de Poesía (1987), el Premio Unesco (Buenos Aires,
1984), Premio Antorchas a la Creación Artística (1990), Premio Único de Poesía
de la Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires (1998), Premio de Honor en la
categoría Libro para Niños, otorgado por la Municipalidad de San Miguel de
Tucumán (1996). Fue becaria del Fondo Nacional de las Artes por su proyecto de
escritura de novela (1995) y recibió el Subsidio Fondo Creadores del Gobierno
Autónomo de la Ciudad de Buenos Aires por su proyecto de escritura de libro de
cuentos (2005).
Está, actualmente, en los inicios de la fundación de la
Biblioteca Popular “La Sin Rival” en Quitilipi. En
http://susanaszwarc.blogspot.com.ar es posible acceder a una galería
fotográfica, al cortometraje “No camines en el barro”, opereta inspirada en un
cuento suyo, a videos donde se la advierte en lecturas públicas, presentaciones
de libros y otros eventos, a galerías de tapas de sus libros, antologías y
publicaciones diversas (revistas Casa de las Américas, Apofántica, por
ejemplo), a enlaces a Sitios, blogs y revistas digitales, a textos de su
autoría.
Porque no he visto representaciones de tus piezas
teatrales ni las he leído -¿es esto último posible, parcial o totalmente, en la
Red, o de algún modo público?-, comienzo interesándome por ellas, Susana. ¿De
qué tratan las estrenadas? ¿Dentro de qué tendencia las ubicarías? ¿Te
conformaron las puestas en escena? Sí o no, ¿por qué? ¿Tenés piezas sin
estrenar? ¿Qué dramaturgos te atraen? ¿Fantaseaste con la concepción de guiones
cinematográficos?
- Ahora que me hacés esta pregunta, además de
sorprenderme (es como si me olvidara de mis obras de teatro) me doy cuenta de
que no hay registros de las puestas. Las directoras y directores tendrán fotos,
algún video, pero no lo han subido a internet. Es que cuando se estrenó la
primera obra, no había aún internet. Lo mismo con la segunda. Con la tercera
sí, pero no nos habremos dado cuenta de registrar. Ahora estoy viendo el afiche
de “Justo en lo perdido” que dirigió Irene Rotemberg, se dio unos meses en el
Camarín de las Musas y en el Centro Cultural de la Cooperación, en la sala
Tuñón. Esta obra está basada en un cuento de mi autoría. Así como “Trenzas, el
secreto robado”, se basó en la novela “Trenzas”. La primera sí estuvo escrita
como obra de teatro y otras también. La última: “La resolana”, sin estrenar
aún, sucede en una kermese de pueblo (una especie de parque de diversiones muy
“del interior”) y dos mujeres hablan como recordando, pasan por un mismo lugar
pero por segunda vez, juegan para soportar ciertos horrores (se sabe que se
está en Napalpí, en el lugar de la masacre de trabajadores rurales en su
mayoría qoms ).
Podría decir que tanto las obras de teatro como la
poesía y los cuentos tienen “un aire” en común. El aire de los pueblos del
interior es lo que va abrazando (y abrasando) a los personajes, siempre
marginales, siempre en “la frontera”, sobrevivientes (lo que no implica sólo un
“aire de tristeza” sino la alegría de descubrir, de conocer y de estar viviendo
–que también hay- en estas situaciones).
Dramaturgos: Beatriz Pustilnik, Maruja Bustamante,
Ciela Asad, la maravillosa Griselda Gambaro (o sea, dramaturgas). Y ahora
recuerdo también a Susana Poujol, poeta y dramaturga.
Y me preguntás por guiones cinematográficos. Por lo
general en las críticas y también algunos lectores, me hablan de “la película”
que aparece en mis textos, como que algo de lo cinematográfico está allí. Por
la novela “Trenzas”, Rodolfo Modern decía en 1992, en “La Gaceta de Tucumán”:
“Y cabe agregar lo mucho que la autora puede haber asimilado del lenguaje
cinematográfico, con sus secuencias aparentemente deshilvanadas, pero que
hacen a1 asunto, y de las más modernas técnicas de composición musical, lo que
otorga a sus páginas una complejidad creciente y un interés renovado para
quienes ansían la elaboración de una prosa alejada de las convenciones al uso.”
En la presentación de “Bárbara dice”, en julio del 2004, dijo Amalia Sato:
“Susana Szwarc pisa: en ese espacio que es el Chaco, la selva de América… las
estepas de Polonia, los campos de escarcha, y se vuelve desafiante con imágenes
que de ser filmadas provocarían terror, en una sucesión de fotomontajes con
perspectivas dignas de una sala de espejos deformantes: la materia de un huevo
chorreando por una montaña, dos que juegan a la luz oscilante de una lámpara de
25W a un crucigrama y gritan que Holocausto es una bonita palabra por su
diptongo. Eso que Susana se atreve a pisar, después de tomar decisiones
visuales en un territorio que es todos los mapas, con un giro dadá, amparado
por el cabaret excéntrico, es un nuevo suelo donde instilar con una síncopa las
sentencias de Adorno, de Primo Levi, de Celan, con una pequeña muesca que es
coma, que es ofrenda hecha con palabras.”
Tal vez en algún momento, alguien desee llevar alguno
de mis textos al cine. Y eso sería un placer. Ahora que digo placer, para mí
fue una inmensa alegría que el compositor Cristian Varela basara su ópera en el
cuento “No camines en el barro”.
Que hayas participado en las funciones del ciclo
“Kamishibai”, el Teatro de Papel de origen japonés que coordinó Amalia Sato,
merece que nos ilustres sobre esas incursiones. De qué trató, cómo te sentiste,
qué te dejó.
- Amalia Sato fue la que nos trasmitió, nos contó, nos
“dio” el Teatro de Papel. Ella tenía en la casa de sus padres las láminas y un
teatro. Luego, cada uno de sus “conocidos” que deseamos formar parte del Club
Kamishibai, “nos hicimos” de un teatro. Comenzamos a hacer las funciones por
diversos sitios (Centro de España, Malba, El Ecléctico, Biblioteca Nacional,
Notorius, etc. etc.) . Algunos de los integrantes: Nicolás Prior, Sergio
Pángaro, Delius. Cada uno llevó luego sus funciones a otros espacios (escuelas,
bibliotecas, centros comunitarios). Yo hice algunas representaciones en
Resistencia, Chaco, en el Cecual. Y esas incursiones continúan. Es muy hermoso
ver cómo se produce, cada vez, ante este hecho que llamaría poético, una
comunión entre los actores (los que narran y mueven las láminas) y los
espectadores. Dan ganas de subirse a una bicicleta (que fue la primera forma de
transporte en Japón del kamishibai) y recorrer diversos sitios para contar,
mostrar, compartir este Teatro de Papel.
Que desde que comenzabas a ser una treintañera
coordines talleres de escritura supone un bagaje del que nuestros lectores
agradecerán lo que nos puedas trasmitir. ¿Cómo fueron los primeros años en ese
rol, cómo los siguientes, cómo los últimos?
- ¡Qué joven fui un día!, dice el personaje de
“Hiroshima mon amour” y era una treintañera. Es cierto, empecé a coordinar
talleres sin que hubiera sido –podría decir- mi intención. Estaba trabajando en
escuelas de la provincia de Buenos Aires (Rafael Castillo, Isidro Casanova)
cuando salió mi primer libro de cuentos (“El artista del sueño”) y varios
lectores empezaron a preguntarme si daba talleres de escritura. Ante esa
hermosa demanda, comencé a dialogar con el poeta Mario Morales que tenía una
práctica de talleres, con Aída Bortnik que me había hecho el prólogo del libro.
Ambos me animaron, me dieron elementos para reflexionar y hacer. Comencé
entonces a trabajar “con” los otros en eso que se ha dado en llamar taller
literario o taller de escritura. Por supuesto, decía entonces y digo ahora, que
no se enseña a escribir, que ninguna facultad faculta al escritor. Que en el taller
se lee, se amplía el universo de la lectura, se da lo que se dio en llamar
consignas (pre-textos) como “disparadores”. Creo que se trata de una trasmisión
y que ese estar de otro (u otra, en mi caso) produce, lleva al hacer. En la
infancia pensaba que leer a otros en voz alta era una tarea hermosa y de algún
modo me dediqué a eso. Creo que coordinar un taller de escritura es un trabajo
(tarea, oficio) muy especial. Viene alguien a mostrarnos eso íntimo que implica
componer un texto y quien coordina recibe este dar, esto nuevo que alguien puso
en el mundo. Y habrá de sugerir, mirar, decir con absoluto cuidado. Y a veces,
leyendo con el otro un poema, alguna frase, se produce una comunión, un captar
juntos la música del texto.
“La Sin Rival” se llamará la Biblioteca Popular que en
Quitilipi estás empeñada en fundar. ¿Con quienes más, Susana? ¿El nombre fue
una propuesta tuya? Tuya o no, ¿fue resistida?... ¿La idea es que además de
biblioteca ofrezca la posibilidad de realizar talleres, exposiciones, ciclos?
Desde tu infancia de quitilipense hasta la actualidad, ¿cómo se fue
transformando esa ciudad? ¿Hay allá parientes tuyos? ¿Es desde que comenzaste
el colegio secundario que residís en la autónoma Cabeza de Goliat, desaseada y
derechosa Capital Federal?
- Es buena la palabra que usás; “empeñada” en fundar.
Es que exista esa posibilidad en nuestro país, en todo lugar del país, en el
pueblo más pequeño y en la ciudad más grande, de crear una biblioteca, de
recibir ayuda material para su funcionamiento, que sea totalmente autónoma (son
los habitantes del lugar con su comisión de biblioteca, la única que decide), y
que no se utilice, es no sólo una pena sino una necedad, o simplemente se
ignora. En Quitilipi ya están todos los pasos dados, faltaría que se habilite
el lugar (que también ya está habilitado en los papeles). El nombre fue
decisión de la comisión. Querían poner el apellido de mi padre (que es también
el mío) pero me opuse. Y mis padres tenían en el pueblo una tienda que se
llamaba La Sin Rival. Votaron por ese nombre. Pensé, después, que es bonito que
una biblioteca no se maneje con rivalidades. Las bibliotecas populares ofrecen
la posibilidad de realizar talleres, seminarios, charlas, ciclos. CONABIP
colabora con el envío de coordinadores así como con el envío de libros. Y
contribuye económicamente para que las cosas sean posibles.
Los pueblos “del interior” son otro mundo, existen los
mismos códigos que en la gran ciudad pero también otros. Y como el lugar es
pequeño, salta a la vista la diferencia de clases y a la vez las ayudas entre
unas y otras como también la exclusión, el maltrato. Pero si bien todo está a
la vista, se oculta. Y el poderoso es quien se impone.
No hay familiares allí. Mis padres “cayeron” a
Quitilipi en el 49. Se conocieron en Buenos Aires, podría decir se
re-conocieron porque estaban hablando la misma lengua. Ambos venían de Polonia.
Ambos sobrevivientes. Y por esas cosas, llegaron hasta el pueblito. Quitilipi
esta al lado de Napalpí, donde en 1924 se produjo una masacre feroz. Los
obreros qoms pedían mejoras salariales y se produjo una matanza. Una locura
criminal que se oculta aún, que no aparece en los libros de historia. Fijate
que coincide aproximadamente con la fecha de la Patagonia Trágica y cómo los
terratenientes actuaron como asesinos. Esto lo digo por tu pregunta de si hubo
cambios en el pueblo. (Y tal vez estoy respondiendo que no hubo.) En mi
infancia allí, no había pavimento. Llovía y el barro divertía a los chicos si
no era torrencial y asustaba. Después llegó el pavimento. Pero el supuesto
progreso trajo progreso y atraso. El tren que pasaba, dejó de pasar (como en
casi todo el país en la década de los 90 con el auge del neoliberalismo. Y eso
fue un golpe para los habitantes de los pueblos de todo el país). Pero
Quitilipi no es un pueblo abandonado. Se sigue cosechando por allí, y el pueblo
funciona. Así como los pueblos vecinos, por ejemplo Machagai está muy bonita
con sus diagonales y árboles y flores.
En estos pueblos (en estas provincias) sucede algo que
no sucede en la capital. Hay habitantes indígenas. Cuando era chica estaban en
“La Reducción” que luego se llamó “La Reservación”. Fijate estas horrorosas
palabras. Después eso cambió, supuestamente. Fueron a barrios “cerrados”, se
convirtieron en la mano de obra más barata. Qué increíble cómo se naturaliza lo
que no es natural. Cómo esas tierras que pertenecían a los quoms, a los wichís,
a los guaraníes pero que estaban sin alambrar porque “quién puede pensar que la
tierra es algo que se compre o que se vende”? (dice Luis Benítez en “Manhattan
Song”), ahora tienen sus dueños (que explotan la tierra y a los que la
trabajan). (A veces hay algún interludio).
En Quitilipi está el maestro Belén que tiene una radio,
la mejor y que escribe también en diario “El Norte”. Tuvimos muy buenos
maestros, la escuela pública funcionó de maravillas y algo de eso queda aún.
Hay dos bibliotecas públicas (diferentes a las populares) que están hace años,
el pueblo tiene sus lapachos y laureles, también jazmines magnos. Había un cine
en mi infancia que luego dejó de funcionar y ahora es un centro cultural.
También funciona un cine nuevo. Hasta el año pasado se preparaban comparsas
para el carnaval que daba trabajo a muchos habitantes.
Por algún motivo, los padres nos mandaron a las
hermanas mayores a la capital. Lugar gigante. Y sí, derechoso. Sin embargo, no
logró la ciudad atraparnos en esa vorágine sino que encontramos la grieta para
percibir “el otro lado de las cosas”. De todos modos pasar de un lugar pequeño,
viviendo amontonados, a la gran ciudad a los 10 y 12 años, solas dos niñas,
habrá sido de lo más interesante.
No sólo te voy a preguntar, Susana, qué estás
escribiendo en la actualidad, en qué géneros, sino también si prevés algún tipo
de obra de esas que requieren mucha investigación, o si no deja de rondarte
algún tipo de trabajo literario que temés que no puedas realizar o que
realizándolo imaginás que pudiera no satisfacerte, renegar de él y nunca
publicarlo.
- Actualmente estoy con un libro de poesía casi
terminado, me falta volver a revisar, a ubicar los poemas espacialmente. Y por
ahora creo que se llamará “El ojo de Celan”. Tengo empezada una novela y otra
terminada, se llama “La muertita”. Y me ronda otra, donde quiero investigar
sobre los lugares que visitó Sara Gallardo y ficcionalizar sobre ella. Pero no
sé si me pondré a escribirla. También me rondan otras ideas en teatro. Y tengo
un libro de poemas en literatura infantil, se llama “En un lugar de la mancha”
(porque hay manchitas, por ejemplo de tinta). Es curioso cómo la propuesta de
escritura aparece con su “forma”. Por ejemplo, no me rondan cuentos en este
último tiempo. De todos modos creo que se está siempre renegando (me gusta esa
palabra).
Has sido invitada más de una vez a la Feria del Libro
de Resistencia, Chaco. ¿En qué ha consistido tu participación en cada una?
¿Cuál es tu evaluación de cada una de ellas? ¿En qué aspectos se han
diferenciado? ¿Qué sugerirías a los organizadores que establecieran o
incorporaran para futuras convocatorias?
- Ir a las ferias de distintas ciudades, me gusta
mucho. Ir a la feria del libro Regional del Chaco, me es, cada vez, un placer.
Me hace feliz llegar a esa provincia. Es como que el cuerpo reconociera los
cuerpos de los árboles, de los pájaros y también de las amistades, y se
alegrara de estar allí. He participado presentando libros: por ejemplo “Tres
gatos locos”, libro de cuentos para chicos con ilustraciones de Eugenio Led.
Este libro fue editado por la Secretaría de Cultura de la provincia y se
entregó gratuitamente a escuelas y bibliotecas. Este año presenté la antología
personal “La mesa roja” y el libro traducido al francés. Además se entregaron
los premios a los ganadores del concurso Veiravé, del que fui jurado. El primer
premio fue para el poeta Luis Argañarás. Las actividades son múltiples, cada
año la feria tiene un país homenajeado (este año fue Bolivia). Y cada vez hay
diferencias que la enriquecen. Todo lo que se hace en Cultura en el Chaco es
abundante y de nivel. La Feria del libro es una parte de las múltiples
actividades (hay buen cine, exposiciones de pintura, danza, la fiesta de la
escultura, talleres). Mientras respondo pienso que es una provincia especial:
montones de cosas que faltan, cosas para “quejarse” y –a la vez- logros muy
grandes: escuelas bilingües (se aprende toba, wichí), hospitales que funcionan
muy bien, etc.
Has recordado un insoslayable clásico del cine francés
de tu juventud. ¿Qué otros recordás o has visto más de una vez o volverías a
eventualmente disfrutar en los próximos quince días (o meses, o años)? ¿“Te
tira” más lo francés? ¿”Qué te tira” más? ¿De qué tipo de cine sos más
“incondicional” espectadora? ¿Lo fuiste de alguno y ya no lo sos?
-Es cierto, recordé “Hiroshima...” pero lo pensé por
quien escribió el guión, lo pensé por Marguerite Duras. Tuve un momento en que
me era imprescindible leerla. Pero volviendo a tu pregunta, sí, me gustaba el
cine francés. Hasta que conocí a Tarcovsky, recuerdo aún cuando vi “El Espejo”.
Y “Stalker”. Y “Nostalgia”. Me tiraba lo francés. También el cine ruso, el
checoeslovaco, y ¿te acordás de la maravillosa “Cuernos de Cabra”, esa película
búlgara, creo? También me tiraba el cine italiano. Por supuesto Fellini. El
otro día vi “Amor y Anarquía” de Lina Wertmüller, y me enterneció verla. Aunque
me pareció exageradamente romántica, algo inverosímil y preciosa, al fin. Pero
acercándonos, me ha gustado mucho el mexicano Ripstein. Su ferocidad me ha
hecho reír, supongo que defensivamente. Siguiendo con México, me gustó
muchísimo “Japón”, de Carlos Reygadas. (Algo de la mirada de Tarkovsky hay por
momentos allí, y a la vez otras cosas. Y logra escenas no vistas antes en el
cine.) Y el cine argentino también ha dado grandes películas: pienso en “La
Casa del Ángel”, “La Ciénaga”, “El Hombre de al Lado”, “Historias Mínimas”,
“Bolivia”, “El Cuento Chino”… Por supuesto que no podemos obviar las maravillas
que logró el cine alemán de pre-guerra, esa iluminación, porque tal vez se
trate sobre todo de la luz en el cine. Y ¿de qué se trataría en la escritura?
¿También sería de la iluminación?
Leo por allí que en la Biblioteca Nacional estás
coordinando con Laura Szwarc –¿nos la presentás a Laura?-, un Taller
Performático, el que también se promueve como Poesía en Acción: ¿nos describís
en qué consiste?
-Un gusto presentar a Laura Szwarc, ella se dedica al
arte y a la educación, es directora de Akántaros, está en el grupo performático
Las parientas y pronto saldrá su libro de poesía “Harina en vuelo”. Con Laura
venimos investigando ciertas cuestiones juntas, coincidimos en los
interrogantes y me da gusto que sea mi hija.
Te diré que las performances adornan y remodelan el
cuerpo, cuentan historias, permiten que la gente juegue con conductas repetidas
(se presenten y re-presenten esas conductas). Cada performance es única,
distinta de las demás. Hay repetición, pero lo mismo no es lo mismo. Y el
cuerpo es metáfora y materia; sujeto y objeto; texto y lienzo; significado y
significante. Las performances, en las sociedades que reprimen los deseos,
expanden significación. Trabajamos en el taller con el material que cada uno
trae pero también, como lo enfocamos especialmente a lo poético, el taller se
basa especialmente en el lenguaje escrito sin perder de vista el otro cuerpo.
En un artículo de Alberto Luis Ponzo que acabo de
releer –publicado en la revista “Poética” (1986)-, cita a Laurence Durrel: “no
es el arte, en realidad, lo que perseguimos, sino a nosotros mismos”. ¿Qué
reflexión te provoca esta cita?
-¿Somos nuestros propios perseguidores? El arte, “esa
cosa” que fue sembrando la historia de la humanidad, demostrando, tal vez, que
el progreso es una farsa. Y así, con el arte tal vez nos hayamos prometido
mejorar el mundo. Recordé a Girri, lo cito creo que textualmente: “Ya no es
tiempo de prometer/ sino de recibir lo merecido”.
Invitación
I
Alguien, como un teorema, nos ha cercado
con una magia suave, todavía.
Casi nada sabemos
sólo el ruido -musical- que dejan los trapecios
y confunden.
Toda la historia entra en una copa,
suspendida por la ventana en su equilibrio.
Una tos aleja del ensueño.
Nos avisan: no leer ya tragedias,
evitar la inquietud.
Mi pura verdad vacila y la copa se mueve.
Caerá,
se hará trizas en la vereda de las grandes ciudades
donde nunca (nunca, que recuerde) he comido.
(-¿qué comíamos?
- letras.)
Se nos escapa la risa como un huevo
pasado por agua que evita el incendio
de la casa,
(a todos a veces se nos rompe).
II
Recordar. He mirado los árboles vacíos del invierno
y los he visto completos otra vez.
También la otra
-niña- ajena, los ha visto.
Árboles nos permitían el saludo, el adentro y el
afuera,
y la prohibición encubierta que separa
las toses.
Qué hace, en la luz de la mañana, el milagro
de la diferencia.
En esa luz alguien sueña con un padre que bendice,
que alimenta,
y que no sabe de la desmesura del sentido.
Porque alguien sueña
yo también.
Un país no es un solo lugar para el derroche de
pasiones.
La vuelta al mundo recomienza su andar
y todo el pueblo
entra en nuestros ojos como un fruto maduro,
a punto de morder.
Justo en lo perdido, una migración.
(de “Bailen las estepas”)
¿Sonreía?
Alguien arroja un huevo
crudo (podría ser también por agua),
hacia la zona de montañas, altísima,
justo en el lugar de las nieves eternas.
Ese gesto es trivial, tan cruel (casi)
como el gesto del asesino que arroja
cuerpos
al océano
pero que, por algún motivo del azar, se ve
en los ojos de la víctima, que le sonríe.
¡Ah!, cada día, cada noche,
la misma inconcebible pregunta:
¿por qué sonreía?
o aun: ¿por qué me sonreía?
Y cada vez
el verdugo cierra los ojos, aprieta los oídos
como esos niños atormentados por los gritos
de una madre todavía inexplorada, y se muerde
los labios.
- No hay que aceptar la pregunta- piensa.
No le dice a nadie lo que piensa.
Mientras la frase no le salga de la boca
nadie (nadie) contará el cuento.
Ahora (que alguna vez es siempre),
la dignidad de la montaña
resbala junto con la yema.
Hay manchas de luz.
La noche es negra y blanca:
como no saber si es de día
o se hizo pedazos la montaña.
Ninguna jarra para guardar un trazo
de la nieve, ni regazo.
Si algún tierno, tesoro,
deforme (¿yo, vos?)
mirara hacia allí diría,
entre lágrimas claro,
- ¿cómo cuelga así? Cáscara, yema,
montaña.
La caída de qué letra, o paisaje
sin reparo.
¡Ah!, pero el tiempo no se queda quieto. Sopla.
(de “Bailen las estepas”)
Bárbara
Ese cuerpo excesivo
aún después del strip-tease
es tan leve como el mejor
afiche ante mis ojos.
La estética del poster
me hace sonreír
y mecerme en la silla de mi casa
(al compás del ritmo ajeno).
¡Ah! es exactamente igual
que ofrezca Bárbara su carne
-de verdad, de mentira-
para mí.
Su nombre acerca a mi memoria
el poema de Prevert
aunque ella insista: “mirá, también me llamo Sonia
y no hay en mis manos ni crimen ni castigo”.
Pero ninguno de estos recuerdos
sirve esta noche,
ella está allí, quitándose siempre
su ropa dorada, justamente para llevarnos al olvido
y su cuerpo es un mapa perfecto,
un territorio para abrazar,
arrojar monedas,
atrasar relojes.
De pronto ya no sé qué sucede.
No hay ruido de pulseras en la habitación de al lado
y la música que sale de la radio,
que despierta a los vecinos,
me afecta el sentido del gusto, la clarividencia.
Un hombre, otro hombre,
abraza a Bárbara.
Bárbara tristeza la del hombre
que la abraza y no apaga así
sus lágrimas de carne.
Pero el llanto es de los dos
y valen nuestras monedas.
(de “Bárbara dice:”)
Quisiera enterarme
Quisiera enterarme de que nada
tiene forma, decías. Y acepté,
hasta el fondo de la copa del árbol,
de la copa del río.
Ninguna de las otras (creía)
se ahogaba como yo. (Me hundí.)
No hay placer, dijiste
mientras vaciabas al padre
en la botella y mi cuerpo te servía.
¿Te habías ido? ¿Y las otras?
Tuve vértigos
como si alguno más
se cayera del mundo.
Dormida, en la noche de fiesta,
alcancé a oír: ¿qué hay después?
Al despertar
había panes
en mi cama.
(de “Bárbara dice:”)
Engaú
Estamos adentro del sueño.
Es bella la noche, tu partitura.
Sé que es mejor mantenernos
callados. Sin embargo
esa compulsión de llenar
me hace decir: “no me arrepiento de nada
ni siquiera de no haber probado cocaína”.
No sólo escucho sino que veo
cómo se ríen de mí.
Sobre la mesa, las sillas, la cama:
los libros apilados como “camisas
que no caben”.
Siempre esa misma dificultad
cuando alguno quiere sentarse,
porque se alejó de la ventana.
Entonces soy yo la que se ríe
y comienzo a cambiar las pilas de lugar.
Acomodo los libros en el suelo
con la misma delicadeza
con la que cambiaba los pañales.
De pronto, en la biblioteca, irrumpen las botellas:
vino, fernet, ginebra, anís, grapa.
Sé perfectamente que estamos adentro del sueño
y no creo que exista aquí, en esta ciudad,
en ninguna ciudad,
algo como la grapa del pueblo de la infancia.
Tampoco la niña que pregunta
y revuelve en la pregunta:
¿por qué los cosecheros golondrinas toman grapa
hasta el hartazgo?
¿Por qué si estuvieron días bajo el sol,
ellos, sus mujeres, los hijos,
arrojaron las monedas –no a la fuente-
sino al paisaje de la zanja de la grapa?
Antes habían comprado una frazada con más colores
que el cielo. Más tarde, vacíos los bolsillos,
se acomodaron en mi umbral.
La frazada repartida entre sueños por los que también
caminé: algodonales, algodonales,
pero sólo mordíamos naranjas. ¡Ah!, cómo recuerdo
engaú, esa sed. Y después, mucho después –todavía-,
la frescura en las bocas.
Pero decía del sueño de esta noche. Es el momento justo
en que una ciudad se burla de mí.
No me arrepiento digo: he olido jazmines,
fresias, lirios. Si olí hasta las flores de loto
de una película vietnamita y presté –también- mis manos
cada vez que un amante pronunciaba palabras
y las dejaba caer, sueltas, en la madrugada.
Yo corría a buscar hojas, más hojas:
anotaba como los viejos copistas.
Me vi llorar dentro del sueño,
me vi desierta, decirte: si supiera escribir tu música,
las notas exactas de la fiesta de la angustia.
Brilla (mi amor) tu amor en el agua del jarro.
Afeitan tus manos de mis lágrimas lo amargo
y convidan al mendigo.
-Ni una gota más-, dije en el sueño.
Estiré los ojos para mirar el pájaro de cada mañana.
Insistía: pío, pío, pío.
Y ellas (Bárbara, Sheila, Luva, Patricia) dijeron:
- lo descolocado nos excita.
Pagaste. Pagamos. Pagaron.
¿Quién se atrevió a decirles prostitutas, sólo para
poder
separarse cada vez sin dolor?
Cerraron los monederos azules, rojos,
amarillos. Cerraron la puerta del sueño.
Adentro, ¿quién se atrevió a decirme?:
“es hermoso estar así, solo, con alguien.”
Disimuladamente, arrojé mis monedas,
engaú.
(de “Bárbara dice:”)
El desorden de las relaciones de propiedad
a Guada y José Kózer
Y yo, volví al hospital.
En el largo pasillo repleto esperaba
-esperaba de pie y te leía-.
En un solo movimiento: girar la cabeza la página
un dedo de la mano izquierda,
los anteojos de leer cayeron
-sobre el mosaico-.
Cada pedacito de vidrio mostraba una garza
sin sombra, que empezó a recorrer el pasillo con sus
zancos.
De lejos la vi apoyar su lomo
en el vendaje de una pierna. Despacio
me acerqué.
Es mi garza decía - un poco
a los tumbos- pero cada uno deseaba a la sanadora.
Es mía, insistí, riéndome
por las cosquillas que me hacía -garza- en su desorden.
Salieron los médicos al pasillo -salieron por el
revuelo-
y llamaron: Garzas.
Nos hicimos
-sombra-.
(Inédito)
Rolando Revagliatti nació
en 1945 en Buenos Aires (la Argentina), ciudad en la que reside. Su
vinculación con la dirección y actuación teatral se produjo en los
setentas y ochentas. Su quehacer en narrativa y en poesía ha sido
traducido y difundido a los idiomas francés, vascuence, italiano,
asturiano, alemán, catalán, inglés, esperanto, portugués, maltés, rumano
y neerlandés. Uno de sus poemarios, “Ardua”, ha sido editado bilingüe
castellano-neerlandés, en quinta edición y con traducción del poeta
belga Fa Claes, en Apeldoorn, Holanda, 2006, a través del sello Stanza.
Ha sido incluído en más de cuarenta antologías y libros colectivos, la
mayoría de ellos de poesía, en la Argentina, Brasil, México-Chile,
Panamá, Estados Unidos de América, España, Alemania-Perú, Austria y la
India.
Sites:
http://www.youtube.com/user/rolandorevagliatti
2 comentários
Desde Flores, tradicional barrio de la ciudad autónoma de Buenos Aires, extiendo mi formal agradecimiento a la Revista Biografía por dar cabida a esta entrevista electrónica realizada hace poco a la escritora argentina Susana Szwarc.
¡Gratificante 2014!
Rolando Revagliatti
*
gracias a la revista biografía y A ROLANDO R
UN 2014 DE ALEGRÍAS
SUSANA
Postar um comentário