Así como la vida, la creación de los personajes en la
narrativa, es un acto casual; la casualidad llega en variadas formas, una de
ellas es la que llamamos inspiración. De esta manera casual en el origen de
cualquier esencia-personaje llega también su destino, el inevitable destino
final que por más que se quiera sortear nos será imposible esquivarlo. Las
formas de llegar al destino final pueden ser infinitas. Sin embargo el destino
final no es un destino, sino la acumulación de varios: representaciones de
destinos (sub-destinos) en una serie de espacios de la sustancia tiempo. Al
igual que en la vida del autor, la del personaje se rige bajo estos destinos
que van apareciendo conforme se desarrolla la trama. Así, aun al ensanchar la
circunferencia de la vida del personaje para evitar su destino, seremos
incapaces de salvarlo si de principio el personaje se rige bajo el estigma de
la muerte: por más que quiera evitársele esta suerte, morirá. El ejemplo
anterior es una visión global y dramática del destino final de dicho personaje,
pero puede ser más simple: el autor escribe en una ficha bibliográfica o en una
hoja de papel, a prisa, una escena, un tiempo determinado de diez líneas que le
servirá como guía para, cuando se regrese a la obra, tenga la idea clara en
papel, así, retomaría la historia de dicho personaje —claro, esto es demasiado
fácil, sería un poco o mucho un evento sistematizado la propia creación de la
obra, y cuando el autor es perceptivo de las esencias y sustancias jamás se
regirá bajo un sistema, una estructura de molde—; sin embargo, ahí es donde
aparece un destino más al continuar la historia: la ficha yace incorruptible,
no se regresa a ella, y si se le da una mirada al comenzar la escritura o la
continuación de la obra, cambiará en mayor o menor medida de lo escrito en la
ficha, incluso, podría ser otra cosa completamente diferente: el destino vuelve
a hacerse presente y con éste el personaje se revela ante el autor en un acto
de rebeldía constante que se agrava si el autor no entiende que él es solo una herramienta,
que de creador no tiene nada, simplemente es un medio, un participante de la
sustancia idea que, en el caso de la
escritura, aparece como esencia-personaje.
Los destinos en la narrativa son marcados por una
suerte de convulsiones de la sustancia idea que a su vez se rige por la
sustancia tiempo en la que fluctúan todas las cosas tangibles o intangibles, en
donde se incluye por supuesto a la esencia-personaje que al final de cuentas
vivirá y actuará gracias a la infinitud de destinos propios —mezclados un poco
con los del autor, el menos importante en la creación de la obra—, y el
resultado de todo esta mezcolanza de sustancias (idea-destino-tiempo) que rigen
a la esencia-personaje, será el personaje como figura, como destino final
dentro de un sinnúmero de sub-destinos y destinos finales.
Juan Mireles - Escritor (Estado de México,
1984) y director editor de la revista literaria independiente Monolito
(México). Ha sido publicado en la revista española Palabras Diversas
(España), Letralia (Venezuela). Cronopio (Colombia), Cuadrivio
(México), Punto en línea (UNAM.
México), Radiador Magazine (México). Revista
Biografía (Brasil), Cinosargo (Chile), La ira de Morfeo
(Chile-Argentina); Agrupación Puerta Abierta Chile-México. Letras de
parnaso (España), Nagari (EUA), Los sábados, las prostitutas
madrugan mucho para estar dispuestas (España). Almiar (España). Suicidas
sub 21 (Perú); suplemento cultural La Jirafa del Diario Regional de
Zapotlán, Jalisco. La pluma afilada (España). Prologó el libro Job
aterdio del escritor español Javier Sachez. Editorial Seleer. España. 2012.
Participó con el ensayo “La violencia como producto de la sociedad” en el
Segundo Encuentro de Escritores por Ciudad Juárez, simultáneo Colima. Formó
parte del jurado del I Premio palabra sobre palabra de poesía. Blog personal: http://wwwjuanmireles.blogspot.mx/
Assinar:
Postar comentários
(
Atom
)
Nenhum comentário
Postar um comentário