Mística milonguera para tangueros en el exterior
Ramiro Gigliotti tradujo su obra "Chaucito,
historias de milonga" al inglés y se fue a girar por los recintos
tangueros que abundan en Estados Unidos. "En el exterior se empezó a
gestar un movimiento y el tango pasó a ser parte de una cultura que también se
desarrolla en otros lugares del mundo", afirma.
Por Ivanna Soto
Ramiro Gigliotti abandonó por un tiempo ese qué se yo
de las callecitas de Buenos Aires y este febrero se llevó los bailongos al frío
de Nueva York, Boston y San Francisco. Esos rumores que rodean el baile en
Chaucito, historias de milonga, la obra de teatro que dirige y cuya versión en
español estuvo en Elkafka durante 2012 y 2013 (y volverá este año), serán
contados en inglés para esos amantes de la cultura tanguera por adopción de
aquí y de allá.
La dinámica de la obra son escenas que empiezan y
terminan. Primero, un trío de tangueros que intentan entrar a una milonga en
Nueva York ejercerciendo su porteñidad. Un malevo decide a quién le da o le
quita el saludo. Después, un grupo de muchachas caen presas de los atributos
del mismo hombre, seguidas por un macho malherido y rencoroso que se esconde
tras el consuelo de un vaso de alcohol. En otra escena, un hombre le hace honor
a la poética de Cadícamo en Bandera baja; una principiante agobia a su maestra
de tango con dudas y preguntas; y por último, una nativa toma como guía a una
argentina para comportarse en una milonga en el exterior. Una suerte de
derrotero por milonguero insights y chistes sobre la mística del propio
mundillo tanguero que Gigliotti conoce bien. Tanguero de ley, docente y
escritor, recopiló esas historias milongueras de primera mano y luego las volcó
en su libro Venenos del tango, con cuyos fragmentos sentó las bases para la
versión de Chaucito... en español.
Un tango cambiao
Para el oído local, escuchar esas palabras propias de
la letrística tanguera de figuras como Manzi, Discépolo, Cadícamo o Ferrer,
entre tantísimos otros, en un idioma que no es el nuestro, no deja de ser
extraño. Pero Gigliotti lo resolvió con maestría. "Es importante la
traducción pero también quién es el receptor -afirma. Al ser una obra que trata
de bucear en todo lo que sucede alrededor de la danza, sobre ese mundo todo es
traducible de alguna manera. Pero si vos venís a Buenos aires, es más fácil. Si
sabes bailar tango, es más fácil aún. Y si hace 20 años que hacés eso,
probablemente ya no necesites la traducción", afirma a Revista Ñ sumido en
el universo tanguero que permite el mítico Esquina Homero Manzi de San Juan y
Boedo.
Lo cierto es que hoy el tango se respira en cualquier
idioma y latitud, y con más de una oferta por noche. En los albores de los '90,
los primeros extranjeros curiosos empezaron a asomarse por nuestras pistas e
hicieron propio el ritmo y su cultura para expandirlo por sus tierras. De ahí
que en las milongas gringas lo que menos circulen sean neófitos. Al contrario.
"En el exterior se empezó a gestar el movimiento y el tango pasó a ser
parte de una cultura que también se desarrolla en otros lugares del mundo. En
las grandes ciudades hay varias milongas todos los días y hay mucha gente a la
que le gusta el tango, que lo baila, que toma clases o que vive de eso y viene
a Buenos Aires con frecuencia. Siempre, por supuesto, Buenos Aires es un faro y
hay una demanda por intentar entender algo más que tiene que ver con nuestra
idiosincrasia más extrema", cuenta Gigliotti.
A diferencia del que se conoce como Tango for export
–que básicamente está dirigido a un turismo que transita por el tango la noche
que va a ver un show–, este público también extranjero busca tango y se
zambulle de lleno en la milonga. Por eso, junto a cada función de Chaucito...
en Estados Unidos, habrá talleres para esos interesados que no tendrán que
venir hasta nuestra capital porteña para aprender los rudimentos del baile y
los códigos milongueros.
Para ese público de argentinos que viven allá, la obra
reservó además una serie de guiños en ese lunfardo puro, pequeñas palabras
intercaladas dentro de la verborragia sajona que lo mismo valdrán para las
funciones en nuestros caminitos porteños. Y en aquellas escenas donde la
prosodia arrabalera se vuelve ineludible, la barrera del lenguaje es subsanada
por subtítulos que se incorporan a la propuesta visual.
La milonga, esa gran puesta en escena
En Chaucito..., aunque está situada en las milongas del
presente, se respira algo del universo de los personajes del esplendor de los
'40 que todavía hoy nacen cada noche. "Del mundo de las milongas me
fascina esa cosa atemporal. Vos entrás a determinados lugares hoy y, si corrés
lo celulares de la mesa, podrías estar en el mismo lugar hace 25 años o incluso
más". En ese limbo propio de las pistas de los barrios porteños es usual
ver cómo las señoras con sus tacones se pierden entre las zapatillas de un
grupito de jóvenes trasnochados y los pasos expertos de zapatos bien gastados
se bifurcan por entre los fallidos, sin diferencias. Bailarines renombrados se
encuentran con gente que tiene apenas dos clases de tango, sentados a tres
mesas de distancia y deslizándose sobre el mismo suelo para sentir el mismo
tango.
"Naturalmente se da una situación de mirar y ser
mirado. Cuando uno ingresa a la pista queda expuesto a quien está sentado sin
bailar y a partir de ahí, construye su rol", dice Gigliotti. Y viceversa.
Pero en esa libertad donde las clases quedan abolidas en ese rejunte de edades,
condiciones sociales, nacionalidades y sexualidades, el talento es la única
riqueza que vale. "La destreza garpa. A los que bailan mejor, les va
mejor. Pero los que bailan mejor, no son los más guapos ni los más esbeltos–
asegura. En ese sentido, es un reducto donde alguien puede ser valorado por
algo que ha desarrollado como propio, que es el baile. Y eso puede ser
alcanzado por cualquiera".
Esos códigos del baile sólo se aprenden en la pista y
lo que sabemos hoy es gracias a la herencia que los bailarines supieron
transmitir durante años de generación en generación. Pero, ¿siguen vivas esas
reglas clásicas de la milonga? Según Gigliotti, acá en Buenos Aires el público
tanguero es menos abierto a las renovaciones, mientras que en el exterior los
códigos se viven de manera más relajada. Sin embargo, aclara, también afuera
tratan de encontrarse con esos códigos, de entenderlos o de imitarlos incluso
sin comprenderlos demasiado.
Si bien en nuestro país el tango es un valor cultural
que construye nuestra idiosincrasia, está claro que ya no goza de la
popularidad ni la masividad que supo aprovechar en la primera mitad del siglo
pasado. Ahora el círculo de gente que baila tango en el país es más limitado pero
eso no le quita su enorme vigencia y renovación constante. "Hay una
necesidad del tango que toca una fibra íntima de un montón de gente, acá y en
todos lados –dice Gigliotti, quien, por supuesto, está entre uno de ellos. Hay
personas a las que el tango le calza bien y yo creo que va a ir evolucionando.
El tango no es el mismo que hace 10 ni 20 años. Está en rodaje. Andá a saber a
dónde va".
Ficha Técnica
Chaucito, historias de milonga, de Ramiro Gigliotti
Actúan: Vera Czemerinski, Sabrina Masso, Jennifer
Roberts, Marina Svartzman, Paula Travnik, Analía Vega, Fandi Bufager, Lucas Di
Giorgio, Horacio Gabín, Federico Naveira, Claudio Strang y Marcelo Varela.
Luces: Lucas Orchessi
Sonido: Miguel Rausch
Producción: Vera Czemerinski, Paula Travnik, Jennifer
Roberts
Asistente: Leonardo Izraelevitch
Textos originales: "Veneno de tango" de
Ramiro Gigliotti (El Tangauta ediciones 2009)
Dirección: Ramiro Gigliotti
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