Sobre una ruptura
necesaria
El momento histórico en
que vivimos, el pedazo de eternidad en el que estamos –sufrimos y padecemos— es
de un oscurantismo razonado, es la razón tiránica, la lógica impuesta a
rajatabla que se fundamenta en lo conocido, en ese falso conocimiento que no deja
de ser más que una percepción global, una irrealidad que en sí misma no es y
es; no es porque es falsa: nada de lo que veo, toco y siento es real, solamente
percibo, y es precisamente por tales percepciones; de nuevo, la dualidad del
todo aparece. Sin embargo, nos parece tan real lo que ocurre en nuestro entorno
personal como el colectivo, que sufrimos, viene la inconformidad, la negación,
la ruptura: hay que romper para crear algo distinto porque lo establecido se ha
vuelto irrespirable. Somos conscientes de que es irrespirable cuando nos damos
cuenta que somos parte de lo irrespirable —esta afirmación no es nueva, nada es
nuevo, ¿qué es lo nuevo?, si como bien entendió Octavio Paz al igual que lo
creyó Borges y tantos otros, sobre el hecho de que las ideas, pensamientos,
sentimientos positivos y negativos y demás sustancias, son tiempo, y en ese ser
tiempo habitaron, habitan y habitarán en todos los seres humanos, en un sinfín
de parpadeos, de instantes, haciendo cíclico el todo; vuelta a la creencia secular
de las civilizaciones antiguas del tiempo cíclico: lo que estoy sintiendo en
este instante, lo está sintiendo en su instante otro en el pasado y en el
futuro.
Estamos sofocados por la
idea errónea de un tiempo lineal, de un futuro de calendario, de días y meses
—no eterno, no de vuelta, no una vuelta que podría entenderse como la
reencarnación o algo parecido, sino de un volver a ser lo que fuimos antes de
la carne: tiempo, sustancia tiempo; mezcla o mejor, fusión al todo—. Entender
el tiempo como el que marca el reloj de pulsera es seguir atado a una tradición
falsa, y al seguir esto, se logra el autoengaño que asimismo es un paliativo,
una aceptación pasiva que es a su vez una reacción conformista que se alimenta
del vértigo impuesto por los más torpes: políticos, burócratas, banqueros,
empresarios, diplomáticos, gente cree tener poder sobre los demás; es decir
–habrá excepciones, no hay absolutos—, los que menos utilizan el pensamiento,
la introspección; los que viven más engañados en un mundo material moldeado por
ellos, cosificado por esta gente que no tiene idea de qué va la vida; por
ejemplo, ellos creen que cuando tocan algo en realidad lo están haciendo; sin
embargo, no es así, sino una simple percepción –tocar con el dedo a una
superficie, no es tal, la energía se roza, transmite, pero el toque no llega a
ser—. Y no lo saben porque no les interesa saber: el saber queda a un lado pues
para su mundo, el pensamiento no se necesita; lo que se necesita en el hoy, es
gente-herramienta: automatización de las sociedades. La idea del hombre
material es la de no pensar y no dejar pensar para que la mayoría no se dé
cuenta de dónde está parado, para evitar justamente que la sociedad pregunte el
porqué de tal o cual cosa, para evitar caer en la cuenta de que son parte de
una tradición falsa –al darnos cuenta de que somos parte de tal tradición,
iniciaría una ruptura concienzuda por parte de la mayoría y no nada más de unos
cuantos, de esta forma se vislumbraría algo distinto, y en ello, hablando en
materia cultural, se podría alcanzar una corriente artística que dé respuestas
—que sea consciente—, no nada más de ser crítica, pues ya las hay, sino que sea
sustancial de tal forma que trascienda su época y logre cambios, repito, nada
de lo que digo aquí es nuevo: la idea de Octavio Paz sobre el poema –lenguaje —
ejemplifica lo dicho: el poema es acto, es un hacer, acción que al darse logra
cambios.
La ruptura debe darse,
¿nuevo Romanticismo? Sí, después de todo el Romanticismo se ha dado ya varias
veces bajo otros nombres; sin embargo, nos toca adaptarlo, modificarlo para que
encaje en nuestro hoy —no sin antes conocer realmente cuáles son nuestros
vacíos como individuos y sociedad—; hecho esto indudablemente brotará una
corriente nueva que irá de frente y en contra de esta vida que es trágica,
porque por más que se extiende, no termina por matarnos, al contrario, nos hace
creer que estamos más vivos con chispazos, materiales, groseros de falsa
felicidad, y debido a esto logra cada día más adeptos.
Urge escindirnos, reencontrarnos
con el otro, abrazarlo y después volver a la verdadera unidad, así, podremos
enfrentar lo que venga.
Juan Mireles - Escritor (Estado de México,
1984) y director editor de la revista literaria independiente Monolito
(México). Ha sido publicado en la revista española Palabras Diversas
(España), Letralia (Venezuela). Cronopio (Colombia), Cuadrivio
(México), Punto en línea (UNAM.
México), Radiador Magazine (México). Revista
Biografía (Brasil), Cinosargo (Chile), La ira de Morfeo
(Chile-Argentina); Agrupación Puerta Abierta Chile-México. Letras de
parnaso (España), Nagari (EUA), Los sábados, las prostitutas
madrugan mucho para estar dispuestas (España). Almiar (España). Suicidas
sub 21 (Perú); suplemento cultural La Jirafa del Diario Regional de
Zapotlán, Jalisco. La pluma afilada (España). Prologó el libro Job
aterdio del escritor español Javier Sachez. Editorial Seleer. España. 2012.
Participó con el ensayo “La violencia como producto de la sociedad” en el
Segundo Encuentro de Escritores por Ciudad Juárez, simultáneo Colima. Formó
parte del jurado del I Premio palabra sobre palabra de poesía. Blog personal: http://wwwjuanmireles.blogspot.mx/
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