Vicent, el escritor que se
hizo viviendo y hoy piensa que las series son literatura
El español es también un
periodista destacado.
Dice el escritor y
periodista español Manuel Vicent que no tiene demasiados referentes literarios,
que su referente principal es la vida: una dura infancia vivida en plena
posguerra española. Afirma que no está “dotado para inventar historias”, que
escribe sobre lo que ve, lo que oye, lo que siente y lo que huele. Un rato
después, sin embargo, recuerda que fue tras leer a Albert Camus cuando supo que
él también podía ser escritor: “supe que era literatura lo que yo estaba
viviendo”, cuenta que pensó entonces. Y se fue a Madrid desde su Valencia
natal, “sin saber muy bien para qué”. Y comenzó a fumar y a vestir un piloto
blanco (igual que el escritor de El extranjero). Por aquel tiempo, su mejor
amigo se mató en un accidente de moto y recuerda Vicent que escribió a modo de
duelo. Y fue con aquella primera novela titulada Pascuas y Naranjas que ganó el
Premio Alfaguara en 1966. Después vendrían otros galardones: el Premio Nadal
por Balada de Caín, en 1986, y otra vez el Alfaguara, en 1999, por Son de mar,
que además, fue llevada al cine con gran éxito.
Los españoles han de
definirse en algunos puntos y Vicent se define como republicano, “como es
lógico”, matiza, aunque reconoce que ahora hay problemas más importantes en el
país como para preocuparse por la monarquía. Viene seguido a Buenos Aires.
Cuenta que la primera vez que vino, lo hizo para cubrir la asunción de Raúl
Alfonsín, en 1983, y le tocó ir en el avión con Isabelita Perón. En en esta
ocasión, lo hizo para recibir el título de doctor Honoris Causa de la
Universidad de La Plata por su “maestría con el artículo literario, la crónica
urbana, el relato de viaje, el reportaje y la entrevista”, y es cierto, Vicent
ha escrito de todo y afirma que para él, “todo es literatura”.
–Si todo es literatura,
¿qué pasa con ella en la era de Netflix y las series de televisión?
–Las series de televisión
son literatura, siguen siendo una forma de expresar lo que uno tiene adentro.
Hubo un momento, en sus comienzos, en que el cine se nutrió de literatura,
estaba a su servicio, de hecho las primeras estructuras narrativas del cine se
basaron en la obra de Dickens. En los años 60 se invirtió el proceso y fue la
literatura la que se puso al servicio del cine. Lo que está pasando ahora es
que Internet y todos los formatos digitales se están apoderando de la forma de
escribir. Un tuit puede ahora ser tan profundo y planetario como un aforismo
chino. Internet es como un cerebro universal y la literatura tiene que aprender
a nutrirse de eso.
–¿Tiene herramientas para
hacerlo?
–La única herramienta que
tiene la literatura es la imaginación. No se qué va a pasar y todos los
profetas se han equivocado siempre, pero lo que es cierto es que el mundo
digital está cambiando el idioma así que la forma de leer y de escribir ya no
será la misma. Ahora los chicos piensan con los dedos, hemos vuelto al mono.
–Los libros tienden a no
ser tan grandes, los escritores más jóvenes están escribiendo libros de no
muchas páginas.
–Pasan dos cosas, una es
que los libros pequeños permiten repetir esa sensación que es haber terminado
un libro, que es una alegría enorme. Y por otro lado, en realidad, lo que se
dice en doscientas páginas se puede decir en cincuenta, sólo que nos dimos
cuenta recién ahora, en la era de las prisas.
–¿De qué habla en sus
novelas, qué temas le interesan?
–Hablo de cosas que he
conocido de cerca, que he tocado. No he inventado nada. ¿Novelas? No creo tener
éxito como novelista, lo que trato de hacer es transformar lo que veo en
historias. Creo que mucha literatura es muy pretenciosa. Tolstoi, ¿qué sabía del
corazón de Ana Karenina? Además era un conde medio alucinado... sin embargo
Dostoievsky era pobre, borracho, jugador, casi lo fusilan, la literatura era la
sopa caliente que comía cada día, eso sí me lo creo.
–Y, ¿qué piensa de la tan
vaticinada muerte del periodismo?
–Creo que el periodismo
literario en papel no va a desaparecer, claro, no serán noticias porque eso lo
vemos antes por otros medios. En realidad, las primeras páginas de los diarios
ya son ficción, si han secuestrado a alguien cuando lees el periódico ya lo
liberaron. Quiero pensar que se volverá a la costumbre de leer el periódico los
fines de semana, con grandes crónicas y reportajes. Ojalá. Eso sí, el
periodista o economista que haga que lo digital en periodismo dé dinero será un
genio humano. Por otro lado creo que nos estamos bombardeando con fuego amigo,
desde el papel, y los que defendemos el periodismo en papel somos los mismos
que decimos ‘esto se acabó’.
–¿Se quedó satisfecho con
el último Premio Nobel de Literatura?
–Leí algo hace tiempo y
quedó olvidado. El Nobel es un premio político, el de la Paz sólo se lo dan a
terroristas, se lo han llegado a dar a a Kissinger, que es el terrorista
universal, el que montó la tragedia de acá con la dictadura militar. El de
Literatura, no habérselo dado a Joyce, Proust ni Kafka, que fueron los que
llevaron a la literatura al borde del acantilado, a un límite tras el cual no
hay nada, hay periodismo, pero no literatura, y no se lo dieron a ninguno...
–¿Qué opina de la
situación política en España?
–El problema es que la
clase política está como enrocada. Lo único que les interesa es sostener su
estatus. Tener votos para poder mantener su estilo de vida... es el poder. El
tema del aborto, por ejemplo, no les importa, si sus chicas, que son las ricas,
abortan igual, las que se mueren son las pobres. Pero les da votos.
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