La existencia del autor
La funcionalidad de
cualquier texto depende de su autor. Me refiero al hecho que éste es quien le
da vida, esencia, lo coloca en un espacio, en su respectivo lugar como cosa
hecha.
El texto por sí mismo no
puede existir; es decir, un conjunto de palabras tiradas al azar podrían no dar
sentido a ninguna cosa, no tener coherencia, incluso, incoherencia (si
transmite tal cosa, se podría decir que cumple con la función de engañar,
parecer enigmático o ilógico, dentro de esa sinrazón podría tener su
sustancia-esencia, si no que le pregunten a los surrealistas) en conjunto, no
funcionarían, claro, individualmente la situación cambia, pero en este caso en
específico, al hablar de texto, me refiero a una serie de palabras eslabonadas
que en su conjunto dicen o transmiten el pensamiento de otro, el del autor.
El autor es aquel que tiene
la facultad de recrear el mundo a partir del lenguaje, convierte las
percepciones y las sensaciones en imágenes, en palabras. Busca que tal
traducción de las cosas sensibles, se sostenga en el frágil hilo de la
existencia. Si el lector, al leer tal o cual texto, presiente la posibilidad de
algo, si se ha propuesto desentrañar los intestinos de dicho texto, si le ha
generado cualquier síntoma de funcionalidad, es ahí cuando el texto leído,
sirve, y de esta forma, ese grupo de palabras consigue la estadía en esta
“realidad”.
Malva Flores (Ciudad de
México, 1961), poeta, narradora y ensayista mexicana, en su libro La culpa es
por cantar (Literal Publishing/Conaculta, 2014), en el capítulo “El bosón de
HIggs”, habla cómo y de qué manera surge la poesía, realizando un símil entre
ésta y la función del bosón de Higgs (el famoso acelerador de partículas que
busca el choque entre éstas para repetir el primer momento de la creación).
Así, la poeta nos dice: “Esto es lo que el poeta hace todos los días, en una
esfera distinta. Hace que las palabras no sólo platiquen entre sí: las somete a
la explosión de sentido y forma. La diferencia entre los científicos y los
poetas es vital: el poeta no busca repetir aquel estallido primero pues si lo
repitiera sería un mal poeta”. ¿Por qué sería un mal poeta (aquí aplica para
todos los escritores)? Lo sería porque el escritor, el poeta, tiene la función
(con esto justifica su existencia) de crear, de dar vida, de generar cosas
distintas que en sí mismas tengan su debida esencia, razón de ser (dar, ofrecer
algo al otro, al lector); es decir, de dejar, con cada uno de sus poemas,
cuentos, novelas, ensayos o el texto que sea, algo nuevo, perdurable que se
derramará sobre los lectores.
En caso contrario, el
escritor mismo no tendría razón de ser pues su funcionalidad sería inexistente,
nula, y así, no podríamos llamarlo jamás escritor o poeta. No tendría lugar en
el mundo ni existencia, como autor.
Juan
Mireles. Escritor (Estado de México, 1984) y director editor de
la revista literaria Monolito. Ha sido publicado en una treintena de revistas y
suplementos culturales en Hispanoamérica. Columnista en Ruiz-HealyTimes.com y
Revista Biografía (Brasil). Segundo lugar en el II Premio “palabra sobre
palabra” de Relato Breve llevado a cabo en España. Es autor de la novela Yo (el
otro) Octavio. Ediciones El Viaje (México, 2014). Blog personal: http://wwwjuanmireles.blogspot.mx/
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