Sobre la neutralidad del
lector
La dualidad del todo
universal y su funcionamiento se ha explicado de diversas formas a través de la
historia, por ejemplo Platón, encontraba esta dualidad en la oposición de los
elementos (frío-calor, belleza-fealdad, bueno-malo); Heráclito, hablaba de la
tensión entre ellos; otros más, pensaban acerca de las correspondencias entre
los componentes contrarios. Básicamente, el punto central de todas esas
teorías, se explica a partir del concepto de algo, de una cosa; es decir, de la
existencia.
Sin embargo, de todo esto,
resulta una pregunta que llama mucho la atención: ¿qué hay detrás de tal o cual
componente? ¿Más allá del elemento sensible o concreto hay existencia? El
budismo podría afirmarlo pues, en ese desprenderse de todo elemento humano,
mediante la meditación, buscan alcanzar el vacío —la mayor de las experiencias
sensibles—, la vacuidad, esa victoria del espacio como Octavio Paz lo entendió.
Tal espacio donde la
esencia-alma se funde con el todo, en la que la perspectiva, percepción y
definición, no existen (porque el objeto en sí desaparece), ese paraíso
inabarcable, es acaso, el antes del principio; es decir, lo anterior a la
dualidad. De esta forma, no somos más que una potencialidad de ser, y debe ser
de esta forma porque existimos. Si no tuviésemos existencia sensible,
evidentemente la potencialidad (posibilidad) de ser alguien o algo sería
imposible y la vida en todas sus variantes y formas, así como su estructura y
funcionalidad universal, quedaría nulificada.
Pero como existimos (no como
materia), por fuerza debemos provenir de algún lado que no es aquí, ese otro
lugar que bien se puede llamar Jardín, de ese que fuimos expulsados según
algunos (y nos llama poderosamente la atención volver a él).
Ese extremo de realidad que
en sí mismo es el antes del principio, ese escenario vacuo donde somos la
eterna potencial-experiencia de ser; es decir, tal espacio, esa vacuidad, no es
otra cosa que la neutralidad.
Dicha neutralidad existe
entonces no como simple palabra que queda en medio de todas, sino como la
plataforma desde la cual se construyen las edificaciones que hacen del mundo,
mundo, y del universo, pues eso, universo.
Pero saber esto no significa
nada para un mundo práctico que busca la funcionalidad de todas las cosas para
así relacionarlas entre sí y sacarle provecho o beneficio, no necesariamente
propio, claro está.
De esta manera, y una vez
que encontramos la neutralidad, y sabemos que sirve como base de todo, la
aterrizaremos a lo cotidiano, al mundo terrenal. Pero, ¿enfocada a qué? En este
caso, a la lectura: la búsqueda de generación de lectores, esos elementos que
ahora no son más que potencialidades de ser eso, lectores.
Aquellos que andan por ahí
en medio de todos los problemas sociales sin decidirse bien a bien sobre qué
postura tomar con respecto a los temas de actualidad. O que les parece
imposible tomar posiciones con relación a cualquier situación, porque no tienen
las herramientas (conocimientos) suficientes para argumentar y respaldar sus
ideas. Porque no se mueven de su sitio en el que giran siempre sobre un mismo
eje.
Para decirlo mejor, la
neutralidad es un principio (volvemos a la dualidad, en este caso, en sí misma:
neutralidad actuando como superficie, pero también se presenta como inacción
como veremos más adelante), una base, una causa, no un efecto, así, a las
sociedades no les sirven los individuos neutros, ni las personas que quedan en
medio de dos bandos que luchan en favor o en contra de algo.
Es decir, la importancia de
generar cada día más lectores (la lectura no solo abre la imaginación, sino que
nos da perspectivas y percepciones distintas sobre las situaciones internas y
externas que vivimos y padecemos diariamente, así como nos ofrece herramientas
indispensables para generar preguntas. La lectura es ruptura de lo establecido
por eso mismo), se vuelve indispensable en este país por la situación que
vivimos.
Los que por obra del
espíritu santo ya somos lectores, deberemos ser esa chispa que haga que esa
gente deje de ser únicamente potencialidad, porque es la única forma en que nos
proveeremos nuestras propias herramientas que como sociedad, utilizaríamos para
enfrentarnos, por ejemplo, a los gobernantes que están desangrando a los países
latinoamericanos. Porque está claro que nadie nos vendrá a salvar. Ni tampoco
Jesucristo volverá para arreglar todo, es más, ni quiere volver.
Se deben crear nuevas formas
de aproximarse a la gente (por parte de las instituciones culturales y empresas
privadas comprometidas con este tema, pero también por nosotros los lectores,
profesores, etcétera, que en este caso funcionaríamos como superficie), a
partir de ese inmenso lienzo blanco que está listo para crear edificaciones
solidas que nos ayuden a tener una experiencia de vida más satisfactoria.
Pensemos en dejar la
neutralidad (inacción) desde el punto de vista de los que estamos de alguna
manera relacionados con la cultura, porque de igual forma que lo están los
lectores, no solamente quedamos al medio de todos los problemas, sino que con
nuestra apatía o con esta desgraciada actitud de desdeñar a los lectores, no
ayudamos a generarlos, así, las cosas seguirán igual, con los índices bajísimos
de lectura y las consecuencias que esto conlleva.
En fin, que hay que empezar
de cero, y movernos, a la hora de pensar cómo generar lectores (puede ser a
partir de campañas que tengan como base la teoría de la imitación o del
contagio, por ejemplo), porque seguir con la falacia de leer veinte minutos al
día como pretenden inculcarnos algunos en México, no solamente causa ternura,
sino que es una forma vieja y fallida que se ha implementado en el sistema
educativo desde hace décadas y que no ha hecho sino causar el efecto contrario
de lo que se busca.
Juan
Mireles. Escritor (Estado de México, 1984) y director editor de
la revista literaria Monolito. Ha sido publicado en una treintena de revistas y
suplementos culturales en Hispanoamérica. Columnista en Ruiz-HealyTimes.com y
Revista Biografía (Brasil). Segundo lugar en el II Premio “palabra sobre
palabra” de Relato Breve llevado a cabo en España. Es autor de la novela Yo (el
otro) Octavio. Ediciones El Viaje (México, 2014). Blog personal: http://wwwjuanmireles.blogspot.mx/
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