Javier Flores Letelier [Engenheiro Telecomunicações,Gestor Cultural y Poeta Chileno ]
telecomunicaciones, gestor cultural y poeta. Formó parte de la antología de cuento y poesía realizada por el sello Editorial MAGO Editores de Chile en la sección de poesía, y de la antología desarrollada por la Editorial Alea Blanca de España, con selecciones de textos del fanzine Elefante Rosa.
El Frío de la Fe
Javier Flores Letelier
la forma de caminar,
con la libertad de la conciencia humana,
en el sudor frío de los antiguos miedos,
el reo cae asesinado y algo del exterior cercano a comprender la dignidad
que no se manifiesta solamente en el miedo propio a desaparecer,nunca lo hace, y se consume en el pacto del país para sobrevivir
entre los himnos de otras naciones.
No te puedo probar mi inocencia porque en todo lo que hice siempre quise destruir lo que se me había enseñado
con el rumor entre los dientes sobre las traiciones que ahora nos definen.
Esperabas escuchar que yo era el asesino, que sólo podía llegar a comprender
el dolor ajeno y el mío propio en los calabozos, que lo necesitaba aunque no lo supiera,
luego sentirías mis facciones desvaneciéndose en tu vientre congelado
y correrías a delatarme.
Es imposible confiar en los animales heridos, en las lecciones benévolas
de las matanzas de los libros sagrados,
todo aquello encierra una historia que nunca acabará de ser cobrada,
las pocas revelaciones que tenemos en nuestras vidas jamás podremos compartirlas
sin la precisión agotadora de la violencia
y sabemos con franco sufrimiento que de una manera que sólo el cuerpo
expresa en la oscuridad
añoramos las paredes húmedas de las celdas
que dejaron caer sus semillas en el agua estancada para la hierba letal sobre la que creamos
el mito cruel de las leyes de la naturaleza:
cuidando a la que tomamos por nuestra cría
dejamos los refugios porque ya no hay razón
para agonizar lejos de los gritos de la gente...
en búsqueda del frío para renegar la existencia de la vida.
Permanezco ante los monumentos y los lúcidos insultos
que los hombres atormentados les profieren.
En una sola mirada de frente y con calmo desprecio
advierten el comienzo de un nuevo día de espectros
en las paredes de la belleza,
el corazón animal develado por la sucia tensión
del hielo manchado con lo carnal
exhibiendo el mapa de sangre para las frágiles criaturas
que han sabido alimentarse y crecer desde la tierra,
el frío de los templos en el cuerpo de la adolescente
que espera hasta tarde
por la pureza de las ciudades en llamas
remanentes bajo las ropas disueltas de los ahogados.
Mientras los Observadores pronuncian
sus nombres en el Círculo
robemos lo necesario del reflejo del revólver
y la mano que lo empuña
para pregonar el nombre de la peste
entre los surcos naturales de la piedra
en las facciones esculpidas
del dios único:
el dios de la guerra.
II
Los habitáculos consumidos por incendios finales
motivados desde la cíclica enfermedad en la misión mesiánica
de destruir la voluntad de la palabra registrada
que después no tuvo ninguna importancia
al ser reproducida con sarcasmo frente al público,
habitados hoy con la delicada angustia en la expresión de las prostitutas,
por generaciones de extranjeros sobreviviendo por la vitalidad para hablar de su patria
con la radio que repite como en todo el mundo secreto y tangible
que debemos protegernos de las agresiones del clima,
rodean al balcón presidencial impenetrable desde las alturas históricas de la sangre
vertida y diseminada en los rasgos que se habrán de convertir
en las ilusiones uterinas de las raíces de la vergüenza.
Grito y sé que me llevarán hacia un lugar que mis captores tampoco saben qué es:
Antiguo asesino, todo ese tiempo en aquel sitio
cumpliendo las que declaras en el presente órdenes tristes y violentas
propias de un compromiso íntimo y mayor con el ruido de los horizontes de las épocas,
si es así como ocurrió frente a la severa visión de los huérfanos
que sólo aspiran el frío de la presencia de los hechos,
si no eres más que un bastardo que no supo aceptar su dignidad
y eligió completar su nombre cumpliendo el último favor
para un cuerpo disuelto en las amenazas de las marcas de las sepulturas
que oran las promesas de colonización
sobre la tierra de los velos hechos para ser rasgados,
¿no envejeciste más ciego y sediento?
No te atreves a cerrar los ojos para sellar la oscuridad
y sentir las costillas de su espalda congelada, roída y suave
como el plástico de los juguetes de sus hijos
sabiendo que su madre jamás querría que presenciaran tu asesinato
¿o sabes que los niños pueden clavar una daga más destructiva y segura
en la presencia cruda de su vida casi sin recuerdos?
Ni siquiera de lo que hay en tus bolsillos pudiste liberarte,
para ellas, las únicas almas que pueden explicar
el motivo de la existencia de las ciudades
por su honesta humildad ante el entendimiento del dinero
como gastados cartones con el poder
de dar la orden momentánea de no disparar
cuando se decide no creer en los gestos del animal
que habita en las sombras del animal,
ni siquiera con ellas pudiste descansar
en la certeza de la fragilidad ajena.
No quieres dejar de insistir en la sumisión
a la traición natural de los compromisos con los terrores arcaicos,
como si alguien escuchara desde los altares de los pactos...
No debo creer en el misticismo
para obligarte a reconocer con el tacto los rostros en las paredes.
Como el más débil y descubierto entre los dos
te exijo que te deshagas del uniforme
y camines descalzo a través de los gritos de los siglos.
Se el sol negro y consúmete en el fulgor de las criaturas en el cieno.
Si los Monstruos de la Historia no prevalecen,
si logra enclaustrar la ultraviolencia del dios único
el vocablo de los rapaces que escaparon de la esclavitud
para ser devorados por los parásitos ocultos en el diafragma de los cristales
del sueño profundo y cansado,
entonces quién será capaz de mantenerse
sin arder en la inocencia fingida de la belleza natural
los trazos afilados
de la humanidad reciente, oceánica, desarmada y peligrosa
en los brazos de las bestias.
por cuarenta, cincuenta manchadas, traidoras razones
despojadas desde la humillación de los cortes en los pies
de los erguidos y solemnes oyentes
intentando no demostrar conocer a la persona anunciada públicamente
como el dueño del arma exhibida y de una terrible enfermedad
invisible y cierta como la justicia social
en los rasgos del cadáver del padre envestido
con el humo amarillo y adictivo del traje gris del que siempre temió
que se transformara en la última figura de la expresión de su desnudo,
en el mineral lacerante de los ritos;
eso es lo que valgo en el lugar en el que nací
y no me importa mi valor ni la vengativa desilusión de los maestros
porque jamás venderé la historia de mi hambre.
sé que no soy el único, por eso los demonios existen
en la madera negra del hambre de las familias emigrantes
y son la proyección de nuestra sensatez,
de la piedad que devela el oxígeno enrojecido de la medianía de las eras
hacia la voluntad para reconocer el brillo de la excitación del mundo concreto
del que nos hablan las luces de nuestra mente
en los momentos que contemplamos los espacios abiertos
inconquistables y desangrados por los túneles subterráneos
en los que se inició, tras el derrumbe que sepultó al hermano más pequeño,
el remordimiento de las castas-,
vestigios inculpados del entendimiento de otros tiempos sacrificados
y revividos en la rebeldía por los herederos del rito encarnizado.
Soy un asesino, eso es todo lo que recuerdo desde mi nacimiento,
y como tal, desde mi fe,
encontraré el camino de regreso hacia los pechos inmolados y etéreos
envueltos en las banderas rojas;
No te levantes hacia la luz
de la evocación
en la Fe del Todo.
Mantén el rostro amenazante
en la dignidad de la Venganza
para que la inocencia sea obvia
ante quienes han vivido contigo
aquellos tres segundos indivisibles
de la cruz en llamas en los murallones.
No te levantes hacia la luz ahora,
ya hace mucho antes de la caída
habías recibido la pronunciación de la profunda quebrada
en la libertad de las pesadillas,
la redención del espectro salvaje
en el rostro del niño del pecho partido,
la prima trashumancia en la vertiente de lo indígena y lo sacro.
Cada nuevo siglo pedimos perdón
no confinar hacia el murmullo herido
de los símbolos ocultistas
la necesidad de golpear contra las bestias de los vitrales
y fueron expuestos
en el diagrama del cinismo
del sello público
como las facciones bifurcadas del origen
ante el que nos inclinamos,
pedimos perdón por lo hecho
por nuestros antepasados a nuestros antepasados,
por las amenazas pregonadas desde las cúpulas
que nos aleccionan en el presente
con la excusa del aviso de lo increado
en los antiguos restos.
Cada nuevo siglo, en el terror
del vértigo de la presencia
en la imagen del demonio y la sabiduría,
la materia de la reflexión
del indigente que mira receloso la desconfianza
con la que fingen contemplarlo,
el deber con el que lo buscan
para golpearlo y exhibirlo públicamente
en nombre de la gracia del camino
que traza su cuerpo magullado.
Mi nombre es el que quienes me recibieron
me asignaron, por ignorancia o esperanza
para poder mirar a los otros
sin vergüenza de lo que soy,
o para que lo quemara vestido de negro
en una pira nocturna
entre los ladridos de los perros atemorizados:
quédate con ellos
que han manchado sus manos de sangre
por replicar tus palabras
en los círculos de la miseria;
que te han llamado Errante
para guiar tu regreso
desde la jerga convulsa
de la justicia humana…
La lluvia pega
en los rostros cansados
de la manada.
http://revistalairademorfeo.net
Javier Flores Letelier
Todos os direitos autorais reservados ao autor.
Material enviado Raúl Allain
Raúl Allain es Presidente del Instituto Peruano de la Juventud (IPJ) y codirector del sello independiente Río Negro.
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